Ser un mero aficionado a un arte presupone la existencia de amplias lagunas en el campo de tu afición. Se empieza con los grandes nombres, esos que aparecen en todas las popularizaciones y obras divulgativas, para sólo mucho más tarde, si se tiene la ocasión y la suerte, se comienza a dejar a un lado la lista de los imprescindibles y se vuelve la mirada a todos esos artistas obscuros, semiolvidados justa o injustamente, pero sin los cuales es imposible reconstruir el fermento del que nacieron los "grandes".
En el caso de mi cinefilia esta ha experimentado cambios esenciales del año 2000 para acá. Antes de esa fecha, debido a la inexistencia de la Interntet - youtube y las utilidades de descarga - y a los complejos problemas de la transmisión y recepción de los "canones" críticos, mi mapa cinematográfico era básicamente el árbol del clasicismo americano, alrededor del cual giraban los fenómenos - lejanos y cercanos - que habían ayudado a conformarlo, además de una amplia nebulosa de autores "excéntricos" o "difíciles", al menos según los criterios de ese canón hispano rancio en el que pocos se reconocerían hoy- aunque fueran sus sustentadores tiempo atrás -
Debo al tiempo de gloria de un foro de Internet - el ahora zombi cinexilio - y a un puñado de personajes que por allí pasaban - ellos y ellas saben sus nombres, así que dense por agradecidos - el haber conseguido salir del jardín cerrado del clasicismo, aprendiendo en el proceso un buen puñado de autores nuevos. El resultado final es bien sencillo: en lugar de un único árbol en medio de una llanura, ahora puedo pasearme por un bosque entero, donde cada rincón es diferente a los demás, provisto de su propia y particular belleza.
Uno de esos nombres - de esos grandes nombres - que desconocía por completo y que se han tornado imprescindibles es el de James Benning, cuya obra vengo revisando gracias a las ediciones de la FilmMuseum germana. En sí, un film de Benning, en su estilo maduro, es engañosamente sencillo de describir: una serie de planos fijos de larga duracción - hasta diez minutos en ocasiones - en los que se producen pequeños cambios, como el paso de un tren en la lejanía, sin que se nos explique qué significado tiene la accion que estamos presenciando, ni por qué se ha elegido esa vista, esa acción, ese tiempo para mostrarla.
Así expresado podría sonar a un intento de realizar un ejercicio estético que sólo se justificase por el mero hecho del experimento inusual, modo que suele tener la habitual consecuencia de pasar enseguida de moda o de aburrir al espectador antes de termine el metraje. Sin embargo, las películas de Benning acaban por ser fascinantes, poder que se mantiene fresco incluso tras varios visionados.
En Valle Centro - primera pelicula de la trilogía California Trilogy - pueden encontrarse varias de las claves del estilo de Benning y de sus razones para esa aparente radicalidad. En breves palabras, esta película intenta ser un documental sobre el Valle Central de California, una de las zonas agrícolas más importantes, casi indispensable, de los EEUU. El secreto del punto de vista de Benning consiste simplemente en ponerse en el lugar de un visitante, alguien que, desconocedor de esa región, se adentrase en ella y sin ayuda alguna, intentase deducir la historia, la sociedad, los patrones que rigen esa comarca.
Este rigor expositivo explica el silencio de Benning, de forma que no seamos guiados y desviados por las palabras y los ideales del director, sino que seamos nosotros quienes extraigamos nuestras propias conclusiones. Ése silencio sólo será roto en los títulos de crédito, cuando se nos enumere el nombre de los lugares que se nos han mostrado y - curiosamente - la compañía que los posee, detalle mínimo pero que tiene una importancia capital, como veremos más adelante. Por otra parte, ese silencio absoluto de Benning requiere que los planos sean inusualmente largos, de manera que el espectador tenga tiempo para pensar, y precisa asímismo que sean estáticos, de forma que los movimientos de la cámara no distraigan al espectador de lo que está ocurriendo.
Como puede apreciarse, Benning llega al extremo los postulados del documental, intentando borrarse de la película para mostrar la realidad cual es. Sin embargo, esto no quiere decir que Benning no sea un documentarista político o que no tenga una idea. Si se observan con cuidado y se relacionan las diferentes escenas, ese Valle Central parece un inmenso desierto humano, compuesto por enormes campos de labor trabajados por inmensas máquinas, entre las cuales pueden encontrase construcciones, industrias y bases militares, que parecen existir por si solas, sin necesidad de la presencia humana.
De hecho, no es que no haya seres humanos en ese Valle Central, es que los únicos que vemos de cerca son emigrantes hispanos, como denota su idioma, de manera que quedan reducidos a meras máquinas/engranajes más al servicio de unos amos y señores, esas corporaciones de los títulos de crédito, que habitan mucho más lejos, en las vastas metrópolis que serán el tema de Los, la segunda película de la trilogía. Así, este Valle Centro termina por ser casi un lugar fuera de los mapas que sólo se entiende por ser el lugar en el que se recoge el agua y recolecta la comida que será consumida es esas lejanas ciudades y donde terminará relegada la basura - material y humana - que ellas generan.
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