As recorded on several monuments at both Tikal and Uaxactum, two keys events occurred on the same day in AD 378 (8.17..1.4.12): the arrival of a man names Siyaj K'ak' (Born of fire) and the death of Tikal's fourteen ruler, Chak Tok Ich'aak I. David Stuart has pointed out that the arrival verb used in this case often refers to a rulership takeover by an outsider. The simultaneous of Sijaj K'ak' and the death of Tikal's king suggests this was a violent takeover. The fact that most of Tikal's royal stelae before 378 (like Chak Tok Ich'aak's Stelae 26 and 39) have been found broken and mutilated maybe further evidence of a violent takeover. This implies that Siyaj K'ak' must have been accompanied by an armed force that overthrew and killed the Tikal's ruler. The texts do not identify where Siyaj K'ak came from, but in light of the archaeological evidence of Tikal's established links at that time, it is possible that his homeland was either Kaminaljuyu or Teoticuahan.
The Ancient Maya, Robert J. Sharer.
Me hallo leyendo estos días la sexta edición obra arriba citada, la cual, por méritos propios, podría calificarse de la Biblia de la civilización maya, es decir, el libro que hay leer para conocer el estado de las investigaciones sobre esa civilización precolombina. Ya había leido la quinta edición, publicada a mediada de los 90 y curiosamente, el mayor reproche que se puede hacer a esta actualización es que el caudal de conocimientos ha aumentado tanto que para mantener el libro dentro de un magen de páginas razonables se han tenido que eliminar bastantes de los capítulos dedicados a la cultura, el arte y la tecnlogía mayas, de forma que si en la edición anterior, la mitad se dedicaba a la evolución histórica y el resto a los temas sociales, económicos y culturales, en esta 600 de las 700 páginas se ocupan de trazar una semblanza de la evolución maya, desde los orígenes al año 1500.... y aún en muchos casos, no pasan de ser apretados resúmenes.
Sin embargo, no es éste el tema del que quería hablar, sino de los mitos que aún persisten en el imaginario colectivo cuando se habla de arqueología. Si se preguntase a una persona media cual ha sido el mayor descubrimiento arqueológico del siglo XX, la mayoría respondería que la tumba de Tut-Anj-Amon. Sin entrar en comparaciones, los ha habido que han puesto patas arriba nuestro conocimiento, por ejemplo, el desciframiento del Linear B hacia 1950, que demostró que los aqueos hablaban griego y adoraban la mayor parte de los dioses del panteón griego clásico, de manera que la teorías que basaban el origen de la civilización helénica hacia el 1200 con la inmigración de los dorios se revelaron falsas, mientras que la realidad era la de una continuidad y una evolución entre los aqueos y los griegos clásicos, como por otra parte los mismos griegos, empezando por Homero creían.
Otro de los avances revolucionarios fue el desciframiento de la escritura Maya, que deshizo buena cantidad de mitos que se habían revelado especialmente resistente, incluso a la misma evidencia arqueológica e iconográfica, como el pacifismo esencial de la civilización maya o la concepción de sus ciudades como simples centros ceremoniales perdidos en en medio de la selva eterna e impenetrable, cuando la realidad es que era un pueblo tan humano como cualquiera, con estructuras verticales de poder en las que la violencia jugaba un papel primordial, y donde este poder se encerraba en el corazón de inmensas metrópolis rodeadas de amplios campos de cultivo, en un paisaje desforestado desde hacía generaciones y donde la selva se reducía a unas pocas manchas.
Una revolución en el conocimiento que llevó más de un siglo y medio en dar fruto y cuyos protagonistas no han alcanzado la fama que merecen por méritos propios, mientras que absolutas nulidades andan en boca de la gente. Gente como Charles Brasseur de Bourbourg, quien, en el siglo XIX, encontró y salvó las únicas copias que quedaban del Popol Vuh y de la Relación de las cosas del Yucatán, sin los cuales nuestro conocimiento de la religión y la filosofía mayas serían casi nulos, sin contar con que quizás hubiera sido imposible traducir sus jeroglíficos. Descubrimientos que ya le valdrían un lugar en la historia de honor en la historia de la arqueología, pero a los que hay que añadir que encontró parte de uno de los tres códices mayas que han sobrevivido (el TroCortesiano que se guarda en el Museo de América de Madrid), los Anales históricos de los Cakchiquels y un diccionario de la variante Yukateca de Maya, textos también de inapreciable ayuda en el estudio de la historia y la cultura maya.
O personalidades como Tatiana Proskuriakov, quien en los años 50 demostró que las estelas mayas eran textos históricos y consiguió averiguar el significado de varios de los glifos utilizando razonamientos lógicos implecables, en concreto que las estelas parecían estar agrupadas en grupos que siempre compartían dos fechas,cada una marcada con un glifo característico, y que las estelas que tenían en común estas dos fechas, tenían otras fechas que en conjunto limitaban un intervalo de tiempo parecido a la de una vida humana. Es decir, que la primera fecha común era una fecha de nacimiento, la segunda la de la subida al trono y las otras las de la dedicación de la estela durante el periodo de gobierno del personaje representado.... lo cual supuso un salto de gigante en el desciframiento ya que los arqueólogos sabían qué tipo de información iban a encontrar en esos textos.
