miércoles, 18 de mayo de 2005

Leute am Sonntag (y 2)

Hablaba anteriormente de la aparente falta de intencionalidad política de esta cinta, lo cual entra en contradicción con el hecho que la mayoría de sus creadores terminarían sus carreras en EEUU huyendo de la dictadura nazi. Evidentemente, no estamos tratando con un grupo de formalistas apolíticos que sólo se preocupan de reflejar la realidad, tal y cual es, o como la imaginan, sin intentar ver que hay más allá de las imágenes que capturan. Algo no casa en todo esto. No es el tipo de cine que esperaríamos de gente comprometida.

Esta paradoja tiene fácil solución. Al contrario de muchas cintas que se anuncián hoy en día como comprometidas, en las que un mensaje avanzado se ilustra con formas manidas, el ideario político de esta película se encuentra en su forma y estructura. Se trata de construir un cine para el pueblo y por el pueblo, creado por esa misma masa anónima y apreciado por esa misma masa, un cine que refleje la realidad y los problemas cotidianos, las vivencias y decepciones del hombre corriente.

Un cine que no busque el aplauso de autroproclamados círculos selectos o encerrarse en altas torres de márfil. Un cine que contenga el orgullo de la gente corriente, pero que no sea forzadamente proletario, gozoso en la bajeza y la vulgaridad, como muchas cintas de hoy en día. Sólo los ricos, los hijos de papá, los hastiados del lujo y la facilidad, encuentran placer en revolcarse en el barro y presumir luego de ello, una vez que vuelven a sus mansiones, mientras que aquellos que viven en la misería el día entero, sólo piensan en huir de ella.

Sueños. Sueños. Sueños. El trabajador, tras una dura jornada, no desea encontrarse de nuevo con su vida, no quiere que vuelvan a hurgar en la herida de su vida sin sentido, sin salidas, sin esperanzas, de la que existencia que malgasata día a día.

Así que al final, sólo vieron la película aquellos círculos selectos de los que se quería huir, y los mismos autores se construyeron su propia cárcel de oro. El público al que querían hablar les dio las espalda.

Su experimento se reveló un huevo huero.

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