jueves, 1 de noviembre de 2018

Cine Polaco (LVII): Krótki film o miłości (No amarás , 1988) Krysztof Kieslowski










































Con esta entrada, llego al final de mi revisión de cine polaco, que comencé hace un año y medio, revisando la magnífica antología propiciada por Martin Scorcese. Llego, asímismo, al término de mi revisión de la filmografía de Kieslowski, con una de la obras surgidas al socaire de la serie televisiva Dekalog (Decálogo, 1988), conjunto de mediometrajes que constituyó la primera obra maestra absoluta de este director. 

Como de seguro sabrán, la serie original se completo con versiones en largometraje de dos de los episodios. Dekalog V se convirtió así en Krótki film o zabijaniu (No matarás, 1988), que ya les comenté en otra entrada; mientras que Dekalog VI devino Krótki film o miłości (No amarás , 1988). La razón de esta maniobra era conseguir comercializar internacionalmente parte de la serie, en formato y calidad de sala cinematográfica, lo que podría ayudar a conseguir la financiación necesaria para un proyecto tan arriesgado y ambicioso, como así ocurrió. Sin embargo, la selección de qué episodios iban a ser ampliados no fue ecuánime ni ciega. Desde el principio, Kieslovski se empeño en que Dekalog V, el episodio centrado en el asesinato y la pena de muerte, debía ser uno de los elegidos, dejando a la productora elegir el otro. Éste fue Dekalog VI, que constituye el reverso temático a Dekalog V, al adentrarse en los muchos recovecos y laberintos, espejismos y fantasmas, vilezas y torpezas,  de la experiencia amorosa.

Es habitual que esta estrategia de producción, de clara intención económica y publicitaria, acabe siendo una decepción estética. Enfrentados al dilema de extender una obra previa, los directores suelen tirar de los descartes de los que se deshicieron en la mesa de montaje. El resultado termina así por ser hinchado, repetitivo, errático, desprovisto de la concisión o la necesaria tensión dramática que esos cortes habían propiciado. Un defecto que no es privativo de estas translaciones de la televisión al cinematografo, sino que aqueja también a las versiones del director tan comunes y ahora, que por muy anunciadas y esperadas que hayan sido, resultan siempre insatisfactorias. Al final, sólo tienen lastre y relleno, pero poco de la sustancia, empaque y unidad que hacía única a una gran obra.

No es el caso de las versiones largas de Dekalog V y Dekalog VI. En Krótki film o zabijaniu, como ya les comenté, Kieslovski realiza un desmontaje y rearmado de la película entera, tornando más pausada la cadencia del montaje. Se permite así que el espectador se aclimate al mundo que se le presenta, de manera que llega a compartir las vivencias de los personajes. Los dos momentos de aceleración y choque que estallan durante su metraje adquieren así una intensidad y un impacto poco común, aun más notable cuando se considera que en la versión corta eran ya insoportables y repelentes en extremo. En Krótki film o miłości, por el contrario, las modificaciones son mucho más sutiles. En sí no hay nuevas escenas, áreas obscuras que haya que aclarar, sino que se alarga una escena un poco aquí, se le añade un nuevo plano fugaz allá. La sorpresa se reserva para el final, puesto que la película termina de manera opuesta y contradictoria a la versión televisiva, sin que haya medio de conciliar ambas versiones

Es esta discrepancia insalvable daña de manera irremediable al largometraje, en mi opinión. El final del capítulo televisivo era una conclusión perfecta para una de historia de personas cuyos deseos y apetencias no llegaban a coincidir en un mismo instanto. Por un lado, se tiene a un joven, que como todos los hombres inexpertos, en especial los de épocas de puritanismo, mezcla en su cabeza, sin darse cuenta de la imposibilidad evidente, un ideal de pureza inalcanzable con los aspectos más soeces de la consumación amorosa. Contradicción que deviene obsesión enfermiza, impidiéndole aceptar una realidad, viva y carnal, que poco tiene que ver con los fantasmas con que combate y a los que prefiere. Por otro lado, se halla una mujer ya madura y experimentada, cuya libertad sexual tiene más de huida hacia delante que de auténtica opción vital, meditada, sopesada y asumida en todas sus consecuencias. Lo que la llevará, en un momento de debilidad sentimental, a infligir un castigo desproporcionado a su admirador, para luego intercambiar lugares con él y heredar su misma obsesión.

Con esos mimbres, esta historia sólo podía concluir de una manera: mal. No con violencia ni aspavientos, sino con soledad, desencuentro y silencio, más demoledoras en su sencillez que cualquier grandilocuencia a las que nos han mal acostumbrados otras filmografías. Sin embargo, en la versión cinematográfica se nos ofrece una suerte de final feliz, cierta esperanza, un atisbo de reconciliación. 

En la que, quizás de más joven, hubiera podido creer, pero ya no, a mis años.

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