jueves, 27 de octubre de 2011

Evolution or Revolution (y II)

There is a good deal  that we simply cannot now know about the history of the Roman Empire in the third century and later centuries. To a greater or lesser extent this is true of most of periods of ancient history. Yet we must be careful to ask the questions we want to ask, rather than shifting towards those that the sources make it easier to answer. In addition, the simple fact that so much Greek and Roman literature failed to survive does rather suggest that the change from a Roman to medieval world was in many ways drastic. Far more of this literature was simply lost rather than deliberately suppressed or destroyed by churchmen. The medieval world was a far less literate place than the classical world that preceded it, particularly in Western Europe. None of this suggest transformation. The fall of the Roman Empire was a major event, even if it occurred over considerable time and cannot be assigned to a specific date. This becomes all the more clear when we consider the empire when it was still at its height.

Adrian Goldsworthy, The Fall of the West, The death of the Roman Superpower.

Siguiendo con mi revisión de libros dedicados al periodo entre el año 400 y el 1000 que antiguamente se llamaba Alta Edad Media, y que ahora prefiere dividirse en antigüedad tardía y medievo temprano, le ha tocado el turno al liro que indico arriba de Adrian Golsdworthy.

Como ya señalé en la entrada anterior de esta serie, a partir de los años sesenta dejaron de verse las invasiones germánicas como caída del imperio romano y destrucción de una civilización, con toda la carga dramática y violenta que eso conlleva, para concebirlo como evolución y transformación, un periodo en el que la romanidad siguió viva aunque bajo nuevos dueños, y los cambios fueron lentos y pacíficos. Ya señale también como un libro reciente, el breve opúsculo de Ward-Perkins, del que ya tendrémos tiempo de hablar ha venido a poner en tela de juicio esta interpretación o al menos sus excesos.

La obra que comentó ahora se une a esta tendencia de revisión, tomando una vía que también había sido dejada de lado en otras obras de esta temática, la de intentar dilucidar porqué cayó el imperio romano de occidente. Una tarea que le lleva a dar otros dos pasos más en contra de la tendencia principal, el primero el comenzar su obra hacia el 180 d.C con la muerte de Marco Aurelio, cuando suele ser habitual comenzar la narración hacia el 400d.C, ya en el siglo V o como muy temprano tras la muerte de Constantino, en el siglo IV, dejando de lado los sucesos del siglo III que convirtieron el principiado que dejó Augusto en la monarquía teocrática de los sucesores de Constantino y que los emperadores bizantinos llevarían a su máxima expresión.

Ese desplazamiento en el marco temporal, con la narración acabando con las conquistas de los árabes y no con la caída del imperio carolingio o la eclosión en el siglo X y XI de las monarquías medievales cuyas sucesoras son las actuales naciones europeas, se ve acompañada por otra diferencia con respecto a las obras "normales" de este periodo, el hecho de que el enfoque es claramente militar y político, frente a una aproximación sociocultural más corriente en las obras recientes (y extrañamente la económica se ha desvanecido por completo, por razones que ya comentaremos). Esto que podríamos llamar originalidad se debe principalmente a que Goldsworthy es ante todo un historiador militar, especializado en las legiones del principado (ss I-II) con un buen número de obras de este tema ya escritas, lo cual constituye al mismo tiempo una gran virtud y un gran defecto.

Gran virtud, porque es la primera vez que he podido leer una sintesis de este periodo donde la narración de los hechos sea más clara y completa (dejando aparte la crónica de la caída del Imperio que narrara Peter Heather y que comenté hace ya unos años). Por primera vez he sentido que sé lo que pasó esos años y como se entrelazaron y relacionaron los diferentes hechos entre sí, lo cual no es una pequeña victoria, para un periodo mu mal documentado en general (del siglo III apenas sabemos nada y la única fuente que tenemos que cubre todo el periodo es una falsicación interesada del siglo V) y donde los historiadores de ese tiempo cuyas obras se han conservado suelen distorsionar la historia para justificar sus ideologías, especialmente los cristianos, que no tienen problema en mentir si con ello sirven a su Dios (nueva excepción, la crónica de Amiano Marcelino, que bien merece el apelativo de último de los romanos).

No obstante, es esa fortaleza en los temas militares y políticos la que constituye el principal defecto del libro, ya que a medida que se avanza en el tiempo se aprecia como Goldsworthy va perdiendo pie (del 475 en adelante, la obra no son más que unas notas apresuradas) y sobre todo su admiración por el ejército y el estado romano, le lleva a pintarlo como especialmente eficiente en sus últimos tiempos, sin igual en el panorama político y militar, lo que torrna completamente incompresible el que pudiera caer ante la acción de unos bárbaros que siempre habían estado ahí y a los que siempre había derrotado.

¿Y por qué cayó, a todo esto? Si se han leido otros libros, se puede observar, por muy disimulado que esté, que Godsworthy se une a dos opiniones muy extendidas, casi comunes en la mayoría de las obras. La primera es un defecto consustancial al imperio romano, su imposibilidad de promover a las personas más aptas y apropiadas para su gobierno, o dicho de otra manera, el imperio necesitaba que sus gobernadores y sus generales fueran excepcionales, pero una persona de esas características suponía un peligro para el emperador que procuraba eliminar a todo el que sobresaliera, provocando de rebote que los supervivientes fueran mediocres, debilitando las capacidades de iniciativa del imperio, y que aquellos que tuviesen ambiciones no vieran otra salida que rebelarse, creando un continuo ciclo de rebeliones y guerras civiles que debilitaban continuamente sus medios de defensa.

La otra opinión es simplemente que el ejército romano dependía de que fuera conveniente y puntualmente equipado y suministrado, es decir de recibir un flujo de dinero procedente de las provincias, mientras que para mantener la hacienda romana y que se cobrasen los impuestos en las provincias, se necesitaba que el ejército protegiese la provincia. La irrupción de los bárbaros y su asentamiento en las provincias llevó al imperio a una situación imposible, según la cual no recaudaba impuestos en las provincias ocupadas por los bárbaros, con lo que no podía mantener el nivel operativo del ejército, pero necesitaba un éjercito poderoso, más poderos que el de antes de las invasiones, si quería expulsar a los bárbaros y volver a ingresar lo suficiente.

Un círculo vicioso, de ingresos decrecientes que cercenaban sus posibilidades de recuperación y defensa del que no pudo escapar.






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