martes, 19 de abril de 2016

No exactamente
























Les confieso que me he llevado una decepción con Bakemono no ko (¿El niño-bestia? ¿El hijo de las bestias? 2015) de Hosoda Mamoru. Este autor, tras su brillante entrada con Toki wo kakeru shoujo (La joven que manipulaba el tiempo, 2006), nos había obsequiado con otras dos películas de animación magníficas, Summer Wars (Guerras veraniegas, 2009) y Ookami Kodomo no Ame to Yuki (Los hijos del lobo: Yuki y Ame, 2012). Sin embargo, por mucho que deseáramos lo contrario, esta cadena de aciertos tenía que interrumpirse alguna vez y me temo que Bakemono no ko es ese patinazo, que espero sea sólo una pausa y no el comienzo de alguna decadencia.

Si se quisiese definir el encanto de las obras de Hosoda habría que apelar a una paradoja: el hecho de que parten de una estructura narrativa libre donde todos los elementos están perfectamente engarzados. Cada de sus películas se caracteriza por empezar con una  trama argumental y un tono narrativo muy preciso que a mitad de su metraje se modifica por completo, sin perder por ello nada de su unidad y su coherencia. Las películas de Hosoda transitan así de la comedia al drama con una facilidad pasmosa, sin rupturas ni contradicciones visibles, caso de Toki wo kakero Shoujo, donde la gozosa intranscendencia del principio se transforma en seriedad dolorosa; o bien cambian su punto de vista y su protagonista sin que esto suponga un merma de la unidad o del ritmo narrativo, caso de Ookami Kodomo no Ame to Yuki, que transita de la generación de los padres a la de los hijos sin que el problema de base que aborde varíe en sus condiciones esenciales.

El modo de Hosoda abunda así en digresiones en las que tanto el director como el público hallan placer en recorrer, pero que conviene perfectamente a lo que parece ser el tema subyacente a todas sus obras: el paso de la niñez a la madurez, el descubrimiento del mundo y sus servidumbres, la constitución de la personalidad de una persona.  Hosoda se convierte así en una excepción en el mundo del cine de animación y especialmente en el de las películas destinadas a los jóvenes, ya que es alguien capaz de narrar ese tiempo de dolorosa transición sin recurrir al cliché o al chiste fácil, sino caracterizándolo como edad de confusión e incertidumbre, de la que sólo se puede salir, si se sale, con las propias débiles fuerzas y eso las más de las veces a pesar de nosotros, que nos descubriremos como diferentes, distintos y contrarios a lo que creíamos y queríamos ser.

En ese sentido, Bakemono no ko, es una película tipo de Hosoda, que contiene la consabida narración de los problemas del crecimiento y la maduración - la búsqueda de un lugar propio en el mundo, en definitiva - y que realiza el también aconstumbrado quiebro a mitad de metraje, obligándonos a recorrer el camino contrario al que llevábamos visto y andado. Sin embargo, en esta ocasión y a diferencia de las obras anteriores, esta estructura tiene visos de fórmula, de esquema rutinario, de lista de la compra, donde el bagaje adquirido para el viaje inicial se revela innecesario, incluso embarazoso en las etapas finales.

No es que Bakemono no ko no tenga los habituales arranques impetuosos de las obras anteriores de Hosoda. Hay secciones aisladas, tanto líricas como dramáticas, aquietadas como dinámicas, que podrían figurar entre lo mejor de este director. Tampoco ocurre que la animación sea mala o desmerezca la narración, más bien al contrario, pues un claro en clara muestra del mucho bien que el ordenador ha hecho por la animación tradicional, aunque no lo parezca y no reparemos en ella - excepto en las escenas de multitudes, donde aún sigue chirriando el disfraz de 2D con que se disimulan los constructos en 3D, traicionados por lo mecánico de sus movimientos -. Sin embargo, a pesar de sus muchos aciertos parciales, estos no acaban de cuajar en un todo armonioso, en una estructura única.

De hecho, a pesar de tener una animación más simple, caso de Toki wo kakero Shoujo, o de vagar en círculos alrededor de una resolución dramática al que nunca se llegaba, caso de  Ookami Kodomo no Ame to Yuki, las obras anteriores de Hosoda eran fascinantes de principio a fín, se asemejabn a una corriente impetuosa que arrastraba al espectador, que no se podía por menos que seguir a donde ella quisiera arrastrarte, sin que le quedase la posibilidad de detenerse o de desviarse. En el caso de Bakemono no ko, por el contrario, la acción avanza a trompicones, titubea y se extravía. Acaba por conformarse con una resolución a la que le falta el apasionamiento, la necesidad, el goce y la liberación que sobraban y rebosaban en Summer Wars.

Y es que Bakemono no Ko se contagia del propio problema que ilustra, la condición anfibia de su protagonistas, escindido entre su naturaleza humana y los lazos que le ligan al mundo acogedor de las bestias que le han acogido. División e indecisión que, tan tanto a él como a la película, le llevan a quedarse a medias. 

O a obtener victorias que no son tales.

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