The 5th Alaude was apparently commanded by Marcus Labienus Maximus, who perished with his unit. Laberius's personal slave Callidromus, made a prisioner by Dacian general Sausagus, was sent by King Decebalus as a gift to King Pacorus of Parthia. Thirty years later, Callidromus escape back to his home town, Nicomedia, in Bithynia-Pontus
Stephen Dando-Collins, The Legions of Rome.
En estos últimos día he estado leyendo, con auténtica fruición, el libro que arriba he indicado. Se trata, ni más ni menos, que una auténtica enciclopedia histórica de las legiones del imperio romano, donde por una parte se nos narra la historia y particularidades de cada una de esas unidades, desde su formación hasta su disolución, mientras que por otra se nos describen en profundidad, de acuerdo con lo que las fuentes nos han legado, las campañas romanas desde el fin de las guerras civiles hasta el saqueo de Roma por los visigodos en el año 410.
Una apasionante narración, como digo, a pesar de evidentes errores (como la identificación del reino Nabateo con El Libano) que son imperdonables en una obra de estas características, pero que resultan perfectamente equilibrados por la cantidad de mitos populares sobre el Imperio Romano que hace desaparecer y la multitud de detalles poco conocidos de aporta, como los emblemas que decoraban los escudos de cada legionario y que servían para identificar la unidad a la que pertenecía.
Uno de esos mitos es el de la uniformidad de las legiones durante toda su historia, de manera que los legionarios de César y los de tiempos de Teodosio, cinco siglo más tarde, visten el mismo uniforme y armadura, que curiosamente coincide con lo representado en la columna de Trajano. De hecho, cuan se llega a las partes finales del libro, sorprende encontrarse con la variedad de unidades, por su armamento y procedencia, que formabana parte del ejército romano, desde los caballería pesada, los llamados catafractos, acorazados de la cabeza a los pies como un caballero medieval, a las unidades galas que habían adoptado el hacha de dos filos como arma favorita.
Un ejército romano, el del bajo imperio, donde las legiones romanas se habían multiplicado, pero cuyo número de soldados había decrecido a apenas 1000, comparados con los más de cuatromil de una legión imperial, transformando una unidad esencialmente ofensiva, en un cuerpo defensivo... sin contar que el famoso escudo legionario, rectangular, había sido substuido por una rodela ovalada, y el gladio por una espada larga.
Más importante aún es la destrucción del mito de los bárbaros, representados siempre en las películas (piénsese en el reciente Gladiator o la más antigo The Fall of The Roman Empire) como gigantes barbudos que combatían vestidos con pieles, sin ninguna clase de disciplina y orden. Frente a esta falsa imagen, basta con pensar en los Sármatas, un pueblo venido de las estepas del centro de Asia y uno de los peores enemigos de los romanos en los siglos I y II de nuestra era. Unas hordas formadas principalmente por caballería, que vestía una armadura de cota de malla que les cubría casi por entero, con yelmos cónicos, armados con lanzas y que cargaba en formación cerrada, estandartes al viento.
Como es también el caso del reíno Dacio, formado en el siglo I a.C al norte del Dabubio y potencia capaz de oponerse al imperio romano hasta su destrucción por Trajano a principios del siglo II de nuestra era. Un reíno con una estructura compleja de gobierno, religión avanzada, sedentario y con una capital, Sarmizegethusa, rodeada por murallas que a los romanos les costo varias campañas expugnar.
Un reino, como muestra el fragmento arriba indicado que era capaz de enviar emisarios a los enemigos de Roma para demostrar su poder y buscar alianzas. Unos emisarios cuyo periplo hubiera sido digno de ser guardado por escrito, puesto que para llegar desde la actual Rumanía a Irán/Irak, sin pasar por los territorios ocupados por los romanos hay que dar un cierto rodeo,
Julius Calvaster, a senior tribune with one of Saturninus's Upper Rhine legions, pleaded not guilty to involvement in the conspiracy, declaring that the reason he had spent so much time in private with Saturninus prior to the revolt was because he was involved in a homosexual liaison with the governor, and knew nothing of the planned rebellion. He was believed and acquitted.
Pero aparte de estos mitos populares demostrados falsos, el libro abunda en detalles inesperados conservados por las fuentes, pequeños apuntes que nos acercan a esos hombres de los que nos separan milenios y que por tanto nos pueden resultar tan lejanos e incompresibles como los habitantes de otro planeta, pero cuyas pulsiones y necesidades básicas eran las mismas que las nuestras, y el modo de abordarlas extrañamente parecido al actual... como muestra la sorprendente anécdota que refleja el párrafo que he incluido un poco más arriba, que muestra la excusa que un oficial de las legiones de tiempos de Domiciano alegó para demostrar que no estaba implicado en la conspiración que buscaba destronar al emperador.
Una excusa que, como se indica, fue aceptada como perfectamente normal por sus acusadores y que le libró de la pena de muerte que le esperaba.
