El último de los extras de la serie The World at War lo analice en extensión la semana pasada, pero no quería cerrar esta larga serie de reseñas si hacer una evaluación genérica de toda la serie. En sí, este juicio final podría resumirse en una sóla línea, el hecho de que su edad es al mismo tiempo una ventaja y una desventaja.
El haberse rodado a principios los años setenta, treinta años tras el conflicto permitió que se incluyeran entrevistas con los protagonistas del conflicto, desde los altos cargos - como Albert Speer, Arthur Harris o Vannebar Bush - hasta soldados rasos y amas de casa. En aquella época muchas de estas personas aún estaban en activo - o apenas jubiladas - lo que confiere a sus testimonios una especial relevancia, ya que su memoria y su juicio no estaban aún nubladas por la ancianidad, como es el caso de muchos otros recogidos por historiadores de (exagerado) renombre en la década de los 90 y la primera del siglo XX.
Es cierto, no obstante, que estos testimonios se presentan sin análisis crítico alguno, lo cual es un arma de doble filo, ya que como dice el autor castellano muchos de ellos - los más inteligentes - intentan arrimar el ascua a su sardina, para aparecer como disidentes dentro de la locura - caso de Speer - o depositarios de cierta voluntad popular incontestable - lo altos cargos japoneses, un país que aún no ha aceptado completamente los crímenes de guerra que cometió en el conflicto. Otros, como digo no son lo bastante hábiles o inteligentes, o simplemente lo que se conocía ya de su actuación y decisiones impedía que pudieran refugiarse tras una nube de mentiras o que pudieran engañarnos. Tal es el caso de Arthur T. Harris, defendiendo la moralidad de la campaña de bombardeo estratégico sobre Alemania, o de Otto Remer, cantando las alabanzas del nazismo, en el refugio español proporcionado por el dictador Franco.
Este es precisamente uno de los grandes defectos de la serie, el hecho de que en los cuarenta años que han pasado desde la seríe nuestro conocimientos sobre el conflicto ha aumentado de manera dramática, demoliendo muchos mitos y justificaciones que en esa época aún parecía sólidos, o simplemente descubriendo datos desconocidos que han cambiado completamente nuestra visión. El más llamativo es la existencia de Ultra, la decoficiación en Bletchley Park de los mensajes cifrados alemanes emitidos con la máquina, que permitía a los aliados saber la intenciones alemanas y actuar en consecuencia. Ultra por supuesto, no es mencionada ni una sola vez a lo largo de la serie, de manera que la victoria en la batalla del Atlántico se atribuye a los avances técnicos - el radar centimétrico o el erizo - o las nueva tácticas - el uso de bombarderos pesados para cazar a los submarinos alemanes o el despliegue masivo de portaviones de escolta que crearan un paraguas aéreo sobre los convoyes. Unos factores que ayudaron a equilibrar la balanza en la primavera de 1943, pero que hubieran alargado el resultado si no fuera porque la lectura de los códigos alemanes permitía a la marina aliada anticiparse a los ataques de las Wolfpack.
Por otra parte, en los últimos años se ha publicado una inmensa cantidad de diarios y testimonios contemporáneos del conflicto - especialmente en el lado alemán - que ayudan a corregir las percepciones que teníamos sobre la connivencia de la Wehrmacht con el régimen nazi o el conocimiento que la población alemana tenía sobre las atrocidades en Rusia o el Holocausto. Durante largas década persistió un míto interesado según el cual la Wehrmacht y sus generales habían sido los alemanes buenos, dignos de admiración y elogio, y por supuesto opuestos a las atrocidades que Hitler, el partido y las SS estaban cometiendo. La investigación de los historiadores alemanes, basada en parte en estos testimonios, ha mostrado que los generales alemanes nunca hicieron remilgos a aceptar las recompensas que el dictador apilaba sobre ellos y que desde el día 1 de la campaña en Rusia las unidades de la Wehrmacht estuvieron a disposición de los Einsatzkomandos para todo lo que hiciera menester. Peor aún, dado el carácter racista del combate contra la URSS entre la raza aira superior y el infrahombre eslavo, la Wehrmacht se sumió en una espiral deshumanizadora en la que todo acto criminal cometido contra el enemigo estaba plenamente justificado: es más, era absolutamente necesario para conseguir ese pronto final de la guerra que Alemania ansiaba.
Para concluir, la edad de la serie tiene aspectos beneficiosos en lo que afecta a su formato. Rodada cuando la publicidad no era lo único que se podía ver en televisión, ni cada cadena tenía que competir a muerte con sus contrincantes, la serie se pudo permitir tener 26 episodios de casi una hora de duración, además de incluir las imágenes de archivo sin manipulación - por ejemplo coloreándolas o pasándolas a 16:9 como ha ocurrido con la edición en BR -. Este logro sería imposible hoy en día, de manera que el análisis que se realiza de cada evento relatado es de una profundidad inusual e insospechada en la televisión... que aún así no es bastante, de manera que hechos cruciales son apenas aludidos y la secuencia temporal de acontecimientos se hace difícil de seguir. Algo a lo que no ayuda que el punto de vista sea eminentemente británico, lo que le lleva a malgastar tiempo en hechos y batallas que sólo tienen interés para el público de esa nacionalidad.
