Como todos los domingos continúo mi con revisión de la lista de cortos animados realizada por el misterioso profesor Beltesassar. Esta vez ha llegado el turno a How a mosquito operates (Como trabajan los mosquitos), corto realizado en 1912 por el dibujante de cómics americanoWinsor McCay.
Como deberán saber, McCay es una de las pocas personas que pueden presumir de haber contribuido a fundar dos artes distintas: el cómic y la animación. Y cuando digo fundar quiero decir que su aportación a ambas fue decisiva, tanto, que aún hoy se le admira y toma como ejemplo. Es cierto que frente a la frondosidad, extensión y complejidad de su obra en viñetas, sus cortos animados pueden parecer menores y deslucidos, pero no hay que olvidar que en el caso del cómic, McCay sólo necesitaba un lápiz y su imaginación, además de apoyarse en una tradición centenaria de dibujo caricaturesco, mientras que en el campo de la animación todo estaba aún por hacer y los medios a su disposición eran harto primitivos.
Esa carencia de herramientas, de ejemplos y de una tradición explica que McCay nunca llegara a autilizar la animación por acetatos, que separa el plano de la imagen en fondo fijo y personajes móviles, sino que siempre dibujara el plano por entero en cada fotograma, con la consiguiente caída de productividad y el riesgo de un error que diera al traste con el trabajo entero. Aún así, a pesar de estas dificultades, tanto externas como autoimpuestas, McCay se las arregló para crear la primera representación verosímil del movimiento, tanto de personajes aislados como de grupos, trasladó de manera brillante sus cómics a la gran pantalla e incluso abordó temas serios como el hundimiento del transatlántico Lusitania. Unos logros que explican porque Chuck M. Jones no exageraba al decir que sólo en 1940 la animación americana había logrado superar el legado de McCay.
How a mosquito operates es un ejemplo magnífico del genio de McCay. Partiendo de una anécdota banal - como un mosquito intenta picar, una y otra vez, a un obeso durmiente -, McCay realiza un alarde de imaginación. No sólo acierta, una y otra vez, en la reproducción del movimiento, las dudas del hombre antes de irse a la cama, los sucesivos despertares al recibir la picadura, los complejos movimientos de las seis patas del insecto, cada una tratada por separado; sino que consigue trasladar este hecho intranscendente a otro ámbito representativo, el de la caricatura, donde el mosquito aparece retratado como un viajante comercial que transporta consigo las herramientas de su oficio.
El resultado, como no podía ser de otra manera, es un corto magnífico, donde sencillez narrativa y ambiciones estéticas se complementan de manera perfecta, sin molestarse la una a la otra. Muy al contrario, ayudándose para que una anécdota tan simple como ésta acabe asombrándonos y maravillándonos.
No les entretengo más. Como todos los domingos, aquí les dejo el corto. Disfrútenlo, porque a pesar de tener ya más de un siglo a sus espaldas, en nada desmerece a lo que se hace actualmente.
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