domingo, 12 de enero de 2014

The Beltesassar List (XXIX): Fallen Art (2004) Tomek Baginski



















En mi revisión semanal de las compilaciones de cortos de animación realizadas por el misterioso profesor Beltesassar, ha llegado el turno a Fallen Art, realizado en el año 2004 por el director polaco Tomek Baginski.

Los lectores de este blog saben de mis reservas en lo que concierne a la animación 3D. No creo, por tanto, que haya necesidad de que las repita. Sí que les diré, por el contrario, que no tengo reparo alguno ante el modo en que Tomek Baginski utiliza la 3D en este corto - o en el magnífico Katedra, ya comentado -. En mi opinión, este autor es uno de los pocos que ha sabido crear obras en esta nueva técnica que nada tienen que envidiar a otras formas más venerables, al mismo tiempo que señala la dirección que debería seguir la 3D si quisiera realmente encontrarse a sí misma.

Por decirlo brevemente. El uso normal de la 3D - ése que ciegamente aplaude el público y mucha de la crítica que se llama seria - se reduce a crear chistes extendidos, álbumes rebosantes de referencias pop o persecuciones sin fin cuyo único interés es el de demostrar la potencia de las máquinas utilizadas en el proceso creativo. En ese sentido, la animación de Baginski puede parecer casi pobre, de videojuego barato, sino fuera por dos rasgos principales, olvidados por otros tantos cultivadores.

Por un lado está la inclusión en ese nuevo mundo digital de rastros y detalles que recuerdan el mundo analógico y que permiten atenuar la frialdad cristalina e inhumana de esas creaciones virtual. Ese efecto de frialdad tiende a ser evitado en la animación occidental mediante un diseño de personajes que consiga que sean adorables y entrañables - paso primero a su conversión en productos comerciales - pero que impide que puedan ser tomados en serio, como modelos o como influencia en nuestra vida diaria. Baginski, por el contrario, no evita la fealdad, ni la deformidad,  ni la tosquedad, ni la imperfección - demasiado frecuentes en un mundo que aparta la mirada de todo lo que le desagrada, como es el nuestro - situando a sus personajes en un plano de igualdad con nosotros, que se acentúa mediante esos pequeños retoques analógicos que borran la dura perfección de la 3D.

Por otra parte, la obra de Baginski es heredera de la larga tradición de animación de los países del este, cuya sombra aún sigue pesando sobre esta forma, a pesar de la caída del comunismo y la transformación de estos países en sociedades ultraliberales - en el sentido económico -. En su momento de gloria, las escuelas del Este Europeo se caracterizaban por crear profundas reflexiones sobre la existencia humana, descritas de un modo simbólico y enigmático. Ese manto de secreto y obscuridad con el que se rodeaban era causado, evidentemente, por el peso de la censura soviética, siempre dispuesta a cercenar cualquier desviacionismo con el ostracismo social, las represalias y la cárcel - en nuestro ambiente, eso se hace simplemente retirando la financiación -, pero presuponía asímismo la existencia de un público inteligente y avisado, que fuera capaz de descifrar el mensaje que se le proponía. Todo lo contrario del entretenimiento fast food, de usar y tirar, con el que nos regodeamos ahora mismo y que tanto ensalzamos.

En el caso de Fallen Art, Baginski nos propone una visión aterradora y devastadora del proceso artístico. Como en demasiados casos, presentes y pasados, el arte que admiramos es un arte oficial, producto del dominio implacable de las estructuras de poder sobre el común de las gentes, de forma que su belleza sublime sólo ha podido conseguirse a base de sufrimientos indecibles de los más débiles e indefensos, un recuerdo incómodo que será luego eliminado del registro oficial en el que sólo figurarán los grandes y poderosos, además de las recompensas y parabienes que reciban.

No les digo más. Como siempre, aquí queda el corto. Espero que lo disfruten y que no les amargue el día, especialmente en estos tiempos.


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