Como todos los domingos continúo mi con revisión de la lista de cortos animados realizada por el misterioso profesor Beltesassar. Esta vez ha llegado el turno a Strings, corto realizado en 1991 por la animadora canadiense Wendy Tilby.
Tilby es más conocida por su asociación con otra animadora canadiense, Amanda Forbis, con quien ha filmado un par de cortos de los que que figuran en todas la antologías: When the Day Breaks, de 1999 y el más reciente Wild Life, de 2011. Strings es un trabajo en solitario de Tilby, anterior a los otros dos cortos, pero que ya anticipa muchas de las características de los trabajos posteriores del duo Tilby/Forbis: la utilización de la técnica de la pintura sobre cristal y la elección de una anécdota banal para realizar una reflexión sobre la existencia humana.
La animación de pintura sobre cristal presenta la característica de constituir un registro filmado del proceso creativo del animador. En la animación tradicional de dibujos, el material base se crea con anterioridad a la filmación y luego es fotografiado, de manera que si se quisiera podría ser filmado de nuevo, para incluir correcciones y mejoras, para eliminar los errores descubiertos en la primera proyección. Incluso en formas como la stop-motion de muñecos, la permanencia de éstos, y de los decorados en los que se mueven, tras el rodaje permitiría comenzar desde el principio, repetir la toma o crear nuevas variaciones, sabiendo que gran parte del trabajo ya estaba hecho.
Sin embargo, en la animación de pintura sobre cristal el animador parte de un diseño inicial y va añadiendo modificaciones sobre él para crear así el movimiento, mientras fotografía cada una de las etapas del proceso. Para crear la animación el animador tiene que destruir lo que lleva ya hecho, impidiendo así no solo cualquier corrección posterior, sino cualquier tipo de ensayo o prueba preliminar. El animador, por tanto, debe tener todo el proceso almacenado en su cabeza y saber perfectamente, antes de empezar, a donde puede y a donde no puede llegar.
Este tipo de animación es de las más difíciles que se pueden llevar a cabo, pero a cambio ofrece evidentes ventajas. La primera que el movimiento, y en general, cualquier metamorfosis visual, surge de forma natural, sin saltos ni transiciones. La segunda que la propia artificiosidad de este procedimiento permite dejar a un lado cualquier pretensión de realismo a ultranza, para así se resaltan las cualidades matéricas del proceso: la innegable bidimensionalidad del espacio animado o las huellas, queridas o accidentales, que deja el pincel sobre la superficie en la que se trabaja.
Sa trata de un proceso minucioso, monótono y tedioso, que exige una especial paciencia y concentración de quien lo practica. Como toda animación, es cierto, pero en el caso de la animación sobre cristal, prohíbe explícitamente cualquier tipo de fanfarronada visual, incluso narrativa. No es extraño, por tanto que los cortos creados con esta técnica tiendan a ser meditativos, contemplativos, como es el caso de Strings - y los posteriores del tandem Tilby/Forbis - donde se elige una anécdota aparentemente vacía e instrascendente, que no procede de ningún nudo temático, ni lleva a ningún desenlace.
Una pequeñas viñeta de la existencia, cercana a lo que se suele llamar constumbrismo, pero diametralmente opuestas a él. Nada queda en ella de la complacencia habitual de ese estilo, de su patente conservadurismo - el mundo es así y deber ser así - o de su burla a los que no pertenecen a la élite a cargo de los que sí creen pertenecer a ella. Le diferencia el evidente cuidado y esmero con ha sido creado, propio de obras que se suponen mayores, y sobre todo, su evidente melancolía, la soledad y tristeza acumulada en esos ambientes cotidianos, de los que nunca se puede salir, a los que siempre se ha de volver. Visión de la vida y el mundo que en los últimos cortos de Tilby/Forbis llegará a la tragedía explítica.
No les entretengo más, como siempre, aquí queda el corto. Un obra maestra menor de las que tanto abundan en la historia de la animación.
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