sábado, 22 de mayo de 2010

Celebration


















Solo por el hecho de haber servido de carta de presentación de Yuasa Masaaki, una de las figuras más interesantes e importantes del anime moderno, la película Mind Game, producida en 2004 por(¡Cómo no!) el estudio 4ºC, ya merecería un puesto de honor en la historia del anime, y por añadidura, en la historia de la animación; pero el caso es que Mind Game es, además, una gran película, una de esa obras que le hacen a uno recuperar la afición por la animación, tan desgastada por tantas nuevas técnicas que no llevan a nada, por tantas obras rompedoras que no son otra cosa que repetición

¿Nuevamente hablando en hipérbolas? Sí y no. Cuando se estrenó esta películas, muchos fueron los que se vieron confundidos por su falta de trama y caracterización de los personajes, por los repentinos cambios de estilo y modo, o simplemente por la repetición de secciones enteras de la película, como si el director se hubiera quedado sin ideas o su inexperiencia le hubiera llevado a un callejón sin salida. No es del todo descartable esta hipótesis, al fin y al cabo se trata de una primera obra y sería milagroso que hubiera resultado perfecta, pero también demuestra hasta que extremo seguimos aún preso del modelo Disney de finales de los 30, que aún hoy sigue siendo cultivado la Pixar y demás productoras de animación 3D.

Se trata, por supuesto de un modelo, en el que se prima la unidad narrativa, una acción con su nudo, estilo y desenlace, pero sobre todo una unidad de estilo, donde las desviaciones sobre el modelo establecido se consideran tabús y no digamos ya el cambio completo y total de estilo, fueran cuales fueran sus justificaciones. Esta obra claramente se haya en las antípodas de esos presupuestos estéticos con lo que sería injusto juzgarla con esos parámetros. Si se quiere en realidad comprenderla hay que reparar que su objetivo no es tanto contar una historia o retratar unos personajes, sino realizar un sentido homenaje a la forma de la animación.

No hay mejor secuencia para dejar claro estas intenciones que la presentada en las capturas que anteceden esta entrada. En ellas, de una forma completamente física, se representa lo que constituye la esencia básica de la animación, desde que fuera inventada, la reconstrucción de movimiento partiendo de figuras aisladas que al ser proyectadas a la velocidad correcta nos producen esa ilusión. Una definición que podría ser la del cine, pero que se separa radicalmente de esa otra forma hermana al considerar que en animación no existen unas personas vivas que van a ser filmadas, ni unos espacios reales, sino que todo debe ser creado ex novo y casi ex nihilo.

Una forma que, como ocurre en la pintura, se basa en la ilusión y en la mentira, y que confía en el espectador para completar lo que se muestra. Una forma por tanto que se convierte en un juego compartido entre creador y espectador, y donde, desde tiempos los primeros, parte de la broma ha consistido en romper la ilusión y mostrar la tramoya del asunto, bien descubriendo el truco del asunto o cambiando las reglas del juego a mitad de partido. Una forma también que, nuevamente desde los pioneros, basa su esencia en la más absoluta libertad, en el hecho de que el papel vacío es el espacio donde es posible plasmar cualquier cosa que se le ocurra a uno, y donde parte del placer compartido entre creador y espectador, es el saber que los límites, las barreras pueden derrumbarse en cualquier momento y que esto debe hacerse en el momento más inesperado.

Características éstas, de disolución de la ilusión fílmica, de destrucción de las barreras, de conquista de la libertad absoluta, que esta película lleva a su máxima exaltación, sin dejarnos descansar un solo instante, anegándonos en su torrente de imaginación e imágenes, para recordarnos quizás el modo auténtico en que la vida debe ser vivida.

Como ocurre en la penúltima escena, la embriagadora y enloquecida caída hacia los cielos en la que se ven envueltos sus protagonistas, por decisión propia.







2 comentarios:

Unknown dijo...

No es fácil librarse de ciertas cargas cuando se mueven presupuestos de millones de dólares... lo que me parece particularmente curioso es la nueva tendencia no-rompedora de muchos estudiantes, que van directamente a demostrarse en lo que ya existe en lugar de desafiar el status quo...

David Flórez dijo...

Eso es muy cierto. Más y cuando se tiene en cuenta que el estilo Disney fue en su tiempo una revolución, ya que nunca se había visto animación tan perfecta y tan bien contada.

El problema es que se realice copia constante de ese estilo, incluso con técnicas novísimas cuyas posibilidades no se aprovechan, con el aplauso del público, eso sí, que es tan culpable como los creadores apoltronados...