¿Qué es eso que...?
¡Una mujer dragón! ¡Los descendientes de Atlantis, los demonios de la leyenda..!
Señor, es peligroso. Retiraos, os lo ruego.
Quieto, Vargas.
Si eso es un demonio.
Es de una belleza tal...
...que le entregaría voluntariamente mi alma.
Tú eres Go de Fanelia, ¿no es cierto?
¿Cómo conoces mi nombre?
Cuando la luna de las ilusiones brille por encima de las montañas de poniente...
...el hombre al que estás destinada vendrá a tí.
Así se predijo cuando nací.
¿Destinada?
Sí, es el destino quien ha hecho que nos encontremos
Cuando se relee un clásico, de esos que nos enseñaron en la escuela o descubrimos siendo aún adolescentes, se produce un extraño fenómeno mental. No importa las veces que lo hayamos leído, lo bien que conozcamos su argumento o que casí podamos recitar sus palabras de memoria. En cuanto llegamos a ciertas páginas escogidas, nos sentimos inmediatamente en casa, seguros, tranquilos y en paz, como cuando se vuelve a un lugar amado desde siempre. Una extraña sensación para un tiempo que nos exije cambiar continuamente, renovar nuestros gustos cada temporada, y deshacernos de todo aquello más antiguo a unos pocos meses, como se hace con los cadáveres antes de que se corrompan.
Esa sensación, la de haber vuelto a casa, es la que he sentido al revisar estas semanas la serie Tenku no Escaflowne, o en corto, Escaflowne, de 1996.
Es cierto que tengo una debilidad especial por esta serie, una de las primeras que disfrute en mi periodo de iniciación al anime, allá por 2000-2001, pero no es menos cierto, que esta serie fue realizada por un estudio Sunrise en su mejor momento (unos años más tarde, realizaría la no menos magistral Cowboy Bebop), coincidiendo con la revolución que supuso Evangelion, de forma que en esos años finales del siglo XX se realizaron una serie de producciones que pueden considerarse como el canto de cisne de la cell animation, antes de que hacia el 2000 el ordenador se convirtiese en la herramienta básica de la animación 2D.
Una alegría, por tanto, volver a esta serie, pero también una tristeza, al ver todo lo que se a perdido en la transición y en la marea moe que ahora nos invade. Por poner unos ejemplos muy sencillo, el aspecto de acuarela de los fondos de esa época, donde se dejaba a la vista que era un dibujo e incluso se tenía el atrevimiento de dejar zonas inacabadas o sin pintar, ha sido substituido por fondos hiperrealistas, en ocasiones meros calcos de fotos. Curiosamente, en medio de esta obsesión por representar la realidad as is, la introducción del ordenador no ha dejado de producir unos resultados finales en cierta manera asépticos, como si la perfección del instrumento hubiese contaminado al resultado. Porque se me entienda mejor, los objetos y vehículos que aparecen en las series modernas parecen completamente impolutos, sin señales de uso, mientras que en estas series del fin de la cell animation, se muestra una evidente preocupación por mostrar mediante el dibujo el daño que el uso y el tiempo realizan, de forma que todo tiene un aspecto de viejo y gastado, de realmente usado y habitado.
Esto no tendría mayor importancia y podría achacarse a los habituales cambios de estilo. Lo peor es la constatación de lo mucho que la invasión moe ha dañado a la industria (y tengo temblores al constatar que las próximas series de estudios como Manglobe o Bones van a apuntarse a la corriente, al menos en su diseño de personaje). En Escaflowne, aunque el tramo de edad de los protagonistas es el mismo que en las series modernas, ese espacio entre los 14 y los 18 años que corresponde a la adolescencia, aparentan tener mucha más edad de la que tienen, no sólo física sino mentalmente. Los problemas y las preocupaciones a las que se enfrentan son las de la edad adulta, las responsabilidades heredadas del cargo que ocupan, la lucha por la vida, los fracasos y derrotas, la muerte y la desesperación... en resumen, toda la miriada de decisiones cotidianas que deben tomarse en solitario, confiando únicamente en las propias fuerzas, midiendo las consecuencias de las mismas y las personas con las que se pueden contar.
No menos llamativo es que mientras que la mayor parte de las series actuales se reducen a un chaval que debe elegir entre varias bellezas, a las cuales, por supuesto deberá salvar de sus problemas y desdichas (Kyoto Animation parece haberse especializado en esto), el personaje central de esta serie sea una mujer, la escolar Kanzaki Hitomi, de cuyas acciones y decisiones, depende el destino del resto de los personajes y del mundo en el que ha caído accidentalmente, de manera que la historia que se nos narra es al mismo tiempo la historia del paso a la madurez de nuestra protagonista que debe aprender por ella misma, qué es lo mejor para cada situación, qué es lo que debe hacerse. No es menos llamativo que en un panorama dominado por la hipérbole de los atributos mamarios de las mujeres protagonistas, hasta el extremo de resultar repulsivo, en Escaflowne la belleza de cada una de las muchos personajes femeninos se base en su personalidad, en su manera de actuar y de vestir, individualizando a cada una de ellas y conviertiéndolas en inolvidables.
Y por supuesto, como se puede observar en las capturas iniciales, que he traducido del francés, pocas series hay con ese instinto por lo auténticamente maravilloso y sobrenatural, de manera que acaba por asemejarse a esos cuentos de hadas que han pervivido durante siglos en el Folklore
Pero de eso y de más ya hablaremos en entradas siguientes. E incluso, si me hallo con fuerzas, empiece una serie sobre las mejores series de anime...
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