The classic expression of the conflict between the period's notion of femininity and the raising of women's expectations that was the inevitable result of allowing them into the art world comes from Marie Bashkirshof: "What I long for is the freedom of going about alone, of coming and going, of sitting on the seats of the Tulleries, and especially in the Luxembourg, of stopping and looking at the artistic shops, of entering the churches and museums, of walking about the old streets at night; that's what I long for,; and that's the freedom without which one can't become a real artist. Do you imagine I can get much good from what I see, chaperoned as I am, and when, in order to go to the Louvre, I must wait for my carriage, my lady companion or my family?".
Frances Borzello, Seeing Ourselves, Women's Self-Portraits
La expresión clasica del conflicto entre la noción de feminididad de la época y el ascenso de las expectativas de las mujeres, resultado inevitable de permitirlas entrar en el mundo del arte, viene de Marie Bashkirshof: "Lo que ansío es la libertad de moverme sola, de ir y venir, de sentarme en los bancos de las Tullerías y especialmente en el Luxemburgo, de detenerme a explorar las tiendas de arte, de entrar en iglesias y museos, de pasear de noche por la ciudad vieja. Eso es lo que ansío. Y Esa es la libertad sin la que no se puede llegar a ser un artista de verdad. ¿Crees que puedo sacar mucho de lo que veo, siempre bajo vigilancia, cuando debo esperar a mi coche, mi acompañante o mi familia, sólo para ir al Louvre?
En estos tiempos en que, para algunos, el feminismo parece tener la culpa de todos los males que aquejan a la humanidad, incluso de que el pan se ponga duro, conviene recordar lo mucho que los aficionados al arte debemos a la aparición de los estudios feministas en esa disciplina. No es ya que gracias a ellos hayamos descubierto a una serie de pintoras desconocidas o normalmente relegadas. Es que sin ellas, sin la larga lista de artistas que Borzello recoge en el libro citado, el arte de cada época se tornaría incomprensible, puesto que quedaría mutilado. Limitarse al canon transmitido, definido de forma tan parcial, pero al mismo tiempo tan precisa, como compuesto por hombres blancos muertos, nos vedaría el acceso a preguntas y respuestas esenciales. No sólo desde el punto de vista artístico, sino desde el vista social y cultural, como, por ejemplo, cuál era la auténtica penetración del arte, del gran arte, en las sociedades de su tiempo, hasta qué punto era un substrato cultural compartido por los niveles cultos de ambos sexos y en qué medida era accesible para ambos, fuera de forma profesional o como aficionado.
Aún más importante , nos permite escuchar la voz de esa mitad de la humanidad que hasta tiempos muy recientes había permanecido silenciado. Incluso todavía más importante, desde el punto de vista de un hombre, conocer ideas diferentes a aquéllas otras, esas de la masculinidad y la virilidad a ultranza, con las que hemos crecido, con las que nos han educado y que nos han enseñado a su vez a propagar. Concepciones y puntos de vista provenientes del otro lado del espejo que, sólo con ser enunciadas, pueden tener carácter de revolucionarias, por quebrar esas convicciones sólidas que tomábamos como evidentes, cuando en realidad nunca lo fueron.
Obviamente, la objeción primera que puede hacerse a estas investigaciones es hasta qué punto no se está desenterrando nulidades en pos de un ideal político, atiborrando - substituyendo - el canon con nombres sin influencia ni importancia en la evolución del auténtico arte. Esta perspectiva, en parte acertada, se puede rebatir con cierta facilidad. En primer lugar porque, precisamente, uno de los grandes placeres del aficionado, llegado a cierto nivel, es abandonar las autopistas de lo prescrito y perderse por carreteras secundarias. Tanto en busca de nuevas experiencias, fuera de lo visto hasta el hastío, como para comprenderlas mejor. Al contemplarlas acompañadas del substrato en que surgieron, no aisladas en una vitrina aséptica, semejante a un sagrario.
Por otra parte, el mismo concepto de importancia e influencia es relativo. Un tesoro del arte grecorromano, las retratos funerarios de El Fayum, fue invisible a sus contemporáneos. Esas pinturas se realizaban para el ámbito privado y luego eran enterradas junto con el difunto, permaneciendo ausentes de aquello que podía ser admirado por el viajero, comentado en sus relatos de viajes, transmitido a la posteridad. Sin embargo, como sabrán, su asombroso realismo nos ofrece una puerta a un mundo desaparecido por completo, a unas personas que en esas reproducciones parecen nuestros contemporáneos, liberados de las barreras del tiempo, de los muchos abismos culturales que, en opinión de demasiados, deberían vedarnos todo contacto.
Interés que no sólo se limita a este valor histórico, de testimonio y prueba, sino que nos descubre el trabajo de manos anónimas que ahora serían consideradas como auténticos maestros. Lo mismo acontece con estos estudios feministas, como el citado de Borzello. No son áridas investigaciones en recónditas regiones de la historia del arte, sino que nos permiten volver a sentir la alegría del descubrimiento, el encuentro con pintoras que debieron haber figurado entre los mejores de su época y las que las circunstancias, en su mayoría, relegaron a posiciones secundarias y desviaron su labor hacía nichos muy precisos, cuando no las frustraron y las impidieron florecer.
Y a las pruebas me remito
Retrato de joven, atribuido a Marie Denise Villers |
Y ese "atribuido" con que este cuadro es calificado nos remite de nuevo a la raíz del problema. En principio, esta pintura se atribuyó a David o algún discípulo suyo. De forma sistemática, las obras de muchas pintoras era asignada a su contemporáneos masculinos más famosos, porque, era evidente, una mujer no podía llegar a esta pericia técnica. Ni mucho menos realizar una declaración consciente y orgullosa de sus dotes artísticas, como es el caso de este retraro de Viller, o los de Anguiosolla o Gentileschi o Leyster. O de tantas y tantas otras.
Y no es cuestión del pasado. Aún hoy, el mero hecho de construir listas de artistas formadas sólo por mujeres constituye piedra de escándalo, clara prueba de que continuamos contemplando la creación artística con un filtro de género. Prefiriendo las obras realizadas por hombres, menospreciando las creadas por las mujeres o, de forma más velada, "olvidando"los nombres de aquellas que seguimos considerando indignas.
Perpetuando la discriminación, en consecuencia, a pesar de todas nuestras protestas, dirigidas hacia la galería.
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