Como les anuncié la semana pasada, voy a comenzar a revisar las compilaciones de cortos animados realizadas por el misterioso Beltesassar (cuya lista podrán ir consultando en esta página). Por casualidades del destino, el primer corto es 25 Ways to quit smoking, realizado en 1989 por Bill Plympton.
Bill Plympton no es un desconocido para el aficionado medio. De hecho, podría decirse que constituye la cabeza de visible de un amplio y variado grupo de animadores a los que podría aplicarse la vaga etiqueta de "Escuela de Nueva York". Este apelativo en realidad sólo hace referencia a una curiosidad geográfica, el hecho de que los animadores independientes americanos suelen concentrarse en la costa este, más o menos cerca de Nueva York, mientras que la animación comercial sigue siendo un producto hollywodiense, de la costa Oeste, de manera que esta oposición estética se revela también en la geografía.
No obstante, como deberían saber todos los que sigan este blog o mis comentarios a la lista de 100 cortos de Annecy, debería saber que estas fronteras y estéticas son bastantes permeables. La animación clásica norteamerica siempre tuvo mucho de experimental, o al menos de excéntrica e inclasificable, de forma que uno de los grandes estudios de los 40 y 50, la UPA, puede considerarse como el introductor del modernismo artístico en la animación como forma respetada y válida, fuera de personalidades aisladas en las décadas anteriores. En realidad, la fosilización de la animación como forma menor e infantil, es un espejismo creado por la consagración del estilo Disney y la prevalencia de la animación barata televisiva, dos efectos que siguen envenenando nuestra percepción de esta forma aún hoy.
Plympton, como he indicado, es la cabeza más visible de esa variopinta animación independiente americana concentrada en la costa este. Esta independencia de las grandes productores no implica en su caso una renuncia a las grandes constantes/aciertos de la animación clásica americana, cuyo mejor ejemplo no Disney es legado que nos dejo la Warner y sus directores de animación. Ese estilo tan reconocible sigue siendo el material de partida de casi toda la animación americana y se basa en dos pilares fundamentales: la mirada irónica y sardónica sobre la existencia humana - algo que bien mirado es el fundamento de cualquier comedia teatral que se precie - y el reconocimiento de que no existen límites, ni físicos, ni algorítmicos, a lo que el lápiz pueda dibujar.
Plympton se haya especialmente bien dotado para manejar esta doble vía, de manera que el comentario caústico sobre las convenciones sociales se ve reforzado por falta de restricciones a la hora de expresarlas, de manera que no le importa deformar, destruir, desmontar y descuartizar la figura humana, a sabiendas de que en el siguiente plano volverá a estar recompuesta. De esta manera, sus mejores cortos se articulan en una serie de pequeñas viñetas, una secuencia de órdagos en los que se va de exceso en exceso, en una progresión que parece no tener fin ni coherencia aparente, pero que exige una rigurosa medida del tiempo, a sabiendas de que el más mínimo traspiés puede hacer que todo se venga abajo.
Desgraciadamente, esto provoca que el mejor Plympton sea el de los cortos, ya que esta tensión no se puede mantener indefinidamente. De esta manera, sus largos, como los de muchos animadores que cambian de formato, tienden a ser una concatenación de cortos deslavazados, y sus mejores filmes son precisamente aquellos que agrupan la mayor cantidad de cortos notables o no tienen miedo de presentarse como recopilación disfrazada... al menos hasta Idiots and Angels, su largo más equilibrado hasta la fecha.
Como en ocasiones anteriores, les dejo con el corto. Que lo disfruten y ya saben, una de las grandes ventajas de la animación es que es una de las pocas formas cinematográficas en las que el cine mudo sigue bien vivo, y con él la prevalencia de la imagen sobre el sonido, hasta el extremo de convertirse en su razón de ser.
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