Como todos los domingos continúo mi con revisión de la lista de cortos animados realizada por el misterioso profesor Beltesassar. Esta vez ha llegado el turno a Karl Ja Marilyn, corto realizado en 2003 por el animador estonio Priit Pärn.
Pärn es otro de esos animadores de la Europa del Este cuya obra se puede dividir en dos mitades: antes y después de la caída del comunismo soviético. Nacido y educado en una Estonia que había sido anexionada al Imperio Soviético en 1940, este animador alcanzó su madurez creativa en los años 80, la última década de dominio ruso, durante la que produjo un par de obras maestras, Eine Murul (Desayuno en la hierba, 1988) y Hotel E (1992). Esta última la produjo ya en libertad, pero es claramente heredera de la clima social en el bloque soviético durante las décadas que siguieron a la muerte de Stalin: mitad asfixiante opresión ideológica, miad necesidad imperiosa de expresión en libertad.
Producto de esa formación artística en el seno de un régimen totalitario, la creación de Pärn nunca ha abandonado unas claras coordenadas artísticas. Por un lado, la transmisión de un mensaje crítico social que se puede considerar consustancial a cualquiera de sus obras. Por otro, una expresión de ese mismo lenguaje de forma crítica y enigmática, debida tanto a la necesidad de evitar y confundir a la censura, como a un rigor estético que le obliga a explorar nuevos caminos y soluciones, sin entregarse jamás a la facilidad y ni permitirse concesiones, a él o al público.
Asímismo, como tantos otros creadores de estos países, Pärn tuvo que reinventarse tras la caída del comunismo y la evolución de su sociedad natal hacía un régimen ultraliberal, es decir, un sistema en el que el valor del arte se mide por el dinero que puede recaudarse con su exhibición. Muchos de sus colegas, incluso los más grandes, se vieron forzados que abandonar la animación o bien a inclinar la cabeza y aceptar las imposiciones de un mercado siempre dirigido al mínimo común denominador estético e ideológico. Sin embargo, por fortuna Prit Parn consiguió adaptarse al nuevo medio sin ceder en sus presupuestos estéticos, creando en las décadas posteriores otro buen puñado de obras maestras. El único cambio que trajo esta transición fue la aparición de un claro y sano sentido del humor, que si bien era ya perceptible en sus obras soviéticas, ahora se muestra bien a las claras, sin ningún tipo de tapujos.
Karl Ja Marilyn, el corto de esta semana, perttenece a esa segunda etapa de Pärn, ya en libertad, pero sometido a las restricciones del mercado. Quizás por esa dualidad contradictoria, el corto se propone como una revisión sarcástica de las convicciones de este mundo en que vivimos, que normalmente se reducen a ser fiel un par de iconos pop a los que exigimos la repetición continua de una serie de actos estereotipados. Así, esa sociedad que Pärn retrata es una sociedad exclusivamente urbana, habitada por hombres y mujeres que obedecen al mismo perfil caricaturesco y que devienen figuras intercambiables de una masa cuyas reacciones son perfectamente previsibles y por eso mismo ridículas. De ese continuo humano sólo se diferencian precisamente esos iconos pop que consiguen la admiración de las gentes y provocan reacciones exageradas de adhesión.
Entre esos nuevos superhombres fabricados para ser admirados y elogiados, Parn describe a un Karl Marx desprovisto de su manto de filósofo y reducido a gimnasta del que sólo importan sus proezas sobrehumanas. Es precisamente el intento de Karl Marx por escapar de sí mismo el que constituirá el motor del corto, que se saldará con un fracaso completo, es decir, la vuelta al papel en el que la sociedad la encasillado. A esta galería de estereotipos, se añade una Marilyn surgida literalmente de otro mundo, de fuera de esa ciudad a la que el universo parece reducirse, y cuya figura se reduce a repetir una serie de acciones rituales, aparentemente libres y liberadores, pero que acaban por perder todo significado y repercusión. También no cruzamos con un John Lennon del que sólo queda su rostro inconfundible y el recuerdo de su asesinato, además de un Ché Guevara que, curiosamente, surge de la omnipresente policia que vigila esta nueva sociedad, y que, cuando parece que va a actuar para disolver la mentira de este mundo, retorna otra vez al rango de policía, una vez que queda claro que las cosas vuelven a su sitio.
Quizás sea esta la clave del corto. Porque en este mundo donde todo es imagen sin otra profundidad ni significado más allá de constituir representación cíclica, la única fuerza que realmente parece tener un objetivo y el poder para llevarlo a cabo, es precisamente la omnipresente y ubicua policía. Unos cuerpos de seguridad extrañamente similar a la policías políticas tan comunes en las sociedades totalitarias, siempre observando las acciones de sus ciudadanos, aunque estos no lo sepan, y que extienden sus tentáculos hasta los rincones más lejános y recónditos de la sociedad que las alberga y a la que dicen estar protegiendo.
Como siempre, les dejo aquí el corto. Desgraciadamente, en esta ocasión sólo puedo ponerles el enlace, pero aún así, no se lo pierdan. Priit Pärn es uno de los grandes maestros de la animación contemporánea y toda obra suya vale realmente la pena.
http://vk.com/video-208344_84283330
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