miércoles, 26 de diciembre de 2018

Los muchos caminos/las pocas vías

Zao Wou-Ki

Varias veces les he recalcado que el gran defecto de las exposiciones del MNCARS es su exhaustividad, que llega a ser abrumadora. Para demostrar fehacientemente y sin fisuras la tesis propuesta se recurre a todo tipo de ejemplos, acumulados de manera insistente, incluso reiterativa. En sí, esto no es una mala táctica, ya que permite estudiar en profundidad a un artista, en las monográficas, o realizar comparaciones insospechadas, en las colectivas, tanto de manera sincrónica como secuencial. El problema viene cuando coinciden tres o cuatro exposiciones de primera categoría, como es el caso, y el aficionado se queda sin tiempo para exprimirlas. Es decir, encuentra que no dispone de cuatro o más horas libres, para verlas con la atención que se merecen.

Es lo que me he ocurrido, hoy mismo, con la exposición enciclopédica París Pese a Todo: Artistas extranjeros, 1944-1969. Tras haber recorrido, con tranquilidad y detenimiento, las tres muestras de la tercera planta, dedicadas a Camnitzer, Ghirri y Tanning, para cuando he llegado a la primera planta apenas me quedaba ya tiempo para otra cosa que una visita superficial y apresurada. Tanto peor, porque la importancia y pretensiones de esta exposición son considerables. Ni más ni menos, narrar la evolución del arte en París, mediante las obras de los artistas extranjeros que allí confluyeron, desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta la conclusión de la década prodigiosa de 1960. O en otras palabras, recorrer los multiples y multiformes informalismos;  la evolución de la abstracción, ya sin sus fundadores; las muchas variantes del Art Brut, el feísmo, el desengaño y desconfianza artística y filosófico de postguerra; para terminar con los idealismos políticos renovados de 1960 y la irrupción del arte pop, ya fuera ésta para bien o para mal.


Todo ello, no en los nombres famosos que un aficionado pueda reconocer al instante, aunque los hay, sino en una vasta nebulosa, mal definida y de limites cambiantes, de pintores y escultores representados con una única obra, que sólo tienen en común un rasgo: coincidir en ese país durante postguerra para constituir lo podría ser una "segunda" escuela de París, una vez que la primera, la de antes del conflicto mundial, se había disuelto y dispersado. Artistas de los que, por otra, parte, se nos avisa que unos persistieron y perserveraron en su arte, mientras que otros se apartaron y desvanecieron por completo, a pesar de las muchas esperanzas y expectación que despertasen en su momento.  Un destino que la exposición no nos revela en ningún momento, fuera de aquellos nombres famosos que el aficionado ya conociese, y que nos obligan a enfrentarnos conj nuestros propios medios con la obra y su  posible calidad. Sin fiarnos ni aprovecharnos en lo que nos hayan contado o señalado de antemano.

Como dos conceptos opuestos, pero sin embargo hermanados, al ser centrales en la interpretación del arte posguerra: el de una prolongación de la escuela de París frente a la transmisión del testigo de la vanguardia de París a Nueva York

Erró
Lo innegable es que la Segunda Guerra Mundial supuso una ruptura en la evolución de la vanguardia parisina. La mejor prueba la suministra la propia exposición al señalar como en el imaginario popular, plasmado por Hollywood mediante películas como An American in Paris (Un Americano en París, 1952) de Vincente Minnelli, la vida artística de esa ciudad se retrotraía a los años 20 y 30, a esa mítica escuela de París. Un conjunto de artistas de origen extranjero, a los que se suponía una vida bohemia, cuyo principal lazo de unión era no formar parte de movimiento alguno, fuera de nutrirse de los hallazgos de los ismos de principios de siglo: la liberación de la línea y del color, usadas ahora para traducir la subjetividad del artista. Estilos personales unificados por otra característica, la búsqueda clara y persistente de la belleza, esa nueva belleza de raigambre impresionista que el gran público había aprendido, por fin, a apreciar y a amar.

Nada de eso quedaba ya en el arte parisino de postguerra. La belleza había sido quebrada por el horror del conflicto y nunca más volvería a ser una aspiración de los artistas. Por otra parte, esa indepedencia unificadora de la Escuela de París no volvería a darse jamás. La mayoría de los pintores de la posguerra buscarían adscribirse alguno a de los muchos ismos vigentes, ya fueran nuevos o antiguos, e incluso acuñarían unos pocos, como el fugaz movimiento Cobra o el Lettrismo de Isodore Isou y Maruice Lemaitre. Tiempos, por tanto, de busca acelerada, casi desesperada, en donde lo encontrado hoy podría dejar de ser válido mañana. Explicación, quizás, de gran parte de los nombres que la muestra recoge sean los de ilustres desconocidos, flores del día, devoradas por una actualidad que ya en aquellos tiempos era trepidante e implacable.

¿Y la migración hacia los EE.UU? Pues como tantas otras verdades artísticas, lo es a medias. Es cierto que la función se trasladó al otro lado del Atlántico, donde ocuparon el escenario, primero el Expresionismo Abstracto, luego el Pop Art; pero no es menos cierto que en Europa hubo una explosión de Informalismos varios, seguidos por una eclosión de Nuevos Realismos a principios de los 60, que en muchos casos derivaron hacia el Pop. Esa efervescencia cultural de una Europa arrasada, tan vital y contraria a la versión de la migración por agotamiento, ha sido narrada ya en otras muestras, tanto en el MNCARS como la Juan March, e incluso algunos de los artistas citados en ellas repiten en ésta. Volvemos otra vez a comprobar, por tanto, que el arte Europeo no se encerró en la mera repetición de los logros del pasado, sino que supo encontrar nuevas vías, aunque no se siguieran todas y muchas de ellas desembocarán en callejones sin salida

Para concluir. Tengo que volver con tranquilidad. Para asimilar bien lo que he podido ver allí y tejer un tapiz coherente de ese tiempo convulso y confuso. Pero sobre todo, para anotar nombres de artistas y de obras, de los que las capturas que ilustran esta entrada representan una minúscula muestra. Entre otras cosas, para descubrir cual fue su destino posterior.

Quienes siguieron adelante, quienes se extraviaron y desaparecieron.

Grand Table Antifasciste Collectif (Baj, Crippa, Erró, Lebel, Recalcati)





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