Vaya por delante que el descubrimiento del ejército de terracota que custodiaba la tumba del emperador Zheng, considerado como el primer auténtico emperador del Imperio Chino, es uno de los grandes descubrimientos arqueológicos del siglo XX, siglo en el cual abundan los descubrimientos espectaculares y trascendentales. Sin embargo, la exposición "Terracotta Army" (así, en inglés, para empezar) en el Centro Cultural de la Villa, deja mucho que desear en materia expositiva y casi podría calificarse de ocasión completamente perdida para divulgar un perido histórico casi completamente desconocido para la población de Occidente,
Para explicar el porqué de mi opinión es necesaria una breve introducción histórica. El reinado del emperador Zheng -o Qin Shi Huan, si lo prefieren - es extremadamente corto, de apenas unos diez años, y su importancia e influencia completamente desproporcionada a su longitud temporal. Esto se debe a que en realidad es un nexo de unión entre un periodo formativo en la civilización china, la era de los reinos guerreros, y un periodo posterior de consolidación y desarrollo de las estructuras y paradigmas que iban a regir la historia de China hasta 1911, fecha del derrocamiento del último emperador, e incluso mucho más allá, en tiempos de Mao y del comunismo.
Durante el periodo de los reinos guerreros, las civilización china estaba reducida a un cuarto del territorio actual de la república popular. Básicamente se limitaba a lo que es el valle del Hoang-ho, siendo sus fronteras el desierto de Gobi al norte y el rio Yang-tse-Kiang al sur. Ese terreno estaba repartido en una serie de reinos independientes surgidos de la descomposición de la dinastía Chou, que durante 200 años, del 475 al 231 años se enfrentarían en continuas guerras por la supremacía hasta que el reino de Qin y su rey Zheng se hicieran con el dominio total sobre los territorios originarios chinos.
No obstante, eso no es lo importante de ese periodo, sino que es en ese tiempo de disgregación, confusión y conflicto cuando se ponen las bases del pensamiento filosófico y político chino, precisamente como respuesta a ese estado continuo e interminable de anarquía social. Es justo al principio de ese periodo cuando surgen la figuras histórica de Confucio y la mítica de Lao Tse, creadores respectivamente de los sistemas filosóficos del Confucianismo y del Taoísmo, luego transformadas en religiones, además de inspirar la obra de pensadores como Mo-Ti, cuyo pacifismo se adelantó en muchos milenios a su tiempo.
La importancia de Zheng y de Qin se reducen por tanto a haber sido el primer experimento de una China unificada, pero estuvo a punto de terminar en fracaso, ya que tras la muerte del emperador, el imperio se disolvio en medio de unas cruentas guerras civiles en las que su dinastía fue extinguida. Si China no desapareció antes de haber nacido fue debido a la energía de Liu Bang, lider de uno de los bandos en conflictos y fundador de la dinastía Han, en el poder durante cuatro siglos, duración comparable por tanto a la del Imperio Romano. La importancia de los Han es primeramente haber creado el espacio cultural chino clásico, mediante la anexión del valle del Yang-Tse. China, desde el siglo II a.C hasta el siglo XVIII de nuestra era, quedaría limitada por el desierto del Gobi al norte, el Tibet y el Sin-Kiang al Oeste e Indochina al sur, aproximadamente la mitad/un tercio del territorio actual de la república popular.
Más importante aún en términos culturales fue la fijación en ese periodo de los fundamentos ideológicos del Imperio, convirtiendo al confuncianismo en una religión de estado que sirviera de soporte y justificación del gobierno imperial. Fue asímismo en ese tiempo cuando se formalizarían y estandarizarían los métodos de gobierno y la burocracia del imperio, además de el arte, la pintura y la literatura clásicos, sin olvidar la paulatina expansión del Budismo por ese nuevo espacio unificado. Se perdió así la exuberancia del periodo anterior, en el que la crisis permanente permitía todo tipo de soluciones, por muy contradictorias que fueran, pero se definieron las constantes que regirían la vida cultural china hasta 1911 e incluso en tiempos del comunismo, aunque sólo fuera para demolerlos.
Hasta aquí esta larga introducción. Como puede verse, la exposición dedicada de los guerreros de Xian podría haber servido de excusa para ilustrar la compleja historia del periodo fundacional de la cultura china, pero como ya les he advertido, no es así. Por no haber, no hay un solo mapa que nos muestre la distribución de los reinos guerreros, los límites geográficos del imperio Qin o su expansión en tiempo Han. Hay, es cierto, un intento de relatar los acontecimientos pero esto queda reducido a unos textos confusos, limitados a las largas listas de nombres sin contexto, en los que brillan por su ausencia los cambios culturales, y por ende, están mal traducidos del ingles, hasta el punto que se tornan incompresibles.
Aún así la exposición habría merecido la pena, sólo por disfrutar de este yacimiento arqueológico único, pero la presentación se resiente de una falta de medios que se intenta cubrir con llamativas presentaciones audiovisuales. Los objetos se presentan sin contexto, entremezclados y sin un hilo conductor definido que impide que el espectador pueda hacerse una idea de lo que está viendo.
Por poner dos ejemplos. En primer lugar, a nadie se le ocurre presentar al principio los hallazgos de la época Han, que temporalmente son posteriores al ejército de terracota, sin explicar en ningún instante cual es la importancia de esos objetos y porqué están ahí. o simplemente permitiendo que el visitante deduzca el salto cultural entre las dos época. Segundo, está claro que de alguna manera el ejército de terracota intenta replicar un ejército real, hubiera sido necesario por tanto, mostrar algún tipo de gráfico con la distribución de los soldados in situ, para poder tener una idea clara de como eran las formaciones militares a las que tantas veces se hace referencia y que mal se representan en la muestra que se puede visitar
En ese mismo sentido hubiera sido de gran ayuda algún mapa del yacimiento arqueológico completo, para poder ver como están relacionadas espacialmente las diferentes fosas en las que se han hallado las estatuas, las proporciones de todo el conjunto y la posible ubicación de la tumba del emperador, aún no excavada. En lugar de ello, lo que se tiene es un amasijo de leyendas, de datos incompletos, cuando no irrelevantes, presentados, eso sí, con el lenguaje propio de la publicidad, en el que todo es definitivo y único, aunque cinco minutos más tarde haya de ser destronado por un nuevo producto igual de definitivo y único.
En resumen, una ocasión perdida, reflejo amargo de esa tendencia actual a convertir el pasado en un parque temático, donde llevar a los niños para que nos dejen un rato tranquilos.
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