Como todos los domingos, continúo con mi revisión de la lista de cortos animados realizada por el misterioso profesor Beltesassar. Esta vez ha llegado el turno de Everything will be ok (Todo saldrá bien), corto realizado
en 2006 por el animador americano Don Hertzfeldt.
Ya había hablado largo y tendido de este corto en una entrada anterior e incluso le dediqué un largo artículo en la revista Detour. No quisiera repetirme sobre lo dicho en esas otras dos ocasiones, en parte porque mi juicio sobre Hertzfeldt y su obra no ha cambiado demasiado. En cambio, si quisiera añadir un par de puntualizaciones.
En mi opinión, la trilogía de la que Everything will be ok constituye la primera parte - las otras dos serían I'm so proud of you (Estoy tan orgulloso de ti, 2008) y It’s such a beautiful day (Es un día tan hermoso, 2011) - son obras maestras sin discusión. Tanto en la obra de Hertzfeldt como en la historia de la animación. De hecho, su carácter de cumbre ha perjudicado la obra posterior de este animador, de forma que un corto tan interesante como World of Tomorrow (el mundo del mañana, 2015), palidece ante lo logrado en la trilogía que le precede, quedando como un intento fallido de hacer lo mismo de otra manera. Obra de transición, por tanto, que queda por ver si conduce a nuevas cumbres o a un callejón sin salida.
Por otra parte, puede parecer exagerado que califique de obra maestra un corto cuya animación se reduce a lo que los americanos llaman stick figures, monigotes reducidos a su rasgos mínimos, casi al nivel del garabato infantil y, por ello mismo, desprovistos de la necesaria y requerida expresividad. Tanto peor cuando público y crítica están ya acostumbrados a la perfección inmaculada de la 3D y la animación con ordenador, de la que se hacen lenguas a cada estreno, aunque las más de las veces esa perfección se quede reducida a envoltorio. A más de lo mismo, presentado de la misma manera y con el mismo aliño, no sea que alguien se desconcierte o, mucho peor, se ofenda.
En el caso de la animación de Hertzfeldt, por el contrario, ese simplismo de su animación, rayano en la tosquedad, le sirve para introducir de manera elegante, sin asustar a nadie, los "grandes temas" de los que trata esta trilogía: el descubrimiento de nuestra mortalidad, junto con el horror asociado a nuestra agonía, siempre a solas, sin posibilidad de salvación ni socorro. Este giro hacia lo serio y transcendente resulta tanto más inesperado, porque se produce en un autor cuyos inicios estaban marcados por la gamberrada y la transgresión. Sin embargo, esa experiencia le sirve ahora de herramienta para incluir los necesarios toques de humor negro, de absurdo y sin sentido, que hacen aún más demoledor este viaje hacia nuestra desaparición y nuestra nada.
Un giro temático que es simultáneo a un giro estético no menos radical. En esta trilogía, como presagiaba su corto anterior, The Meaning of life (El sentido de la vida, 2005), Hertzfeldt se mueve en terrenos colindantes con el cine experimental, abarcanmdo desde la composición de escenas casi completamente abstractas, aquéllas en que se describe la confusión mental del protagonista, hasta la inclusión de fragmentos de imagen real desprovistos de su contexto y agrupados de manera caótica, en la estela de los caleidoscopios visuales de un mismísimo Stan Brakhage. Una acumulación de formatos y opciones, como la pantalla partida, en ocasiones contradictorios caso de las muchas escenas en que se enfrenta la precisión y nitidez de las imágenes reales con la tosquedad del estilo de animación de Hertzfeldt. Discordancia que no chirría, sino que, bien al contrario, conviene a ese viaje de desmoronamiento y descomposición que sufre el protagonista, aquejado por un cáncer, suponemos que cerebral, que lentamente devora su cordura.
No les entretengo más. Como siempre, les dejo aquí el corto, éste sí una obra maestra. Y un ejemplo de lo mucho que se puede hacer con poco. Con las manos, con talento, pero sobre todo, con mucha paciencia y perseverancia.
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