En mi revisión semanal de la lista de cortos animados realizada por el misterioso profesor Beltesassar, le ha llegado el turno a La Jeune Fille et Les Nuages (La joven y las nubes), dirigido el año 2000 por el animador suizo Georges Schwizgebel.
Si son aficionados a la animación sabrán que Schwizgebel es uno de los grandes maestros recientes de la animación, un creador que ha sabido mantener su independencia para crearse un estilo propio, sin caer en las concesiones a la galería ni a la comercialidad que se suponen inevitables en esta forma artistica... al menos en esos productos aclamados por público en general y la crítica mal informada. Schwizgebel comenzó filmando cortos experimentales que se caracterizaban por su acusado formalismo y su significado críptico, casi reducidos a la resolución de complejos problemas técnicos especializados. Sin embargo, para nuestra fortuna, pronto evolucionó hasta convertirse en el gran maestro de una de esas técnicas tan difíciles, tan exigentes y tan poco cultivadas, que sin embargo tanto abundan en la animación: la pintura sobre cristal.
Lo característico de esta técnica, en la que el animador fotografía los cuadros que ha pintado sobre un cristal, es que permite conseguir transformaciones visuales imposibles de conseguir por otros medios. Basta para ello, con cubrir con el pincel lo que se quiere hacer desaparecer, dibujar nuevos elementos, o difuminar/emborronar aquellas zonas en las que se desea transmitir la sensación de transición y movimiento. Esa misma flexibilidad, la capacidad de modificar directamente lo que se está viendo y fotografiando, sin necesidad de repetirlo en dibujo aparte como la animación tradicional, es asímismo su mayor reto, puesto que el animador no puede volver atrás y corregir/mejorar lo ya filmado, sino que debe trabajar casi de una única tirada, habiendo planificado desde un principio secuencias enteras, para confiar luego en que su memoria, su instinto y su pericia no le fallen.
Aunque esta técnica ha contado con egregios cultivadores desde casi el inicio de la forma - vienen a la mente nombres como Bartosch o Fischinger -, Schwizgebel se ha caracterizado desde un principio por intentar lo imposible, herencia de los problemas técnicos que constituyeron su producción temprana. Así, este animador es uno de los pocos que se ha atrevido a animar los fondos, tarea casi imposible antes de la adopción generalizada de los ordenadores - precisamente en el año 2000 -, reto al que añade la simulación de complejos movimientos de cámara que se encadenan entre sí, hasta acabar por configurar un todo animado cuya revelación constituye a veces la cumbre final de los cortos de Schwizgebel.
Este animador suizo se muestra así como uno de los sucesores del movimiento moderno en las artes, caracterizados por exprimir y agotar al máximo las posibilidades formales y técnicas de la forma que cultivaban. Este objetivo, dependiendo del arte elegido, podía limitarse a la mera plasmación estética o extenderse también a los aspectos narrativos. Tal es el caso de un arte como la animación, anfibio entre lo visual y lo verbal, y tal es el caso también de Schwizgebel, quien presenta el fondo narrativo de sus cortos a medias res, sin explicaciones ni introducciones, incluyendo únicamente aquí y allá pequeñas briznas de información, sutiles alusiones e insinuaciones, de las que el espectador debe deducir el mito/el cuento/la leyenda que se está glosando.
De esta manera, a medida que en La jeune fille y les Nuages Schwizgebel nos muestra los diferentes estados de introspección y de ensoñación de la protagonista, fascinada continuamente por el cambiante espectáculo de los cielos, se va descubriendo que la trastienda de la historia es muy otra. Esa auténtica narración que en el corto es dejada en segundo plano, es una tan conocida que la única forma de volver a insuflarle vida, de hacerla actual y presente, es precisamente la que Schwizgebel elige, olvidarse de sus elementos transmitidos y cambiar el punto de vista tanto de protagonistas como espectadores.
No les aburro más. Vean el corto y disfrútenlo. Es una obra maestra de un maestro. Con eso queda dicho todo.
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