sábado, 8 de mayo de 2010

Labor omnia vincit











Hace unas semanas en la revisión que estoy realizando de los 100 mejores cortos de la historia de la animación, según se recoge en la lista del festival del Annecy, hablaba de Emile Cohl y su corto Fantasmagorié, que con ciertas reservas puede considerarse como el primer dibujo animado de la historia. Eso me ha llevado, gracias a un magnífico combo libro +2 DVD editado en Francia a revisar la filmografía de ese pionero, lo que, como suele ocurrir en estos viajes de exploración, me ha llevado a grandes descubrimientos.

Pero primero, una gran decepción, como ocurre con tantos autores de los primeros años del cine, la inmensa mayoría de su obra se ha perdido, especialmente la de su periodo americano con los estudios Éclair, de la que sólo nos quedan noticias de su fama y éxito. Esta pérdida se debió principalmente a que, al igual que su contemporáneo Meliés, el modo que ambos cultivaban se quedo anticuado hacia los años 20 del siglo XX, y por razones distintas se vieron imposibilitados de continuar trabajando, cayendo en el olvido. Un tiempo en el que el cine era aún un espectáculo de barraca de feria, para usar y tirar, con lo que la mayor parte de su trabajo fue simplemente arrojado a la basura. Sería sólo una década más tarde en los años 30 cuando ambos serían reivindicados y su obra buscada por doquier, una tarea de restitución y restauración que aún continúa, pero que se ve amenazada por otro enemigo insidioso, la descomposición con el tiempo de los nitratos originales, que ha provocado que obras salvadas de la destrucción hayan vuelto a desaparecer, esta vez para siempre, puesto que al ir a recuperarlas para generar nuevas copias, la imágenes que guardaban se habían desvanecido.

Aún así lo que nos queda de Cohl es sorprendente y basta para otorgarle un puesto entre los grandes. No es ya que en 1908 creara el primer dibujo animado (que no la primera obra de animación, ¡ojo!) es que en dos años en la Gaumont practicamente descubrió y cultivó buena parte de las técnicas de animación que aún se utilizan (hasta la irrupción del ordenador, los CGI y el 3D, claro está). En sus cortos se pueden encontrar ejemplos de cut-out, stop-motion, animación con marionetas, y conjugación de personajes reales y animados. Todo ello realizado en un ritmo endiablado que le obligaba a filmar cortos como churros y que otra persona sin su ingenio y talento hubiera solventado con la repetición de una fórmula.

Imaginación y talento. Dos virtudes que a Cohl le sobraban, basta decir que nos encontramos con una personalidad que a los 50 años cambió de profesión, de caricaturista a director de animación, y que ya por entonces era una persona famosa, por sus dibujos y por su participación en el movimiento de los incohérents, precursores del dadá y el surrealismo. Es precisamente esa experiencia previa, la del dibujante satírico, la del bromista inveterado, la del dadá antes de dadá, la que consigue que su cortos no se reduzcan a meras curiosidades históricas, notas al pie en la enciclopedia. Aún hoy, más de cien años después y tras que el cine haya muerto, sido dinamitado o salvado en varias ocasiones, sus cortos siguen produciendo asombro y sorpresa.

Una pervivencia a que se debe a que este pionero fue también el primero en darse cuenta de que la animación es liberadora, de que el hecho de trabajar sobre un papel en blanco implica que todo está permitido, que todos los caminos están abiertos, de forma que muchos de su cortos son una delirante concatenación de formas y situaciones, unidas por asociaciones que no parecen aparentes hasta que Cohl nos las muestra, en una auténtica práxis surrealista antes de que existiera ese nombre.

Unos cortos, como el Les Locataires du côte (Los inquilinos de al lado) de 1909, que utilizado para las capturas, donde es evidente el espíritu bromista, chusco, gamberro y subversivo, Dadá en definitiva, de este caricaturista convertido. Se trata ni más ni menos, de uno de los primeros filmes con pantalla partida, donde una pareja intenta espiar el encuentro amoroso de sus vecinos, sin sospechar que tratan con un mago, el cual hará reventar la realidad y les someterá a la visión de todo tipo de visiones disparatadas, que a punto estarán de hacerles perder la cordura.

Una premisa que sirve a Cohl para dar rienda suelta a su imaginación y utilizar todo tipo de técnicas, en un corto que, como digo, aún hoy es hilarante y sorprendente.

2 comentarios:

Crowley dijo...

Un blog de lo más interesante y me alegro de haberlo descubierto.
Un estudio muy necesario para que todos recordemos de dónde venimos (cinematográficamente hablando, claro).
Un saludo

David Flórez dijo...

Se agradece, el comentario y los elogios.

Y nunca está de más revisar a los pioneros...