miércoles, 29 de febrero de 2012

Varieté

Au cours de ses études, la jeune fille s'était trouvée mêlée à un monde d'étudiants dont les doctrines très avancées avaient déteint sur elle; volontiers elle affichait le mépris de certaines conventions sociales et allait parfois jusqu'à prôner l'union libre. Yaour, jeune et de visage impressionnant, exerça un attrait puissant sur son imagination éprise d'imprévu. Or, selon ses idées, deux êtres attirés l'un vers l'autre par un élan réciproque ne devaient subir l'entrave d'aucun préjudice. Heureuse e fière du cote romanesque de l'aventure, elle se donna sans réserve au roi étrange dont la passion s'était allumé dès le premier regards

Raymond Roussel, Impressions d'Afrique.

Durante sus estudios, la joven se había visto envuelta en un mundo de estudiantes donde las doctrinas más avanzadas habían dejado huella en ella. De manera voluntaria, ella mostraba desprecio a ciertas convenciones sociales e incluso a veces proponía el amor libre. Yaour, joven y de rostro impresionante, ejerció una poderosa attración sobre su imaginación tomada de improviso. Porque, de acuerdo a sus ideas, dos seres atraídos el uno por el otro por un impulso recíproco no debian ser incomodados por ningún prejuicio. Feliz y orgullosa del giro novelesco de la aventura, se entregó sin reservas a ese rey extranjero cuya pasión se había encendido desde la primera mirada

Dice la leyenda que Roussel se vio obligado a publicar por sus propios medios Impressions d'Africa en 1909, tras que su manuscrito fuera rechazado por los editores. No fue el único gran autor de la literatura francesa que sufriría un destino similar, basta pensar en el caso de Proust, pero en el caso de Roussel es posible imaginar perfectamente las razones de este desprecio editorial.

Hay que recordar que la literatura de primeros de siglo es la literatura del realismo triunfante. Una época en la que se espera que la novela retrate al mundo de forma veraz y verosimil, y donde los personajes se construyen sobre un andamiaje psicológico que determinará su destino en la ficción y el desenlace de la novela. Esa sucesión de pasos lógicos, una vez presentado el mundo recreado y los seres que lo pueblan, que debían desarrollarse hasta resolverse en una conclusión que podríamos llamar inevitable, dictada por las leyes internas y externas de esa realidad de ficción más cierta que la realidad real que los lectores experimentaban cada día.

Como mucho, la sociedad de ese tiempo permitía escapadas a un simbolismo que se arropaba en un manto de poesía, se trasladaba a mundos imaginarios del pasado o de un presente exótico, y que intentaba transmitir profundas lecciones morales y/o filosóficas, mediante esa translación a un mundo imaginado, libre de las reglas de esa realidad real de la que hablaba.

Nada de lo anterior se halla en las novelas de Roussel.Ni precisión realista, ni profundidad psicológica, ni, por supuesto, esa verdad superior envuelta en refinamiento que su tiempo podría comprender. No es de extrañar que para sus contemporáneos Roussel no pasará de ser un excéntrico inclasificable, una singularidad con la que no se sabía muy bien que hacer, y cuya sola presencia provocaba incomodidad y rechazo... o la más rendida admiración, como ocurría entre los surrealistas que le consideraban al mismo tiempo precursor y su seguidor más avanzado.

Sin embargo, visto ahora casi cien años más tarde, Roussel no puede ser más de su tiempo, alguien profundamente enraizado en su época y que la representa por entero, hasta el extremo de ser esa época. Cualquier lector que tenga un poco de conocimientos cinéfilos, de ese cine mudo que algunos han descubierto repentinamente, encontrará que al leer a Roussel empieza a entender mejor el cine de los primerísimos pioneros, de Meliès, de Chomon, de Emile Cohn. Para Roussel, el mundo no es otra cosa que un escenario, un espacio donde los espectáculos de variedades de su época, los tableux vivants, las máquinas sorprendentes, mezcla de ciencia y de attacción de feria, las proezas sobrehumanas, las curiosidades naturales, son representadas, por así decirlo, au plein air.

¿Roussel como curiosidad rescatada y subrayada, entonces? Uno más de esos artistas populares, baratos, despreciados por el high art de su época, pero rescatados por la modernidad, por los muchos -ismos del siglo XX, como fuentes de inspiración y admiración, a pesar de pertenecer a otro esfera artística a pesar de todo, tal y como ocurre con Verne, las película de Feuillade o el propio Meliés? No, porque Roussel es un artista de esa misma vanguardia, a pesar de su tinte decimonónico, alguien que siempre se extrañó de no ser aceptado por sus iguales, los artistas contemporáneos a los que admiraba, y que fue reconocido por esos otros artistas heterodoxos de su época a los que nuestro tiempo aún recuerda.

Categoría de grande que le viene por dos facetas, una que puedo atestiguar y otra que no.

La característica en la que debo basarme en otros para citarla es el uso de lenguaje de Roussel. Aunque puedo leerlo de corrido en la lengua original, mi conocimiento del francés, al no ser mi lengua nativa, es imperfecto, y si algo descubrieron los pocos que en su tiempo leyeron y tomaron en serio a este escritor, es que Roussel es un mago del lenguaje, cuyos trucos el mismo descubriría largo tiempo después. Simplemente, Roussel construye sus novelas, sus escenas, en meticulosos juegos de similitudes, tanto semánticas, como fonéticas, de manera que sus palabras pueden leerse casi siempre en dos sentidos distintos y ambos sentidos son utilizados para construir la acción, en un complícadisimo juego de espejos que convierte su prosa en una poesía sin rima ni ritmo.

La segunda característica es la imaginación inagotable de Roussel que le lleva a construir sus novelas no en función de sus personajes, su psicología o sus conflictos, sino a partir de la descripción de complejisimos mecanismos, productos de sus admiración por la ciencia y el espectáculo, que son descritos con una precisión y una lógica que los hacen perfectamente verosímiles, aunque sabemos que son imposibles de contruir y que nunca podrán funcionar. Inmensos armatostes que a pesar de esto, actúan con una gracia increíble y cuyo funcionamiento tiene como fundamento y producto lo maravilloso.

Complejidad y maravilla de las máquinas descritas, que se extiende también a la estructura literaria, porque Impressions d'Afrique, se presenta en su primera parte como una continuidad inagotable de máquinas y mecanismos que se nos muestran sin explicación alguna, ni de su funcionamiento, ni de su razón para estar ahí, en esa África de fantasía infantil,  ni de su puesto en el orden en que nos muestran, en un larguísima enumeración que si se sostiene en sí, es por esa imaginación desbocada y al mismo tiempo rigurosa de Roussel, que, como en el circo siempre nos hace esperar un más difícil todavía.

Larga enumeración, como digo, que viene seguida, por una no menos larga explicación, donde se nos muestran los acontecimientos que llevaron a la génesis de esos mecanismos, una no menos larga sección expositiva, que podría haber constituido el hundimiento de esa novela, ya que cualquier lector de esa literatura barata a la que me refería, detectives, Ci-Fi, terror y misterio, sabe que todo misterio explicado pierde su encanto y atracción, pero que en Roussel obra el efecto contrario, ya que sus explicaciones vuelven a ser otros mecanismos no menos complejos, y las soluciones que ofrece no dejan de ser menos irreductibles y enigmáticas, con lo que la magia, el asombro y la sorpresa no tienen otra salida que centuplicarse.

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