Stephen Dando-Collins, The Legions of Rome.
En estos últimos día he estado leyendo, con auténtica fruición, el libro que arriba he indicado. Se trata, ni más ni menos, que una auténtica enciclopedia histórica de las legiones del imperio romano, donde por una parte se nos narra la historia y particularidades de cada una de esas unidades, desde su formación hasta su disolución, mientras que por otra se nos describen en profundidad, de acuerdo con lo que las fuentes nos han legado, las campañas romanas desde el fin de las guerras civiles hasta el saqueo de Roma por los visigodos en el año 410.
Una apasionante narración, como digo, a pesar de evidentes errores (como la identificación del reino Nabateo con El Libano) que son imperdonables en una obra de estas características, pero que resultan perfectamente equilibrados por la cantidad de mitos populares sobre el Imperio Romano que hace desaparecer y la multitud de detalles poco conocidos de aporta, como los emblemas que decoraban los escudos de cada legionario y que servían para identificar la unidad a la que pertenecía.
Uno de esos mitos es el de la uniformidad de las legiones durante toda su historia, de manera que los legionarios de César y los de tiempos de Teodosio, cinco siglo más tarde, visten el mismo uniforme y armadura, que curiosamente coincide con lo representado en la columna de Trajano. De hecho, cuan se llega a las partes finales del libro, sorprende encontrarse con la variedad de unidades, por su armamento y procedencia, que formabana parte del ejército romano, desde los caballería pesada, los llamados catafractos, acorazados de la cabeza a los pies como un caballero medieval, a las unidades galas que habían adoptado el hacha de dos filos como arma favorita.
Un ejército romano, el del bajo imperio, donde las legiones romanas se habían multiplicado, pero cuyo número de soldados había decrecido a apenas 1000, comparados con los más de cuatromil de una legión imperial, transformando una unidad esencialmente ofensiva, en un cuerpo defensivo... sin contar que el famoso escudo legionario, rectangular, había sido substuido por una rodela ovalada, y el gladio por una espada larga.
Más importante aún es la destrucción del mito de los bárbaros, representados siempre en las películas (piénsese en el reciente Gladiator o la más antigo The Fall of The Roman Empire) como gigantes barbudos que combatían vestidos con pieles, sin ninguna clase de disciplina y orden. Frente a esta falsa imagen, basta con pensar en los Sármatas, un pueblo venido de las estepas del centro de Asia y uno de los peores enemigos de los romanos en los siglos I y II de nuestra era. Unas hordas formadas principalmente por caballería, que vestía una armadura de cota de malla que les cubría casi por entero, con yelmos cónicos, armados con lanzas y que cargaba en formación cerrada, estandartes al viento.
Como es también el caso del reíno Dacio, formado en el siglo I a.C al norte del Dabubio y potencia capaz de oponerse al imperio romano hasta su destrucción por Trajano a principios del siglo II de nuestra era. Un reíno con una estructura compleja de gobierno, religión avanzada, sedentario y con una capital, Sarmizegethusa, rodeada por murallas que a los romanos les costo varias campañas expugnar.
Un reino, como muestra el fragmento arriba indicado que era capaz de enviar emisarios a los enemigos de Roma para demostrar su poder y buscar alianzas. Unos emisarios cuyo periplo hubiera sido digno de ser guardado por escrito, puesto que para llegar desde la actual Rumanía a Irán/Irak, sin pasar por los territorios ocupados por los romanos hay que dar un cierto rodeo,
Julius Calvaster, a senior tribune with one of Saturninus's Upper Rhine legions, pleaded not guilty to involvement in the conspiracy, declaring that the reason he had spent so much time in private with Saturninus prior to the revolt was because he was involved in a homosexual liaison with the governor, and knew nothing of the planned rebellion. He was believed and acquitted.
Pero aparte de estos mitos populares demostrados falsos, el libro abunda en detalles inesperados conservados por las fuentes, pequeños apuntes que nos acercan a esos hombres de los que nos separan milenios y que por tanto nos pueden resultar tan lejanos e incompresibles como los habitantes de otro planeta, pero cuyas pulsiones y necesidades básicas eran las mismas que las nuestras, y el modo de abordarlas extrañamente parecido al actual... como muestra la sorprendente anécdota que refleja el párrafo que he incluido un poco más arriba, que muestra la excusa que un oficial de las legiones de tiempos de Domiciano alegó para demostrar que no estaba implicado en la conspiración que buscaba destronar al emperador.
Una excusa que, como se indica, fue aceptada como perfectamente normal por sus acusadores y que le libró de la pena de muerte que le esperaba.
1 comentario:
Muy entretenido de leer, pero plagado de errores. Aunque es en parte culpa de la traducciones malas del latín al inglés, Dando-Collins hasta se saca de la manga una inexistente legión XVIII reclutada por Nerón y desbandada por Vespasiano. Y así todo el libro. Sugerencia: mejor que tengáis a mano "Hª de las legiones romanas", de Julio Rodríguez González.
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