Como todos los domingos, continúo con mi revisión de la lista de cortos animados realizada por el misterioso profesor Beltesassar. Esta vez ha llegado el turno de Sortie de bain (Excursión al baño, podría ser la traducción ), corto realizado
en 1995 por la animadora belga Florence Henrand.
En cuanto les diga que este corto es un film de graduación, me temo que se esperaran la habitual perorata de jeremiadas. En esta ocasión me voy a contener, principalmente porque Henrand sí que ha conseguido labrarse una carrera en la animación menos comercial, con un par de cortos propios y colaboraciones en algunos largos atípicos, como el famoso Panique au village (Panico en el pueblo, 2009) de Vincent Patar and Stéphane Aubier. Al menos esta creadora no desapareció como tantos otros en la vorágine del sistema productivo y, en parte, consiguió plasmar sus visiones, como puede leerse en esta entrevista publicada en Con A de Animación.
Por su lado, Sortie de bain es un corto notable. Aparentemente, narra una anécdota banal, la de un padre que intenta convencer a su hija para que se bañe antes de cenar, describiéndola con un estilo visual de apariencia abocetada e inacabada. Tanto, que de hecho no es otra cosa que lo que se llama en inglés pencil test, esas pruebas de movimiento que se suelen componer antes de colorear y perfilar, para así comprobar que se ha conseguido una representación del movimiento expresiva, convincente y natural.
No obstante, esta tosquedad y torpeza conviene muy bien al tema del corto. Gran parte de su atractivo se debe a que, en su combate por no bañarse, la niña apela a las imágenes - los temores - creados por su enfebrecida imaginación. Ésas fabulaciones no pueden representarse de una manera cartesiana, sino que precisan una plasmación más excéntrica, desligada de las reglas que rigen el mundo real y de los conceptos de belleza a los que nos han acostumbrado productores de éxito continuo, casi eterno. Sus excusas imaginarias, irreales e injustificadas, se muestran así en forma de garabatos infantiles, contrastándolas con la racionalidad del padre, que recurre en su combate dialéctico a diseños de gran complejidad, sacados - se podría decir que recortados incluso- de manuales y catálogos.
Anécdota trivial, por tanto, cuya importancia radica en el modo en que ha sido plasmada en imágenes. O al menos así se nos hace creer. Porque cuando ya pensábamos saber como iba a concluir el corto y nos habíamos adormecido en nuestra deseada complacencia, la historia da un brusco giro y nos deja, casi literalmente, tirados en medio de la carretera. Porque esa normalidad familiar que damos en suponer perenne, no es tal, sino que en ella anidan y se desarrollan los peores conflictos. Latentes, pero en espera de la oportunidad que les lleve a manifestarse. Sin que quede posibilidad de retorno, reparación o conciliación.
No les entretengo más. Como siempre les dejo aquí el corto. No es una obra maestra, pero sí notable. Un buen ejemplo, de nuevo, de lo mucho que se puede expresar en animación con apenas nada. Aunque esa "nada" sea producto de meses de trabajo enloquecedor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario