martes, 2 de octubre de 2018

Cine Polaco (LII): Personel (El personal, 1975) Krysztof Kieslowski
































En la entrada anterior les comentaba la sorpresa que me había producido el encuentro con la obra de Kieslovski anterior a Dekalog (Decálogo, 1988). Es cierto que ya había visto  Przypadek (El Azar, 1987), pero en ella ya estaban claros, aunque en germen, muchos de los rasgos de su estilo más conocido, ése que asombraría a todos tras Dekalog. Por resumirlo en una palabra, estas obras primeras me parecen prosaicas, sin que esto suponga un desdoro ni un reproche. Se hallan atadas a una realidad concreta, la de la Polonia comunista de las décadas de 1970 y 1908, perfectamente rastreable y reconocible hasta en los más nímios detalles, sin la atemporalidad y universalidad de sus obras posteriores.

En Personel (El personal, 1975) me ha sorprendido otro elemento que era central y determinante en Przypadek: su profunda intencionalidad política, de enfrentamiento y denuncia, aunque sea solapada, de un régimen y un sistema. En apariencia, ese posicionamiento se hallaría en clara contradicción con la universalidad de su obra tardía, pero una mirada atenta nos lleva a descubrir que no existe esa separación. Durante toda su filmografía, Kieslowski ha estado obsesionado con plasmar en imágenes profundos dilemas morales, de esos que sitúan a sus personajes en encrucijadas existenciales. Requiriendo decisiones ineludibles de las va a depender su vida posterior y de las que se desprenderá un inevitable juicio moral, ya condena, ya aprobación. Aunque las más de las veces se acabe embarrancado en una zona de penumbra, donde nadie es completamente culpable o inocente

El caso extremo es Przypadek, filme en el que se mostraban todos los posibles caminos y consecuencias, dictados por un azar que se tornaba ineluctable, de manera que la decisión del protagonistas estaba ya determinada antes incluso de que llegase a plantearse el problema moral. En su caso, la decisión de colaborar o no con el régimen comunista. Bien convirtiéndose en soporte de la mentira, bien en resistente frente a la ignominia. Sin llegar a las audacias de esa otra cinta, Personel  presenta amplias concomitancias con Przypadek. En concreto, como un joven con iniciativa, pero ingenuo y sin esperiencia, acaba por ser reclutado como informador del régimen, sin que, como bien indica Kieslowski, llegue a darse cuente nunca de la gravedad de la decisión que va a tomar, ni de las consecuencias que su nuevo papel tendrá para sus allegados y amigos. En especial, para los más cercanos, para los que más confianza tienen en él.

Caída que, y en esto se distingue Personel de Przypadek, se debe asímismo a una incipiente quiebra de los ideales juveniles. El ambiente que Kieslowski describe es el del teatro entre bastidores, con todo el trabajo monótono y frustrante que implica montar una función, agravado por los inevitables celos y rencillas. Como bien señala otro de los personajes, el único amigo del protagonista entre el personal de la compañía, ya más resabiado, y por tanto, frustrado, resentido y amargado, en esos ambientes de creación artística de lo que menos se habla es de arte. Y no es que éste haya sido sustituido por la superficialidad, por el desapego y cinismo natural de los que lo ven como oficio y esfuerzo diario, sin recompensa. No, la cuestión es que su espacio ha sido colonizado, contaminado por directrices e imposiciones políticas dictadas desde el partido. En ese sistema por fortuna muerto y sepultado, porque en el nuestro lo es por las consideraciones económicas y comerciales.

O dicho de otra manera, haciendo normal la falta de sinceridad, de sentimiento auténtico, que se extiende a todos los ámbitos de la vida social e incluso privada. Constituyendo una gruesa coraza defensiva que se quiebra sólo en contadas ocasiones, como el momento en que el protagonista, sin pretenderlo, escucha a uno de los músicos de la orquesta tocar para sí y se ve invitado a participar. Pero fuera de esos instantes furtivos el resto es simulación, mentiras interesadas. Como la asamblea general, de todos los trabajadores subalternos, que sólo se ha concebido para meter en cintura a uno elemento díscolo, el amigo del protagonista. Primero, buscando que se humille y rebaje ante todos, luego, intentando que el resto se vuelva contra él.

Miseria moral que al final, por miedo o por indolencia, acaba infectando a todos. Obligándoles a inclinar la testuz y transigir. A cometer una primera traición a la que pronto seguirán otras.

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