domingo, 5 de diciembre de 2010

100 AS (XXXIX): Den Offentlige Rost (1988) Lejf Marcussen

Esta semana, en mi revisión de la lista de 100 mejores cortos animados que recopilara hace ya unos años el festival de Annecy, le ha llegado el turno a Den Offentlige Rost (La voz pública) realizado en 1988 por el danés Leijf Marcussen.

Para serles honestos, hasta hace unos minutos esta entrada se habría acabado aquí.

La razón es que había sido incapaz de encontrar el video en la Internet, ya fuera por medios legales o por medios menos legales, con lo que este comentario se hubiera reducido a una larga diatriba sobre el olvido y el desinterés en que se haya sumida la animación, de manera que sus mejores obras, blah, blah... ya saben, como es habitual mí.

Pero contra todo pronóstico, según he comenzado a escribir, se me ha ocurrido realizar una búsqueda en Google, para al menos poderles contar algo del creador del corto. Et Voilà! allú estaba, no en toda su gloria puesto que se trata de una copia de un VHS grabado de la TV, pero al menos visible. Desgraciadamente, la calidad, no es muy allá, por lo que he considerado que mejor no hacer capturas y para compensarles, poner primero el vídeo para que lo disfruten y luego obsequiarles con mi comentario, dándoles la clara oportunidad de no leerlo.

Así que aquí lo tienen y nos vemos tras el corto.





¿Y qué puedo decirles ahora? Debo confesarles que me se siento confuso, no porque el corto no me haya contado, sino porque a pesar de mi fascinación, me veo incapaz de proceder a su decodificación y descripción. Pero, antes vayamos por partes.

Leif Marcussen es un nombre que nos les dirá mucho. Por no decir, ni siquiera aparece en wikipedia, pero la escasa información que se puede encontrar en la Internet, se sabe que es un animador que trabaja desde principios de los 70 del siglo pasado con la TV danesa, y que busca la creación de cortos abstractos o mejor dicho, no verbales puesto que en ellos los objetos continúan siendo reconocibles, sólo que no hay una historia que contar. A lo cual debo añadir su obsesión con el paso del tiempo y los cambios que éste provoca en los espacios cotidianos.

Ahi queda. Pero... ¿qué quiere decir la frase de arriba, kilométrica como ninguna? Si han visto el corto, habrán podido comprobar como la anécdota se reduce a explorar con detalle creciente un cuadro de Delvaux, el que da título al corto.




para luego realizar el trayecto opuesto, sólo que por un camino completamente distinto. Como ven nada que pueda ser reducido a una narración convencional, de ahí lo de la no verbalidad, pero que tampoco se limita al simple truco técnico, ya que continuamente se nos están dando pistas, en claro guiñó surrealista, sobre la existencia de un mensaje ulterior y unificador, que el propio creador se ocupa de escamotearnos una y otra vez.

Así el camino de ida que tiene su origen en el cuadro no nos lleva dentro de él sino a una serie de vistas arquitectónicas, que parecen reconstruir una sui generis historia de la disciplina, una serie de espacios ideales que se esconden detrás del cuadro de Delvaux o a los que nos llevaría el tranvía que aparece en su centro. Sin embargo, es en el camino de vuelta, cuando el corto alcanza su culmen, con diferentes cuadros (es posible distinguir la Mona Lisa o el Jardín de las delicias) transformándose los unos en los otros, como si estuvieran contenidos en ellos y sus significados unidos por extrañas relaciones secretas, ocultas a nuestros ojos, y donde una y otra vez se nos recuerda la obra de partida, acompañado por una música discordante, sin aparente conexión con lo que estamos presenciando, y cuya única misión es precisamente crear desasosiego, señalar la cercanía ya la amenaza de esas relaciones invisibles que unen todo el tinglado, y que se suponen esenciales.

¿Han entendido algo? Yo tampoco. Ya les digo que sigo sin saber qué quiere decir el corto y que estas notas no son más que reflejo de mi confusión. Eso sí, volveré más de una vez a él, especialmente si consigo una copia de mejor calidad y ése es el mejor elogio que podría hacérsele, ya que no quedará relegado al olvido, como tantos otros de usar y tirar.

¿Algo más? Sí, un pequeño detalle técnico. Todo lo que han visto está hecho a mano, sin utilizar ordenador. Ahora asómbrense y procuren que alguien les cierre la boca.

2 comentarios:

Camilo dijo...

Me ha gustado. En parte por el trabajo técnico que supuso (hoy algo así se tiene en diez minutos) y en parte por el mensaje, al menos por el mensaje que yo le doy. Esa inspección inicial de las pinturas, comprobando con esa extraña lupa de rayos X los distintos bocetos hasta llegar a uno que parece salido, creado a partir de la nada. ¿Cómo es posible? El resto del corto nos enseña que hasta la creación más aparentemente rompedora no puede escapar de la tradición y de todas las etapas que condujeron al momento presente del artista. Lo tomo como una crítica al creacionismo en el arte. Y por eso me gusta y así lo hago saber.

David Flórez dijo...

Bueno, como se suele decir, el contar con las últimas técnicas no sirve de nada si no tienes talento... o lo que es lo mismo de tranformar una pintura en otra mecánicamente a hacerlo con creatividad, media un trecho enorme.

Respecto a lo del creacionismo en arte, que dice Ud. Yo siempre he sido de la opinión de que somos hijos de nuestro tiempo, para lo bueno y para lo malo, y que formamos parte de una red de influencias y referencias, en la cual, tirando de un hilo, se puede llegar a destinos insospechados.

O de cómo dos monstruos de la vanguardia, como Picasso y Matisse, habían tenido una sólida formación clásica, y durante toda su vida siguieron admirando a esos pintores neoclásicos, como Ingrès, que harían chillar de horror a sus seguidores (los de P&M)