Die Täuschung ist vollkommen. Es ist die Täuschung aller Führer. Sie geben sich als so, als gingen sie ihren Leuten in den Tod voran. In Wahrheit aber schicken sie ihren Leuten in den Tod voraus, um selber länger am Leben zu bleiben. Die List ist immer dieselbe. Der Führer will überleben: er Kräftigt sich daran. Wenn er Feinde zu überleben hat, ist es gut, wenn nicht, hat er eigene Leute. Auf alle Fälle gebraucht er beide, abwechselnd oder zugleich. Die Feinde gebraucht er offen, dazu sind ja Feinde. Seine eigene Leute kann er nur versteckt gebrauchen.
Elias Canneti, Masa y Poder
El engaño es completo. Es el engaño de todos los líderes. Actuan como si acompañasen a su pueblo en la muerte, pero en realidad envñian a su pueblo a la muerte, para permanecer vivos más tiempo. La estratagema es siempre igual. El líder sobrevivirá, se fortalece con ello. Cuando sobrevive a sus enemigos, es bueno, si no, tiene a su propia gente. En cualquier caso utilizaa ambos, bien alternadamente o al mismo tiempo. A los enemigos los consume abiertamente, para eso son enemigos, a su propia gente sólo puede usarlos en secreto.
Llevo leyendo estas semanas (con gran lentitud eso sí, que el alemán no es moco de pavo) el tratado filosófico que Elias Canetti, publicará hacia 1960, con el nombre de Masse und Macht. Como puede suponerse y al igual que ocurría con el De l'amour de Stendhal, el hecho de tratarse en ambos casos de una obra filosófica escrita por un novelista no es algo que vaya a congraciarles con los filósofos de verdad, ya que sería fácil acusarles de falta de rigor, concreción y abstracción.
Sin embargo, ambos ensayos extendidos, por utilizar una calificación más apropiada al resultado, resultan especialmente atractivos para el lector de a pie. El hecho de que sus autores sean grandes novelistas, permite que su estilo y su expresión sean especialmente agradables, así como que su exposición sea especialmente accesible para ese lector cualquiera, como digo. Un resultado que se debe en no poca medida a la facilidad de ambos escritores para traducir los conceptos que utilizan en imágenes perfectamente visualizables, las cuales seducen precisamente por su precisión sensorial que las hace casi reales, además de acumular multitud de ejemplos que, al ser descritos con los recursos del novelista, toman la apariencia de la narración ficcionalizada y por tanto, por repetirme de nuevo, se hacen transitables para lector, lugares que pueden imaginarse visitados, experiencias vividas, en ese milagro que cualquier aficionado a la novela espera y ansía esperimentar una y otra vez.
En el caso de la obra de Canetti lo mejor de su libro sean precisamente esos ejemplos que apuntalan su tesis (ya veremos más adelante cuál). Demostrativos de su amplia cultura, han sido extraídos de multitud de libros de antropología, de relatos de exploradores, de testimonios de viajeros del pasado, abarcando casi el mundo entero y, lo que es más importante, enfrentándolo a todo tipo de costumbres, de ideas, de concepciones que pueden parecerle radicalmente opuestas a las suyas, pero que en la pluma de Canetti, acaban por constituir un retrato de lo que podríamos llamar el substrato común a la humanidad, o por expresarlo en términos más descarnados, como a pesar de todos los ropajes tecnológicos y culturales con los que nos hemos disfrazado, el salvaje está siempre ahí, dispuesto a saltar al cuello de sus enemigos.
Peor aún, la bestia, el depredador. El ser que sólo disfruta en la persecución de la presa, su captura, su muerte y su desmenbramiento.
Con esta introducción puede suponerse que la opinión de Canetti sobre el poder y, sobre su encarnación humana, el líder, el jefe, no es precisamente aduladora. Como bien puede apreciarse en el fragmento incluido, el jefe (el Führer, en la precisa expresión alemana) no busca el bien de su pueblo, ni su bienestar, ni conducirlo a la gloria, ni abrir una nueva era de paz y amor. Sus motivaciones, su auténticas motivaciones, las de cualquier jefe, incluso el más pequeño del grupo más diminuto, son bastante más simples y por supuesto mucho más turbias.
Lo que realmente le mueve a ser jefe es la ambición, expresado en ese placer, en esa euforia que produce saberse el único superviviente, tanto de amigos como enemigos. Una supervivencia que puede plasmarse en términos físicos, como los caudillos de antaño, victoriosos en mil batallas, o en términos más modernos y menos cruentos, como el triunfador de ahora, superviviente de todas las quiebras y todos los desastres, cuya carrera nunca se ha visto interrumpida en su continua e irresistible ascención.
Y ahí, como bien indica Canetti, está la gran mentira, el gran engaño. Porque esa supervivencia personal, ese triunfo intransferible del líder, se nos vende como común a todos sus seguidores, aún cuando ninguno de nosotros vayamos a aprovecharnos de él, aún cuando seamos peones prescindibles, que seremos arrojados a la basura en cuanto ya no seamos necesarios para el jefe. Es más, que nuestra caducidad, nuestra destrucción, es consustancial a la naturaleza de líder, sin la cual, él perdería su primacía.
Y si algo deberíamos haber aprendido de la historia de este siglo, es eso. Pero ¡ay! que si poderosos eran las cantos de las sirenas, más lo son aún los de la ambición.
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