sábado, 19 de octubre de 2013

Forgotten Gems

















Como deberían saber los que sigan este blog, la historia de la animación según Disney (tm) se reduce a los clásicos que esa productora ha ido estreando durante más de ocho décadas, periodo durante no existió ninguna otra animación que mereciera la pena fuera de ella. Si acaso, se llegaba a aceptar la excepción de la Warner, pero mirándola con cierta condescencencia, como un producto barato, destinado a la risa fácil, sin la perfección técnica o la amplitud de miras de las obras de la multinacional del ratón.

Este credo, animación es Disney y Disney es animación, es aceptado - y propagado -  por la mayoría del público y amplios sectores de la crítica - ya conocen mi opinión sobre la Nouvelle Vague y la animación - pero al mismo tiempo convierte la animación americana de los años 20 y 30 en una especie de cueva de Alí-Baba para todo aficionado a la animación con un poco de inquietud y curiosidad. Es cierto que no todo maravillas, ahí estón los producto en serie de Terrytoons o Walter Lantz, grandes figuras de la animación que pronto cayeron en la rutina y el dinero fácil, pero a su lado se alzan auténticos gigantes, genios de esta forma sobre los que ha caído un injusto silencio, roto sólo con la primavera de la animación televisiva que comenzó en los años 90 con los Simpons y que puede estar a punto de concluir.

El nombre más importante entre esos creadores semiolvidados es el de los Fleischer, Max y Dave, que en su tiempo fueron los principales contrincantes de la estrella en ascensión que fue Walt Disney, y quizás los únicos que pudieron hacerle sombra e incluso derrotarle. Parte de esa reivindicación reciente a la que hacía referencia se debe a que su estilo - el de plenitud - se halla en las antípodas de Disney, y por ello mismo resulta mucho más atractivo a nuevas generaciones de animadores que han crecido a la sombra del estilo vencedor.

Allí donde Disney intenta brillar en la perfección técnica, reproduciendo de forma realista y coherente la física del movimiento - aunque traicionándolo cuando es necesario conseguir un efecto cómico -, los Fleischer no prestaban atención a esas cualidades, de forma que sus cortos acaban teniendo un acabado tosco, en el que ni siquiera se sincronizan las voces con el movimiento de los labios - muchos de los chistes hablados parecen "morcillas" sonoras añadidas a posterior por los actores una vez construida la animación - mientras que todo, historia, coherencia, se supedita a la creación de chistes visuales cuya relevancia y permanencia se reduce a las risas que puedan producir en el publico asistente a la proyección.

Los cortos de los Fleischers son por tanto desarreglados y desordenados, anárquicos y excéntricos, descarados e insolentes. cualidades que en sí son negativas, pero que les dotan de una vida, de una espontaneidad y una frescura que siguen bien vivas ochenta años más tarde, cuando la mayoría de los cortos de la Disney han devenido auténticos sepulcros cuyo único valor es el recordatorio. Como puede suponerse, esas características hacen que la producción Fleischeriana sea muy desigual, pero también consigue que el aficionado no tenga pereza a la hora de ver uno más de sus cortos. Sus corto son impredecibles, todo puede cobrar vida en ello y cualquier situación o desenlace es posible, así que en cualquier momento un corto aburrido e intrascendente puede llegar a los más alto, simplemente porque los dos hermanos - y su amplísima nómina de animadores entre las que figuraron algunos de los más grandes - habra tenido, como se dice, visión de gol, y hayan descubierto que tal elemento inanimado puede convertirse en el protagonista absoluto de una de sus historia o que pueden ir un poco más allá, atreverse a representar lo que otros más timoratos no se atreverían a plasmar.

Por todo lo anterior, como pueden imaginarse, llevo varias semanas disfrutando de lo lindo con los cortos de Betty Boop realizados por los Fleischer, especialmente aquellos en que su exuberancia no se veía coartada por las absurdas normas del código Hays.

Así que aquí les dejo una de sus obras más surrealistas, con uno de los finales más descarados que se hayan visto.


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