He comentado ya, en entradas anteriores, mis sentimientos de ambivalencia ante la obra de Joris Ivens, especialmente hacia su obra de propaganda, dedicada a la loa del último movimiento revolucionario en la historia de un comunismo, tan poderoso y esencial antaño, pero ahora mismo semejante a un sueño que sólo pervive en la memoria de aquellos que fuimos sus contemporáneos.
El gran inconveniente de los documentales propagandísticos de Ivens es simplemente que los espectadores de ahora mismo conocen, o deberían saber, lo que realmente ocurrió tras la fachada de un mundo mejor que se nos presenta, lo que impide leer el documental tal y como lo concibiera Ivens. Es cierto que este reparo es aplicable a todo el cine soviético de los años 20, Vertov, Dovjenko, Pudovkin y por supuesto, Eisenstein, pero si en el caso de los cineastas rusos, la propaganda estaba atemperada por una técnica revolucionaria en su tiempo que aún sigue siendo utilizada en formas como la publicidad o el videoclip, no es el caso de Ivens, donde ésta se haya completamente supeditada al mensaje, de forma que la apariencia de inmediatez, espontáneidad y proximidad de su cine, de cosa capturada por casualidad, en realidad esconde una representación ante las cámaras, que ha sido ensayada y preparada mucho antes.
Uno de los casos más flagrantes es el corto Une Histoire de Ballon, Lycée nº 31, Pekin (Una historia de Futbol, liceo 31, Pekin) perteneciente a su inmenso film loa de la revolución cultural Comment Yukong déplaça les montagnes (Como Yukong desplazó las montañas). En la superficie se trata de una historia trivial, capturada casualmente por el equipo de filmación, y en la que tras un incidente entre un profesor y un alumno, un balonazo, la clase y los docentes se reúnen para discutir la situación y llegar a un acuerdo de forma democrática, en un ejemplo de las virtudes de la revolución china.
Ya en el tiempo de su proyección, un espectador avezado se habría dado cuenta de la presencia entre los alumnos, de algunos distinguidos por un brazalete rojo, que parecen gozar de una evidente primacía entre el alumnado e incluso entre los profesores. Son, como podrán suponer, los famosos guardias rojos de Mao, de los cuales sabemos ahora, que el dictador utilizó como fuerza revolucionaria para combatir y derribar a sus enemigos en el partido, en una purga semejante a las estalinistas que le permitió mantenerse en el poder hasta su muerte.
Es con este conocimiento a posteriori, cuando el verdadero sentido de la escena se nos revela, se trata de la representación una de las sesiones de autocrítica en las que los jóvenes guardias rojos acusaban a sus superiores y que solían terminar en la humillación pública de éstos e incluso en su eliminación, lo cual explica la más que evidente tensión y agresividad visible entre sus componentes, a pesar de su final feliz. De esta manera, el documental, a pesar de Ivens se transforma en un doble panfleto propagandístico, por una parte una muestra frente a occidente de las virtudes de la revolución china, pero por otra parte, y mucho más importante, un mensaje de consumo interno, en el que se señala que lo peor de las purgas ya ha pasado, que los excesos no volverían a cometerse y que la sociedad china estaba en un camino de reconciliación y armonía.
Todos sabemos como acabó el asunto. Al poco, Mao moría, los impulsores de la revolución cultural eran catalogados como traidores, ejecutados y este movimiento descubierto en todo su horror, mientras china iniciaba su larga andadura hacia un sistema capitalista de partido único, paradoja entre paradojas.
No obstante, de estas obras politicas de Ivens sobre las revoluciones asiáticas, debo decir que me ha impresionado la llamada 17éme parallel (el Paralelo 17), que nos lleva a la guerra del VietNam en 1968, a la que pertenecen las capturas arriba incluidas. No es, por supuesto, una obra inocente, es otra pieza propaganda en la que se muestra la justicia de la lucha del pueblo comunista y la fuerza de los organismos de su democracia popular. Sin embargo tiene muchos puntos a su favor, no siendo el menos importante de que en este caso, la razón no estaba del lado americano y sí, mucho del lado vietnamita, a los que primero se les negó su independencia, luego la reunificación y por último, se les entregó en manos de una corrupta dictadura militar apoyada por los adalides de la libertad y la democracia.
Pero más importante aún es el hecho de que ese Paralelo 17 del título, hace referencia a la zona desmilitarizada entre Vietnam del Norte y del Sur, que a esas alturas del conflicto era objeto de todos tipo de incursiones y operaciones militares, sobre una población civil que no había sido evacuada. De esa manera, el documental, rodado in situ, en medio de los combates, se convierte en un valioso documento de ese momento histórico, casi veraz, con todos los peros que quieran, al mostrar la destrucción causada por la guerra y la supervivencia obstinada de los civiles atrapados en la zona de combate, obligados a adoptar su ritmo de trabajo al de los bombardeos americanos y a vivir como topos en cuevas excavados por ellos mismos.
Un trabajo que ayuda a descubrir una de las razones por las que los americanos perdieron, ya que ellos no estaban dispuestos a aceptar los sacrificios y pérdidas humanas que sus enemigos vietnamitas.
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