En la cita semanal con las recopilaciones de Beltesassar, le ha llegado el turno a Birthday Boy, realizado en 2004 por el coreano Sejong Park. En realidad había otros dos cortos antes que éste, pero ya los había comentado dentro de la lista de Annecy, así que he prefereido saltármelos.
Como les había señalado al iniciar esta serie de comentarios, las recopilaciones de Beltesassar tienden a recoger mucha animación reciente, y con ello el giro hacia la 3D y los CGI que es prevalente en esta forma desde el cambio de siglo, aproximadamente. El problema es que en muchos aspectos, la animación 3D sigue siendo una técnica "en construcción", especialmente si se considera que su - único - objetivo es la reproducción hiperrealista del mundo visible, hasta devenir indistinguible. Éste afán por el perfeccionamiento continuo provoca que productos de apenas una década de antigüedad nos parezcan ahora primitivos, toscos y burdos, aún cuando en su momento eran muestras de lo apenas alcanzable, fragmentos de lo nunca visto antes, paradigmas del asombro.
Este efecto de envejecimiento acelerado es devastador para la mayoría de esas obras, especialmente aquellas que buscan subrayar ese hiperrealismo consustancial a la 3D, pero cuyos defectos son ahora demasiado evidentes. Ahora, pasado el tiempo su único interés estriba en ser obras de transición, peldaños en la escala de esa perfección cuya razón empieza a aparecer carente de todo sentido, ya que ese pretendido mimetismo a ultranza de la realidad acaba por vaciar a la animación de todo aquello que la hacía importante e incluso necesaria.
El corto de Park, como tantas otras obras de la corta historia de la 3D, aparece prematuramente envejecido, traicionado por esos algoritmos que en su momento eran la última Thule de esta técnica. Son demasiado evidentes ciertos detalles puestos allí solo para demostrar las fortalezas de la técnica, como las arrugas del gorro del protagonista o las texturas de su casa, que debido a su propia perfección chirrían con otros elementos que la técnica de entonces no permitía poner al mismo nivel. Entre ellos pueden contarse el oscilar demasiado líquido de las orejeras de ese mismo gorro, el andar deslizándose del protagonista o ciertos movimientos corporales que quedan sin fuerza y sentido, ya que los algoritmos no permitían las traíciones a la literalidad tan corrientes en la animación de 2D y que en manos de un animador perfecto la dotarían de fuerza, energía y personalidad.
Aún así, a pesar de este claro envejecimiento de sus métodos técnicos, el corto de Park sigue siendo notable. El secreto de su pervivencia se halla en que utiliza la 3D de manera muy discreta, casi con sordina, sin caer en esos planos pirotécnicos tan propios de la escuela americana. Ese manera silenciosa es especialmente apropiada a la historia que se narra en el corto, los vagabundeos de un niño coreano el día de su cumpleaños, en el que pequeños detalles aislados e inconexos, nos van descubriendo el estado de guerra, la guerra de Corea, en el que transcurre su existencia. Una guerra lejana, no se sabe si con su frente de operaciones al norte o al sur del pueblo en el que vive, pero cuyas repercusiones afectan a todo el país, ya sea en forma de aviones derribados, trenes militares, o padres ausentes cuyos regreso parece completamente improbable.
Es por tanto, esa visión disociada de los infantes, en que la mayor de las tragedías se muestra mezclada con los juegos infantiles, la que este corto es capaz de describir con toda precisión, de forma menor y lateral, evitando los peligros, la pirotécnia, demasiado común a la práctica de la 3D.
Como siempre, les incluyo aquí el corto para que lo disfruten... y para que se formen su propio criterio.
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