Como todos los domingos, ha llegado el momento de revisar un corto de la lista de 100 mejores recopilada hace unos años por el festival de Annecy. En esta ocasión le ha llegado el turno al animador holandés Paul Driessen y una de sus primeras obras, A bout du Fil (al final del hilo) o Cat's Cradle (el ovillo del gato) realizada en 1974 para la NFB/ONF canadiense.
Seguramente, si a un aficionado cualquiera se le preguntara por la cinematografía holandesa, lo más que llegaría a recordar sería a Verhoeven, famoso por Robocop, de infausto recuerdo, o si tuviera un poco más de cultura, nombraría a Joris Ivens, el gran documentalista de esa nacionalidad. Pocos, por no decir ninguno, estarían al corriente de que la holandesa es una de las grandes escuelas de la animación contemporánea, con figuras como Dukok de Wit, Rostro o Driessen.
Driessen, se lo adelanto, es una figura polémica en la animación. Polémica en el sentido de que nadie puede negar su pericia técnica y su imaginación, pero cuyo acendrado pesimismo, feísmo y rigor estético llevan a muchos a ignorar su cine o a considerarlo como un mero ejercicio de estilo. À bout du fil, es uno de sus primeros cortos, y aunque en él su pesimismo aún no esté tan desarrollado - cuenta incluso con un final feliz - si que lo están sus capacidades estéticas y es compromiso a ultranza que le lleva a no permitir concesiones.
Cuando hablo de compromiso/ultranza/sin concesiones me refiero a que Driessen lleva al extremo las características que se suelen asociar a la animación 2D. La mayoría de sus planos son estrictamente bidimensionales, negando, excepto en ocasiones muy concretas, cualquier indicio de profundidad o de perspectiva, mientras que sus personajes aparecen reducidos a meros contornos trazados con el lapiz y rellenados, si lo están, con colores uniformes y planos. Personajes, por otra parte, que están fuertemente caricaturizados y deformados, apenas reconocibles por algunos rasgos y lejos por tanto de cualquier intento por reproducir la realidad, quebrantando ese dogma no escrito, según el cual la calidad de una obra animada estriba en su cercanía a la realidad visible, para suplantar finalmente a esa propia realidad, error fundacional y fundamental de toda la animación 3D, salvo contadas excepciones.
El ejercicio de estilo, por seguir la argumentación de los detractores de Driessen,podría quedarse ahí, en conseguir una animación completamente distinta a la habitual... lo cual no hubiera servido para otra cosa, sino para que Driessen engordase la larga lista de animadores que buscaban distinguirse de los demás y al final acabaron siendo indistinguibles. Lo importante es que Driessen, como gran animador, da un paso más. Él sabe que una de las esencias de la animación es su absoluta libertad, de como el papel blanco y el lápiz pueden conseguir cualquier cosa, siendo su único límite el talento del animador. De esta manera, el animador holandés utiliza el hecho de que sus personajes no son otras cosas que meros contornos para transformarlos de una manera continua, jugando con los tamaños, nuestras percepciones y, sobre todo, el dentro y el fuera de cuadro, para mantenernos alerta durante toda la duración del corto, esperando lo imposibles, sorprendiéndonos a cada vuelta y revuelta de los acontecimientos
Y como siempre, aquí les dejo con el corto, para que lo disfruten. No esperen un mensaje del corto, porque no lo hay,no esperen ni siquiera un argumento, más allá de una excusa, sólo disfruten del juego formal que Driessen nos propone y del placer visual que supone el presenciarlo.
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