Como todos los domingos, llega el momento de comentar otro corto de la lista de 100 mejores recopilada por el festival de Annecy. Hoy le toca el turno a Le demoiselle et le Violoncelista, realizado en 1964 por Jean-François Laguionne.
Se trata del primer corto que firmara Laguionne y por ello se hace necesario examinar el entorno artístico en el que se creara su primera obra. Brevemente, hay que decir que el final de la década de los 40 y los 50 fueron nefastos para la animación francesa, hasta el punto que estuvo a punto de desaparecer por completo. En los años 30, la llegada de inmigrantes de toda Europa huyendo de los diversos totalitarismos, los Alexeïeff, Starevich, Bartosch y los anglosajones Gross y Hoppin, dieron origen a los que podría llamarse la primera edad de oro de la animación francesa... paradojicamente continuada en los primeros 40 por el apoyo oficial sin reservas del régimen pronazi del Mariscal Petain.
A partir de 1945, sin embargo, ocurriría la catástrofe. De la variedad de nombres y de soluciones de los años anteriores, sólo quedaría uno, Paul Grimault y su estudio, fuertemente contaminado de "Disneysianismo". Se pueden aportar diferentes teorías que expliquen esta quasiextinción, pero mi opinión es que se produjo la conjunción de dos factores: Uno político, el rechazo de todo lo que recordara a la Francia colaboracionista en beneficio del mito de la Francia siempre resistente, y uno estético, el surgimiento del realismo avant-tout preconizado por André Bazin y que luego sería predicado y propagado desde las páginas de Cahiers du Cinéma por los directores de la nouvelle vague.
Dejando estos combates del pasado a un lado (aunque su sombra siga proyectándose sobre el modo en juzgamos la calidad e importancia de las películas) lo cierto es que el estudio Grimault, durante los cincuenta y los sesenta, se convirtió en un invernadero que impidió la muerte de la animación francesa y tras cuyas paredes se pudo formar un nueva generación de animadores franceses. Personalidades como Laguionne, que aprendieron su oficio de uno de los grandes maestros de la animación, pero cuya visión estaba ya fuertemente influida por el auge del formalismo, el modernismo y la experimentación que siguió a la revolución UPA, quebrando el monopolio del estilo Disney.
Debo decirles, por otra parte, que el corto de Grimault que constituye el objeto de esta entrada no me acaba de convencer por completo, ya que, como les indicaré, contiene aún pesados lastres del pasado, de esa concepción Grimaultiana demasiado cercana al peor Disney. Esta ambivalencia no debería extrañar a nadie, ya que se trata de una obra primeriza, llena por tanto de imperfecciones de estilo que un autor con talento limaría en obras posteriores (desconfíen siempre de los autores de una sóla obra, la primera, que se desperdicían su talento y su obra buscando repetir ese primer éxito).
En lo positivo y realmente valioso, hay que indicar el dominio perfecto que un principiante Laguionne muestra de la técnica del cut-out, una de las técnicas más difíciles ya que su tosquedad en el movimiento hace especialmente difícil alcanzar esa suspension of disbelief de la que hablan los ingleses. Únase a lo anterior un más que evidente surrealismo, capaz de crear unas cuantas imágenes imposibles pero no menos fascinantes, y una recreación animada de la obra de ciertos maestros de la pintura, y se obtendría una obra extraordinaria, sino fuera por una tendencia a la poesía sentimentaloide, muy típica de cierto arte francés de la primera mitad del siglo XX, pero que ahora nos suena a falsa y caduca.
En resumen, no les molesto más, les dejo como siempre con el corto. No tendrán problemas linguisticos ya que como muchos otros cortos animados, esta forma se ha convertido en la única manera de hacer cine mudo en la actualidad. Intente disfrutarlo y si la historia les deja un tanto fríos, concéntrese en la técnica.
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