Tenía muchas ganas de ver Taxandria, el único largo por ahora del animador Raoul Servais en colaboración con el dibujante François Schuiten. Niguno de los dos necesita presentación, Servais es uno de los grandes nombres de la animación contemporánea, mientras Schuiten es una de las mentes tras una de las grandes aventuras del cómic europeo contemporáneo, Les Cités Obscures, de manera que en el caso de Taxandria casi se podría hablar de autoría compartida, con Servais utilizando el proceso inventado por él, la Servaisgraphie, para poblar los fondos dibujaods por Schuiten y que ilustran esta entrada. Una colaboración, por tanto, entre dos grandes autores, que debiera haber producido una obra memorable, pero que tras su visionado, me ha dejado bastante frío y algo defraudado.
Me explico.
Los diseños de Schuiten son espléndidos, a la altura de cualquier dibujo que haya podido crear para Les Cites Obscures, como bien pueden apreciar. De hecho, tienen tanta personalidad que su mayor defecto es distraer de la historia que Servais intenta narrar, una historia responde las obsesiones y temores que el animador ha reflejado a lo largo de su carrera, la transformación de la sociedad en una rígida estructura totalitaria, donde la vida se haya reglamentada hasta en sus más mínimos aspectos, unido a la abolición del arte, transformado en alabanza de ese mismo poder, y que en este caso se plasma en la prohibición del tiempo, la pintura, el cine y la fotografía, desterrando por tanto las artes cultivadas por ambos autores.
No obstante, el resultado final es una película deslavazada, compuesta de partes inconexas que se muestran incapaces de crear un todo coherente, entre las cuales medían abruptas transiciones. Una serie de escenas aisladas, hermosas de ver, pálido reflejo de un mundo rico y complejo que se nos escamotea, y que han sido cosidas con una peripecia en el mundo real completamente prescindible y por su simplicidad en cierta manera indigna de un talento como el de Servais.
Un completo fracaso, por tanto, el típico fracaso del afamado director de cortos que intenta saltar al largo, y que como el poeta metido a novelista, pierde en la transición lo que le hacía original sin ser capaz de encontrar su propio terreno en el nuevo formato.
Y sin embargo, esa explicación no es cierta.
Porque en la edición de la película, esta venía acompañada por un documental en que ambos creadores cuentan el proceso creativo del filme y, como debería haber supuesto, puesto que ha sido el destino de tantas películas de animación que intentaron salirse de lo normal, al final el proyecto acabó descarrilando por el desajuste entre las pretensiones de sus creadores y las expectativas de sus financiadores. En pocas palabras, en los años que llevó la producción de Taxandria, la Servaisgraphie quedó superada por la animación computerizada, y su laborioso proceso provoco que el presupuesto se excediese y la producción se detuviese cuando apenas llevaban completado un cincuenta por ciento del metraje.
Exactamente, para salvar lo que llevaban hecho y que pudiese salir a la luz, Servais y Schuiten tras mucho buscar y luchar, tuvieron que aceptar lo inevitable y permitir que otras manos la acabasen, vulgarizándola y tornándola más comercial, más orientada hacia una audiencia infantil/juvenila, creando una contradicción interna en la obra que no podía satisfacer ni al público en general, ni a los admiradores de Servais...
...y sin embargo, que bella es por momentos, como esos edificios desventrados y reducidos a ruinas que la pueblan...
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