jueves, 9 de septiembre de 2010

A tale of two cities


Revisando, por razones extracinéfilas, el Manhattan de Woody Allen, no dejaba de sorprenderme por la imagen mostrada de la ciudad: Un lugar poblado por personas cultas, de planetarios, cines de VOS y restaurantes chics, con lugares paradigmáticos por los que se puede pasear sin miedo a malos encuentros. 

La sorpresa viene de que el recuerdo que tengo de Nueva York y los años setenta, década a la que pertenece esta película, es el que en mi niñez transmitía la televisión española y que era completamente opuesto a la imagen que muestra la película. En mi memoria, Nueva York y por extensión todos los EEUU, era un lugar de delincuencia en alza, donde era muy probable morir por un disparo de arma de fuego y el ser atracado, ya fuera por la calle o en tu casa, un suceso cotidiano. Una ciudad y un país en abierta decadencia, cuyas ciudades se estaban convirtiendo en campos de ruinas y la población volviendo a la absoluta barbarie, frente a la pasividad y la impotencia de las autoridades.

Esa imagen, curiosamente, no era un efecto de alguna extraña propaganda patria, aunque el desprecio a los EEUU fuera un rasgo compartido por la izquierda y la derecha peninsular de aquel entonces. Lo auténticamente curioso es que esa visión se hallaba en el centro de las producciones de aquel país, incluso las más comerciales como bastaría para demostrar el caso de la no menos mítica Taxi Driver, en la que la violencia desencadenada por los EEUU en Vietnam, había sido importada a su tierra natal y el centro de la ciudad convertido en una tierra de nadie, donde sólo regía la ley del más fuerte, al haberse derrumbado toda autoridad y moralidad. 

Mi impresión, como digo, se ha visto  confirmada por la visión reciente de una obra como News From Home, de Chantal Akerman, donde la ciudad se transforma en un páramo desierto de toda presencia humana, en un avanzado estado de abandono y donde las pocas personas que aparecen lo hacen aisladas de su entorno y de sus semejantes. Asímismo en el magnifico cómic Dropsie Avenue de Will Eisner, muestran los últimos años de esa avenida, en la década de los años 60, como un infierno, donde las casas de inquilinos son vendidas a personas conocidas como finalisers, para deshacerse de los vecinos por cualquier medio, hasta que la zona queda reducida a un estado que se define como bombed out, es decir, como si hubiera sido bombardeada.

Por supuesto, esto no es ningún género de crítica política o estética contra Woody Allen. El director americano se mueve en unos ambientes muy concretos y en cierta manera es prisionero de ellos, como cualquiera de nosotros. Sus mejores momentos son cuando describe esas personas y situaciones que conoce a la perfección y nunca ha sido su intención convertirse en un cronista de la sociedad americana, ni mucho menos ser como uno de esos escritores realistas del XIX, que pretendían narrar del arroyo a los palacios.


Christopher Wool East Broadway Breakdown
No, esto viene a cuento de la inmensa exposición Manhattan: Uso Mixto, abierta hasta finales de septiembre en el Reina Sofía Madrileño (gratis los domingos), en la que se muestra como una serie fotografos han intentado mostrar esa ciudad, desde aproximadamente 1970 hasta ayer mismo. Una recopilación de fotografías en las que los diferentes artistas parecen coincidir en esa opinión general de la que hablaba antes: Nueva York como una ciudad en perpetua putrefacción, siempre a punto de expirar, pero siempre capaz de vivir un poco más, por simple instinto animal de supervivencia.

Thomas Struth, Crosby Street
Curiosamente, el mayor pero que se le puede poner a esta exposición es el de su aspiraciones enciclopédicas, se han elegido tantos artistas y de ellos se han expuesto tantas obras, intentando ser fieles a su intención de documentar la ciudad en la que viven, que se hace imposible dedicar a las fotos, no digo ya a los videos. el tiempo y la atención necesarias, . Peor aún, es casi imposible recordar algún nombre tras la visita, a menos que se le conociera ya de antemano, como me ocurría a mí con Zoe Leonard, o anotándolos cuando se topa uno con algo que le llame la atención, como he tenido que hacer en esta visita.
Mayra Davey, Newstand
Un gravísimo defecto que impide completamente el poder comparar estos artistas o situarlos cronológicamente, o lo que sería más interesante, geográficamente dentro de la ciudad, de forma que lo queda en la retina es un amasijo de imágenes aparentemente iguales las unas a las otras, de donde de vez en cuando se destaca alguna inesperada, como ocurre con las de Jennifer Bolande, que substituye a la figura humana que debería habitar la ciudad por un globo terráquea, en un juego postmoderno que poco tiene de común con el registro fotográfico que llena el resto de salas.
Jennifer Bolande, Globe

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