No creo que sorprenda a nadie si digo que Fantasia (1940) el tercer largo realizado por Walt Disney, es una película fallida. O mejor dicho, una cinta que contiene algunos de los cortos más soprendentes y arriesgados de la filmografía de esa compañía junto con otros que parecen el epítome de todo lo malo por lo que se acusa a esta compañía, ergo, sentimentalismo, infantilismo, ñoñería.
El principal problema de Fantasia son precisamente sus desmesuradas ambiciones. Desde el primer instante se presenta como algo distinto a toda la animación conocida hasta entonces (ya veremos que esto es una falsedad, por no llamarlo mentira), el nacimiento de una nueva forma, el esperado y deseado ennoblecimiento de una técnica que hasta ese momento parecía destinado a un consumo rápido y sin consecuencias, entretenimiento de usar y tirar, sin que requiriese especial esfuerzo temporal. Para cumplir con estos objetivos, la película apela a lo que podríamos llamar la gran cultura, representada por la música clásica, intentando demostrar que se encuentra a su misma altura y, por así decirlo, puede jugar con los mayores, utilizando para ello con absoluta maestría todos los recursos al alcance de un animador de la década de los cuarenta, con el respaldo de la que era la primera compañía de animación de los EEUU.
El resultado, desde un punto de vista estético y técnico, es realmente impresionante. Aún hoy, que se cuenta con la ayuda del ordenador es casi imposible encontrar una película de animación 2D, donde la animación sea tan perfecta y fluida, los fondos auténicas pinturas y, sobre todo, como digo, no se tenga miedo de unir en una producción comercial todos los recursos al alcance de la forma. El principal problema y que impide que Fantasía llegue al rango de obra maestra absoluta es que, a pesar de todo, Disney sigue siendo Disney, y sus diseños de personajes, infantiles y agradables, son especialmente inadecuados para las intenciones y ambiciones de la película.
De hecho, los mejores cortos son aquellos en los que no se utilizan los diseños que identificamos con Disney o simplemente no aparecen. Por ejemplo, un corto tan inteligente como el que adapta la música de El Aprendiz de Brujo, pierde todo su interés por la aparición de Mickey, presencia completamente discordante en el ambiente expresionista que domina el corto. En el contexto de la primera hora, la mejor y más experimental de la película, ese corto podría considerarse como un pequeño intermedio cómico, un pequeño respiro en la solemnidad de la cinta, pero lo peor viene en la segunda hora, cuando Disney decide ser Disney y sus personajes se adueñan de la escena.
De esa manera, el espectador tiene que sufrir lo que puede ser uno de las profanaciones más dolorosas de la historia del cine. Ver como la Pastoral de Beethoven y la Mitología Grecorromana, se convierten en una sucursal de Disneyland, poblada de angelotes, Pegasos que se comportan como Cisnes, Centauros similares a jovenes bobos con acne, y... Bueno, cuando menos se piense en ese horror, mejor, basta con decir que ver esa sección basta para que repentinamente nos demos cuenta de que poca seriedad había en las grandilocuentes declaraciones del principio.
No obstante, siempre queda la primera hora (y el corto con el que se cierra la película) que contiene algunos de los cortos más atípicos y sorprendentes de la productora, simplemente por no responder a los tópicos que asociamos a la productora. De estos quisiera comentar el que abre el corto, la magnífica adaptación de la Tocata y Fuga de Bach, interpretada al modo abstracto, pero que, al espectador avisado deja un mal sabor de boca.
Lo primero es que tanto la película y la historia segun Disney que se cuenta en las ediciones, nos vienen a decir que algo así no había sido visto en la pantalla. Dejando de lado que unos años antes Mary Ellen Bute había adaptado esa misma pieza, y que Lye y Fischinger, luego veremos su relación con este corto, habían pasado la década de los treinta creando cortos abstractos, lo cierto es que Disney y su equipo demuestran un perfecto conocimiento de lo que se había creado en el campo de la animación abstracta y lo utilizan sin ningún reparo, procurando atenuar y diluir su propuesta para no provocar la huida del público. Así por ejemplo, la sección inicial no es sino una adaptación de los cortos de Lye para la GPO, en los que una misma figura, en distintas posiciones, se superponía en el fotograma con diferentes colores puros.
No obstante lo peor ocurre en la sección puramente abstracta. Como debería saberse, Disney, impresionado por la obra del animador abstracto alemán Oskar Fischinger, le contrató para que dirigiera esta sección. La colaboración terminó con la marcha de Fischinger del estudio, ya que el animador alemán quería componer un corto completamente abstracto, de acuerdo con sus principios y toda su obra anterior, mientras que Disney se empeño en que las formas abstractas pudieran ser identificadas como elementos naturales, estrellas, nubes, paisajes, los arcos del violín.
Dado que Fischinger se negó a traicionar sus principios, el corto se finalizó sin su presencia y lo que queda es una larga secuencia semiabstracta, claramente basada en sus diseños y su estilo, suficientemente atenuados para que no asusten a nadie, pero sin que reciba ningún crédito por ello, lo cual nos dice mucho y no bueno del gran magnate de la empresa del ratón.
Entiéndase bien lo que quiero decir. El corto, como el resto de los de la primera hora de Fantasia, a excepción del aprendiz de brujo, es una pequeña obra maestra, que muchos hubieran deseado firmar, pero lo que esta historia nos viene a contar es cuanta basura hay tras las fachadas relucientes, y cuantas mentiras tras las historias oficiales.
Y por alegrar un poco el tono,y no dejarles con mal sabor de boca, les dejo aquí el corto, para que lo disfruten.
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