Personajes, como digo, cuya aportación es capital y cuyo nombre debería estar en boca de todos, como ejemplo y como modelo, y no el de tantas nulidades, puesto que gracias a ellos la noche del pasado se hizo un poco menos obscura, llegando incluso a encontrarse relaciones insospechadas entre las culturas contemporáneos como la ilustrada por el texto, esa toma de Tikal, ahora en medio de la espesa selva guatemalteco, por invasores llegados (o al menos fuertemente relacionados) con el lejano Teotiuhacan, en lo alto del altiplano mejicano
The Ancient Maya, Robert J. Sharer.
Me hallo leyendo estos días la sexta edición obra arriba citada, la cual, por méritos propios, podría calificarse de la Biblia de la civilización maya, es decir, el libro que hay leer para conocer el estado de las investigaciones sobre esa civilización precolombina. Ya había leido la quinta edición, publicada a mediada de los 90 y curiosamente, el mayor reproche que se puede hacer a esta actualización es que el caudal de conocimientos ha aumentado tanto que para mantener el libro dentro de un magen de páginas razonables se han tenido que eliminar bastantes de los capítulos dedicados a la cultura, el arte y la tecnlogía mayas, de forma que si en la edición anterior, la mitad se dedicaba a la evolución histórica y el resto a los temas sociales, económicos y culturales, en esta 600 de las 700 páginas se ocupan de trazar una semblanza de la evolución maya, desde los orígenes al año 1500.... y aún en muchos casos, no pasan de ser apretados resúmenes.
Sin embargo, no es éste el tema del que quería hablar, sino de los mitos que aún persisten en el imaginario colectivo cuando se habla de arqueología. Si se preguntase a una persona media cual ha sido el mayor descubrimiento arqueológico del siglo XX, la mayoría respondería que la tumba de Tut-Anj-Amon. Sin entrar en comparaciones, los ha habido que han puesto patas arriba nuestro conocimiento, por ejemplo, el desciframiento del Linear B hacia 1950, que demostró que los aqueos hablaban griego y adoraban la mayor parte de los dioses del panteón griego clásico, de manera que la teorías que basaban el origen de la civilización helénica hacia el 1200 con la inmigración de los dorios se revelaron falsas, mientras que la realidad era la de una continuidad y una evolución entre los aqueos y los griegos clásicos, como por otra parte los mismos griegos, empezando por Homero creían.
Otro de los avances revolucionarios fue el desciframiento de la escritura Maya, que deshizo buena cantidad de mitos que se habían revelado especialmente resistente, incluso a la misma evidencia arqueológica e iconográfica, como el pacifismo esencial de la civilización maya o la concepción de sus ciudades como simples centros ceremoniales perdidos en en medio de la selva eterna e impenetrable, cuando la realidad es que era un pueblo tan humano como cualquiera, con estructuras verticales de poder en las que la violencia jugaba un papel primordial, y donde este poder se encerraba en el corazón de inmensas metrópolis rodeadas de amplios campos de cultivo, en un paisaje desforestado desde hacía generaciones y donde la selva se reducía a unas pocas manchas.
Una revolución en el conocimiento que llevó más de un siglo y medio en dar fruto y cuyos protagonistas no han alcanzado la fama que merecen por méritos propios, mientras que absolutas nulidades andan en boca de la gente. Gente como Charles Brasseur de Bourbourg, quien, en el siglo XIX, encontró y salvó las únicas copias que quedaban del Popol Vuh y de la Relación de las cosas del Yucatán, sin los cuales nuestro conocimiento de la religión y la filosofía mayas serían casi nulos, sin contar con que quizás hubiera sido imposible traducir sus jeroglíficos. Descubrimientos que ya le valdrían un lugar en la historia de honor en la historia de la arqueología, pero a los que hay que añadir que encontró parte de uno de los tres códices mayas que han sobrevivido (el TroCortesiano que se guarda en el Museo de América de Madrid), los Anales históricos de los Cakchiquels y un diccionario de la variante Yukateca de Maya, textos también de inapreciable ayuda en el estudio de la historia y la cultura maya.
O personalidades como Tatiana Proskuriakov, quien en los años 50 demostró que las estelas mayas eran textos históricos y consiguió averiguar el significado de varios de los glifos utilizando razonamientos lógicos implecables, en concreto que las estelas parecían estar agrupadas en grupos que siempre compartían dos fechas,cada una marcada con un glifo característico, y que las estelas que tenían en común estas dos fechas, tenían otras fechas que en conjunto limitaban un intervalo de tiempo parecido a la de una vida humana. Es decir, que la primera fecha común era una fecha de nacimiento, la segunda la de la subida al trono y las otras las de la dedicación de la estela durante el periodo de gobierno del personaje representado.... lo cual supuso un salto de gigante en el desciframiento ya que los arqueólogos sabían qué tipo de información iban a encontrar en esos textos.
Personajes, como digo, cuya aportación es capital y cuyo nombre debería estar en boca de todos, como ejemplo y como modelo, y no el de tantas nulidades, puesto que gracias a ellos la noche del pasado se hizo un poco menos obscura, llegando incluso a encontrarse relaciones insospechadas entre las culturas contemporáneos como la ilustrada por el texto, esa toma de Tikal, ahora en medio de la espesa selva guatemalteco, por invasores llegados (o al menos fuertemente relacionados) con el lejano Teotiuhacan, en lo alto del altiplano mejicano
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