El haberse rodado a principios los años setenta, treinta años tras el conflicto permitió que se incluyeran entrevistas con los protagonistas del conflicto, desde los altos cargos - como Albert Speer, Arthur Harris o Vannebar Bush - hasta soldados rasos y amas de casa. En aquella época muchas de estas personas aún estaban en activo - o apenas jubiladas - lo que confiere a sus testimonios una especial relevancia, ya que su memoria y su juicio no estaban aún nubladas por la ancianidad, como es el caso de muchos otros recogidos por historiadores de (exagerado) renombre en la década de los 90 y la primera del siglo XX.
Es cierto, no obstante, que estos testimonios se presentan sin análisis crítico alguno, lo cual es un arma de doble filo, ya que como dice el autor castellano muchos de ellos - los más inteligentes - intentan arrimar el ascua a su sardina, para aparecer como disidentes dentro de la locura - caso de Speer - o depositarios de cierta voluntad popular incontestable - lo altos cargos japoneses, un país que aún no ha aceptado completamente los crímenes de guerra que cometió en el conflicto. Otros, como digo no son lo bastante hábiles o inteligentes, o simplemente lo que se conocía ya de su actuación y decisiones impedía que pudieran refugiarse tras una nube de mentiras o que pudieran engañarnos. Tal es el caso de Arthur T. Harris, defendiendo la moralidad de la campaña de bombardeo estratégico sobre Alemania, o de Otto Remer, cantando las alabanzas del nazismo, en el refugio español proporcionado por el dictador Franco.
Este es precisamente uno de los grandes defectos de la serie, el hecho de que en los cuarenta años que han pasado desde la seríe nuestro conocimientos sobre el conflicto ha aumentado de manera dramática, demoliendo muchos mitos y justificaciones que en esa época aún parecía sólidos, o simplemente descubriendo datos desconocidos que han cambiado completamente nuestra visión. El más llamativo es la existencia de Ultra, la decoficiación en Bletchley Park de los mensajes cifrados alemanes emitidos con la máquina, que permitía a los aliados saber la intenciones alemanas y actuar en consecuencia. Ultra por supuesto, no es mencionada ni una sola vez a lo largo de la serie, de manera que la victoria en la batalla del Atlántico se atribuye a los avances técnicos - el radar centimétrico o el erizo - o las nueva tácticas - el uso de bombarderos pesados para cazar a los submarinos alemanes o el despliegue masivo de portaviones de escolta que crearan un paraguas aéreo sobre los convoyes. Unos factores que ayudaron a equilibrar la balanza en la primavera de 1943, pero que hubieran alargado el resultado si no fuera porque la lectura de los códigos alemanes permitía a la marina aliada anticiparse a los ataques de las Wolfpack.
Por otra parte, en los últimos años se ha publicado una inmensa cantidad de diarios y testimonios contemporáneos del conflicto - especialmente en el lado alemán - que ayudan a corregir las percepciones que teníamos sobre la connivencia de la Wehrmacht con el régimen nazi o el conocimiento que la población alemana tenía sobre las atrocidades en Rusia o el Holocausto. Durante largas década persistió un míto interesado según el cual la Wehrmacht y sus generales habían sido los alemanes buenos, dignos de admiración y elogio, y por supuesto opuestos a las atrocidades que Hitler, el partido y las SS estaban cometiendo. La investigación de los historiadores alemanes, basada en parte en estos testimonios, ha mostrado que los generales alemanes nunca hicieron remilgos a aceptar las recompensas que el dictador apilaba sobre ellos y que desde el día 1 de la campaña en Rusia las unidades de la Wehrmacht estuvieron a disposición de los Einsatzkomandos para todo lo que hiciera menester. Peor aún, dado el carácter racista del combate contra la URSS entre la raza aira superior y el infrahombre eslavo, la Wehrmacht se sumió en una espiral deshumanizadora en la que todo acto criminal cometido contra el enemigo estaba plenamente justificado: es más, era absolutamente necesario para conseguir ese pronto final de la guerra que Alemania ansiaba.
Para concluir, la edad de la serie tiene aspectos beneficiosos en lo que afecta a su formato. Rodada cuando la publicidad no era lo único que se podía ver en televisión, ni cada cadena tenía que competir a muerte con sus contrincantes, la serie se pudo permitir tener 26 episodios de casi una hora de duración, además de incluir las imágenes de archivo sin manipulación - por ejemplo coloreándolas o pasándolas a 16:9 como ha ocurrido con la edición en BR -. Este logro sería imposible hoy en día, de manera que el análisis que se realiza de cada evento relatado es de una profundidad inusual e insospechada en la televisión... que aún así no es bastante, de manera que hechos cruciales son apenas aludidos y la secuencia temporal de acontecimientos se hace difícil de seguir. Algo a lo que no ayuda que el punto de vista sea eminentemente británico, lo que le lleva a malgastar tiempo en hechos y batallas que sólo tienen interés para el público de esa nacionalidad.
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