Como todos los domingos - disculpen la interrupción de la semana pasada- continúo mi con revisión de la lista de cortos animados realizada por el misterioso profesor Beltesassar. Esta vez ha llegado el turno a The Man with the Beautiful Eyes, corto realizado en 1999 por el animador británico Jonathan Hodgson.
Como ya habrán comprobado, la animación británica reciente goza de una excelente salud, en gran parte debida a la política de subvenciones de instituciones como el Channel 4 de la BBC - con sus habituales reservas y obstáculos - que ha permitido a estos animadores desarrollar una fructífera carrera fuera de los parámetros comerciales: la 3D antopomórfica colmada de referencias pop o la 2D aparentemente crítica con la sociedad actual. En resumen, utilizar su talento para explorar nuevos caminos o en el peor de los casos, crear para lo que fueron formados, no nuevas maneras de adormecer a sus semejantes.
En el caso de Hodgson y The Man with the Beautiful Eyes nos hallamos ante una adaptación de un cuento breve de Charles Bukowski. Esta característica para muchos ya supondría un punto de partida negativo, en lo que tiene de ilustración, es decir, de subordinación de las artes visuales a la palabra. La solución que ofrece Hodgson a este dilema es doble. Por una parte hacer visible el texto e integrarlo en la propia trama del corto, al modo de un artista oriental, para cual la caligrafía es la más noble de las bellas artes. Un arte de la caligrafía que debe entenderse no como la manera de escribir de manera perfecta los caracteres, sino hacerlo dejando traslucir la emoción del texto y el modo en que el calígrafo la experimenta.
El segundo modo que utiliza Hodgson es poner de manifiesto, subrayándola, la calidad de dibujo de las técnicas tradicionales de animación. Esto implica tanto ceñirse estrictamente a su planaridad, sin tener miedo a que el espectador perciba que son trazos y contornos aplicados sobre una superficie; como incluir el propio proceso de dibujo y pintado en el producto final. El resultado final es que las imágenes, las situaciones y los ámbitos, se construyen ante los ojos del espectador como si éste los fuera descubriendo y conociendo al mismo tiempo que los protagonistas de la historia.
Esta técnica podría quedar reducida a un mero artificio estético, huero y caprichoso, pero en el caso del texto de Bukowski es especialmente apropiada. Se trata de un relato que nos habla del descubrimiento del mundo por parte de unos adolescentes, del hallazgo de su belleza en los lugares más insospechados, aquellos generalmente prohibidos, seguida de la reacción destructora de la sociedad ante cualquier elemento que se aparte de las normas y que por tanto constituya su negación, aunque muda. Ese carácter de exploración, de búsqueda, de la juventud queda perfectamente reflejado en la condición de boceto, de inacabado, que imbuye el corto entero y le da personalidad, individualidad, separándole de tantas otras producciones a las que se cubre de elogios, pero que sólo sirven para ser consumidas y olvidadas.
Un aspecto inacabado que al mismo tiempo subraya la transitoriedad, mejor dicho, lo efímero de toda belleza, amenazada por el paso del tiempo, pero especialmente por ese miedo de toda sociedad humana a lo que no es ella, a lo que con su sola presencia puede acarrear su disolución. El resultado es la violencia excusada como justicia, el asesinato disfrazado de ejecución, que el corto nos muestra de manera lateral, mediante sus resultados irreparables, expresados gráficamsnte en el abandono total y definitivo del color, en la inmersión sin retorno en un mundo gris y rutinario del cual no existe vía de escape, ni podrá haberla.
No les entretengo más. Aquí les dejo el corto, como es habitual. Disfrutenlo, porque es una auténtica obra maestra.
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