Palacio de Mheila |
Supongo que sabrán de mi amor por la arqueología, así que no tengo que explicarles el profundo dolor que me producen las repercusiones de la situación política actual en el Oriente Próximo sobre la conservación de su patrimonio artístico. A la interrupción de las excavaciones en Iraq y Siria, el saqueo generalizado debido al hundimiento de los estados respectivos y las necesidades de supervivencia de sus poblaciones, se ha unido la aparición de un extremismo religioso iconoclasta que busca rehacer el presente borrando el pasado. En su acciones lo peor no es ya que se vuelen unas cuantas piedras milenarias o que se saqueen museos, sino que esa destrucción sistématica utilizando medios tecnológicos modernos nos está cerrando las vías que nos permiten encontrar respuestas a preguntas como las causas del inicio de la agricultura, la fundación de ciudades o la invención de la escritura. Definitiva e irremediablemente
En medio de este pesimismo, un rayo de esperanza, en forma de exposición. Se trata de la organizada por el Museo Arqueológico Nacional - de verdad, si no han ido a verlo, háganlo inmediatamente - con el título En los confines de Oriente Próximo, dedicada a los hallazgos de las misiones arqueológicas españolas en los Emiratos Árabes Unidos (EAU). Se trata de una región que podríamos calificar de periferia de una periferia, alejada de los centros tradicionales de poder, como Mesopotamia, Irán, India o el ámbito grecorromano, e incluso de potencias secundarias que aparecían intermitentemente en las fuentes cuando chocaban con los poderes hegemónicos, como Saba en Yeman, Petra y el reino de los Nabateos, o la Armenia del Caucaso. Lugares aislados de los que sólo tenemos escasas alusiones, generalmente vagas y contradictorias, y donde no han quedado monumentos que asombren.
La importancia de estos hallazgos recientes se ve amplificada dado que los EAU es uno de los pocos lugares del Oriente Próximo, descartados Siria, Iraq y Yemen, cerrada Arabia Saudí, donde se puede realizar una labor arqueológica continuada en la que se apliquen las nuevas técnicas y procedimientos de esta disciplina. Aquéllas, precisamente, que la han hecho pasar de un mero saqueo de objetos curiosos y llamativos a transformarse en un herramienta que permita conocer el pasado humano, la forma en que las sociedades desaparecidas se organizaban, cultivaban y pensaban. Contempladas desde este punto de vista, las excavaciones en los EAU no pasarían de ser un mero laboratario de experimentación, cuyo resultado sería bastante magro: algunos nombres más que añadir al índice histórico, unos cuantos mapas de ciudades y plantas de edificios, grandes cantidades de cacharros de cerámica que irían cogiendo polvo en almacenes y vitrinas.
Así podría ocurrir, es cierto, pero la verdad es que las excavaciones en los EAU- en la ciudad fortaleza de Mheila, en las explotaciones agricolas de Al Madam - vienen a añadir una pieza perdida del puzzle del mundo de hace milenios. En concreto, arrojan un poco de luz sobre un misterio centenario, las relaciones entre Mesopotamia y la India, ecistentes ya desde tiempos de los Sumerios y la cultura de Harappa, en el tercer milenio a.C. Sabíamos, de los objetos encontrados en las excavaciones de ambas regiones, que entre estas culturas se habían establecido estrechos lazos comerciales, algo inesperados dada la época, la tecnología, las distancias y el hecho de que las rutas debían ser necesariamente marinas.
Teníamos las pruebas de los contactos, por tanto, pero nos faltaban los culpables. Quiénes habían sido los comerciantes que habían intercambiado esos objetos, si había sido por línea directa entre las civilizaciones destinatarios o bien mediante intermediarios. Los descubrimientos en los EAU señalan claramente a la existencia de intermediarios, al modo del reino Nabateo o Saba, que comerciaban con ambas partes y que tenían los suficientes conocimientos marineros, dada su cercanía al mar y los cambios estacionales de vientos y corrientes, para embarcarse en largas travesías. Una labor comercial que, por otra parte, sirvió para la creacción de auténticos reinos, con sus capitales y su arquitectura monumental como es el caso de la hasta ahora desconocida ciudad de Mhelia, capital de un reino de Oman en los siglos a ambos lados del inicio de nuestro calendario.
Un hallazgo ya de por sí importante, al permitirnos reconstruir esa historia desconocida, pero que palidecen ante otros descubrimientos menos espectaculares. Porque el gran tesoro de la exposición no es otro que la comunidad agrícola de Al Madam, donde se ha desenterrado una amplia red de canales subterráneos que recogían el agua de las montañas - o de los niveles freáticos -, para canalizarlas y distribuirla por unos cultivos situados en medio del desierto. El ingenio y la organización humana en su mejor exponente, al servicio de unos asentamientos humanos que sólo podían sobrevivir gracias a esos trabajos de ingeniería, que llegaban incluso a crear auténticas factorías de fabricación de adobe en medio del árido desierto, gracias al aprovechamiento de cada gota de agua.
Acequias en Al Madam |
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