domingo, 25 de noviembre de 2018

La lista de Beltesassar (CCXXV): The Story of Stuff (La historia de las cosas, 2007) Louis Fox




























Como todos los domingos, continúo con mi revisión de la lista de cortos animados realizada por el misterioso profesor Beltesassar. Esta vez ha llegado el turno de The Story of Stuff (La historia de la cosa), corto realizado en 2007 por Louis Fox para The Story of Stuff Project, movimiento ecologista que intenta obrar un cambio fundamental en el modo que nuestra sociedad utiliza sus recursos naturales.

En la entrada anterior, con el Runaway (Desbocado, 2009) de Cordell Barker, había quedado de manifiesto un tema que pocas veces se suele asociar con la animación: la política. Dado que la animación es una forma para niños, tiene que ser amable y ligera, apartando la mirada de las cuestiones polémicas e incómodas. Sin embargo, desde sus inicios, animación y política siempre han ido de la mano, no sólo como medio de inculcar a los niños los valores de la sociedad a la que pertenecen, sino como medio de propaganda dirigido hacia los mayores. Así, durante la Segunda Guerra Mundial, todos los contendientes rivalizaron en utilizar la animación para concienciar a la población de la necesidad de mayores sacrificios o levantar su moral. Propósito en el que la animación norteamericana, con el apoyo de una industria construida  y consolidada en tiempo de paz, se llevó la palma.

The Story of Stuff es, por tanto, uno de los últimos ejemplos de esa vertiente tan importante en la historia de la animación. En este caso, desde un punto de vista ecologista de ambiciones mundiales, puesto que, en su concepción, conservar el planeta equivale a modificar por entero nuestro sistema productivo y el aparato político que lo sustenta. En concreto, pasar de una economía lineal, que esquilma el planeta para fabricar productos que se tiran a la basura casi enseguida, a una economía circular, en la que se intente aprovechar y reutilizar al máximo los escasos recursos de los que disponemos. Un cambio que supone un claro cambio de mentalidad, la del despilfarro y la despreocupación, pero sobre todo el dejar de considerar a personas, animales y ecosistemas como meros recursos comercializables, válidos sólo en la medida que tienen valor para ser explotados o para comprar los productos de la explotación.

Cada cual puede pensar lo que quiera sobre este mensaje. En mi opinión, está en lo cierto, y para demostrarlo sólo hay que pensar en como han crecido, en las últimas décadas nuestras necesidades energéticas personales. No sólo el incremento sin medida de los aparatos que tenemos que tener enchufados a la red, ordenadores, televisores, móviles, tabletas, consolas y tantos otros, consumiendo electricidad sin tasa, sino la velocidad con que hay que renovarlos porque consideramos que se han quedado anticuados. Por poner un único ejemplo, si en los 70 bastaba con tener un teléfono fijo en casa para toda la familia, aparato que podía tardar décadas en dejar de funcionar, ahora todos los miembros de la familia tienen su móvil, que hay que cambiar por obligación cada par de años, siga siendo funcional o no. Sin contar con que esos productos son de altísima tecnología y requieren materiales escasos, por lo que suponen un coste de producción y transporte cada vez más elevado , al proceder su componentes de las cuatro esquinas del mundo.

¿Vamos a peor, entonces?. Pues sí. Y tanto más cuanto en estos tiempos recientes se ha producido un claro giro hacia la derecha política en nuestras sociedades, cuando no hacia la extrema derecha. Partidos políticos para los que uno de sus enemigos es precisamente el movimiento ecologista, que con su regulaciones y protecciones nos impediría gozar de riquezas sin cuento, al alcance de todos por una bicoca. Sin darse cuenta nos acerca paulatinamente a un abismo del que, si caemos en él, ya no podremos escapar. Nos faltarán todos esos recursos que hemos malgastado.

No les entretengo más. Como siempre, aquí les dejo el corto. Véanlo y mediten sobre su mensaje. Quizás no sea una maravilla, desde el punto de vista estético, pero lo que dice es de máxima urgencia. Hoy más incluso que cuando se rodó. 



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