En mi revisión semanal de la lista de cortos animados realizada por el misterioso profesor Beltesassar, ha llegado el turno de Poor God (Pobre Dios), dirigido el año 2003 por el animador británico Matthew Abbis, como uno de sus ejercicios de graduación en el RCA (Royal College of Arts).
He señalado en otras ocasiones como la animación europea contemporánea padece de graduacionitis. Una buena cantidad de los cortos que llegan a los festivales no son otra cosa que ejercicios de graduación de unos animadores cuya obra en solitario se reducirá con demasiada frecuencia a ese corto o cortos, antes de desaparecer en el anonimato de la empresa, la publicidad, la animación comercial o, si tienen suerte, la enseñanza. Tal fue el caso de Mathew Abbis, quien en sus tiempos de estudiante se las arregló para colocar tres de sus cortos en festivales de más o menos renombre, como el British Animation Awards (BAA) o este Poor God en Annecy, para luego desaparecer de vista de los aficionados de manera casi completa.
El mayor problema de la graduacionitis, aparte de los efectos destructivos que tiene sobre la carrera de los afectados, es que los cortos que nos llegan suelen ser sencillamente ensayos, acúmulos de intenciones e influencias generalmente mal trabados, que sólo apuntan a lo que podría llegar ese artista si se le concediese el tiempo y los recursos. Muy raro es encontrar ese trabajo casi redondo, o al menos notable, propio de un animador experimentado, que sirviese de pase directo hacia una carrera en solitario, aunque ésta se frustrara luego. Entre esas pocas excepciones se halla Poor Good, un corto que no desmerecería en manos de un animador de renombre.
Es cierto que en esta obra de Abbis se puede apreciar cierta influencia del estilo de Paul Driessen, al menos en lo que se refiere al diseño gráfico y algunas soluciones de la animación, pero a pesar de estas innegables dependencias, el corto se sostiene por sí solo, apoyado en dos pilares principales. Por un lado, está el hecho de su confianza en las posibilidades de la animación 2D, en como el poder del dibujo y el modo personal de dibujar del artista, permite plasmar contenidos simbólicos imposibles de representar con imagen real. Además hay que señalar que esta decisión estética no es producto de un conservadurismo trasnochado ni de una fidelidad fuera de lugar a técnicas anticuada. Al contrario, estos efectos tan dibujísticos se han creado mediante el ordenador, con el uso de herramientas como Photoshop y AfterEffects, en clara demostración de que estos avances tecnológicos no tienen que suponer una ruptura, sino una mejora, a menos que el artista decida optar por lo contrario.
La revolución en este corto, que la hay, no se ejerce por medio de las nuevas técnicas, sino imponiendo un riguroso punto de vista que será modificado en toda su duración. El corto sólo consta de un escenario única que conjuga lugares separados por enormes distancias a pesar de su cercanía visual. Así se consigue subrayar el alejamiento y el aislamiento entre la humanidad y la divinidad, que a pesar de su cercanía son incapaces de comunicarse, mucho menos de entenderse. El aspecto visual del corto se revela así como un pilar fundamental de su contenido ideológico: una visión sombría, casi desesperada, de la religión y de los tenues vínculos con lo sobrenatural que ésta propone.
El corto no niega la supuesta existencia del Dios. Al contrario, Él existe y los hombres pueden aspirar a comunicarse con él, aunque sea tras un largo y complicado viaje. El problema es que Dios parece haber renunciado a su poder, ha vuelto las espaldas a su creación y se ha encerrado en su propia existencia, como si resolver el absurdo del mundo que ha creado fuera una tarea imposible, incluso para Él. Viajar al encuentro de la divinidad para escuchar su palabra y pedir su consejo deviene así una tarea sin fruto, no sólo porque las respuestas que el Ser Supremo pueda transmitirnos fueran ya conocidas, sino porque la distancia entre nosotros y ese ser supremo es tan grande, y Dios ama tanto su retiro y su soledad, que en el tiempo que media entre interrogación y respuesta, nosotros nos habremos creado las nuestras propias, fabricado otras divinidades más afines a nuestro antojo, cuyas órdenes, inevitablemente, serán las de exterminar a todos los infieles, es decir, quienes no compartan nuestras mismas ideas.
Como todas las semanas, no les entretengo más. Disfruten el corto, porque se lo merece, aunque desgraciadamente no vayamos a ver muchas obras más de este creador británico, sumido en la penumbra, y cuyo nombre pronto será olvidado.
Poor God from matt abbiss on Vimeo.
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