martes, 20 de noviembre de 2018

Voces y Miradas


Ya sabrán que me hago lenguas de la política expositiva del MNCARS, institución empeñada en trazar las muchas vías laterales del arte posterior a 1945 y las vanguardias históricas. Un tiempo artístico que el aficionado medio suele menospreciar, puesto que el arte de ese periodo va a quebrar los dos últimos tabúes de la tradición cultural Europea, el de la belleza y el del propio arte, hasta desembocar en el todo vale, todo me es indiferente, indisociable de nuestro presente postmoderno. El único pero que puedo poner a este loable afán es que demasiadas veces se produce un embotellamiento expositivo, como es el caso. Con cinco muestras simultáneas en el mismo museo, siempre hay alguna que se me queda sin ver, mientras que otras las visito de manera apresurada, sin poder saborearlas con fruición.

Dejemos a un lado las jeremiadas. Ya les hablado de la magnífica exposición de Dorothea Tanning, tan importante no sólo por la reivindicación de una pintora de gran inspiración, sino además por tratarse de una excepción aparente, la de mujer artista, dentro un movimiento, como el surrealista, tan machista y sexista en muchas de sus manifestaciones. En esa misma planta, la tercera del edificio antiguo del MNCARS, pueden visitarse otras dos exposiciones de no menor interés. Una dedicada al artista conceptual uruguayo Luis Camnitzer y otra al fotógrafo italiano Luigo Ghirri.


Empezando por el arte conceptual, la mayoría de sus manifestaciones adolecen de la misma carencia expresiva que pretenden solventar. El objetivo de toda obra de arte conceptual es dejar de un lado las ambiciones estéticas, considerados como un signo de conformismo político, cuando no una mordaza, para centrarse en el mensaje que se desea transmitir. Un acto comunicativo con el que se pretende actuar sobre el visitante, sacudir su conciencias, para obligarlo a tomar postura ante un problema político que le había pasado desaparecido hasta entonces.

Huelga decir que la gran mayoría de estos intentos fracasan de manera estrepitosa. En muchos casos se quedan en mero chiste o ocurrencia, que no tiene gracia ni siquiera cuando se explica. Con excepciones, como es el caso de Camnitzer. En esta exposición quedan bien de manifiesto dos rasgos que están ausentes en la gran mayoría de artistas conceptuales contemporáneos: un arrebatador aliento poético y una habilidad para aunarlo con la reivindicación política.

Un claro ejemplo es su Memorial, dedicado a las víctimas de la dictadura uruguaya de derechas de los años 70. Consiste en una reproducción, página por página, de la guía telefónica de Montevideo. con una sola variación. Aquí y allá se han insertado los nombres de los asesinados, sin que nada, excepto el conocimiento previo, pueda delatarlos. Conocido este hecho, esa inmensa lista anodina de nombres se ve infundida, de forma repentina, ya imposible de olvidar, de una angustia insondable. La de no poder reconocer, encontrar, recordar, a aquéllos que fueron hechos desaparecer.

Fotografía de Luigi Ghirri
No menos interesante es la amplia muestra de la obra del fotógrafo italiano Luigi Ghirri. En apariencia, sus fotos no pueden ser más banales, indistinguibles de las tantas fotos irrelevantes de tantos fotógrafos aficionados. Imagen tras imagen de ésas que se acumulan en viejas cajas, si eran analógicas, o en nuestras tarjetas de memoria y discos duros, sin son digitales. Así, en las tomas de Ghirri abundan calles anodinas, paisajes desolados, sin nada que en ellos denote una diferencia esencial, un valor sentimental, ya sea para quienes los habitan,  quienes los visiten o simplemente quienes los contemplen.

Sólo que cuando se contemplan con atención o cuando, como es el caso, se encuentra uno enfrentado  con cientos de imágenes similares, se descubre una clara intención, una mirada inequívioca, que unifica y hermana esas fotografías irrelevantes. Se trata de una tristeza, un desánimo, los provocados por la vida moderna y su falta de perspectivas, por su falta de autenticidad, de verdad, de auténtica capacidad de satisfacción, a pesar de que nuestra sociedad presuma, a cada instante, de ser capaz de proveer remedios para todos las necesidades, medios para todos los placeres.

Las fotografías de Ghirri muestran así paneles publicitarios, cuyos carteles se van haciendo jirones poco a poco, hasta desaparecer por completo. Lugares de esparcimiento, playas y parques de atracciones, donde la presencia humana es inexistente, convertidos por esa mera ausencia en espacios desolados, donde reina una perenne melancolía. Y sobre todo calles, esquinas, plazas, caminos, igualmente desprovistos de seres humanos, que parecen no llevar a ningún sitio, ser por esencia inhóspitos, servir sólo para extraviarse y perderse.

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