miércoles, 30 de diciembre de 2009

Sex is Sin/Sin is Death



En el combo que suelen formar la Thyssen/Caja Madrid se expone desde hace ya unos meses la exposición Lágrimas de Eros, cuyo propósito es explorar las relaciones entre Eros y Thanatos, y en concreto como siempre detrás de la pasión amorosa se esconde la pulsión (auto)asesina. Un concepto que se toma del libro del mismo título de Georges Bataille, pero que en realidad se remonta a Freud y que, como tantas de las ideas propuestas por el psicoanalista vienés, ha influido en todos los ámbitos de la cultura Europea del siglo XX, especialmente en los más vangüardistas.

Sin embargo, no puedo evitar pensar que el propio fundamento de la exposición es falso. No ya porque las ideas de Freud se hayan desvanecido casi por entero de la práctica psiquiátrica contemporánea, al entrar en conflicto con los descubrimientos en el estudio la psique humana de 1950 para acá, y sólo quede su fantasma popular. No, no es eso, aunque podría ser tema de otra entrada, el problema es que la idea de Eros/Thanatos no deja de estar cercana a las formulaciones más retrógradas, esas que predicaban el odio al cuerpo y el desprecio por las relaciones sexuales, como si los castigos que esperaban en el infierno a los lujuriosos hubieran hallado su continuación en tiempos modernos, infiltrándose en la práctica médica y en el Zeitgeist cultural.

Unas ideas que, como ilustra perfectamente el cuadro de von Stuck con el que abro la entrada y que puede contemplarse en la exposición, eran un cliché cultural a finales del siglo XIX, precisamente en el momento en que Freud expone sus teorías, donde la mujer era la encarnación de la sexualidad y por tanto la fuente de todo mal, la tentación que apartaba al hombre del camino recto, de las ciencias, de las artes, del mundo del espíritu, que nos permitía elevarnos sobre el barro miserable que éramos, encarnado como digo en las mujeres, a las que nunca, por su sensualidad y su carnalidad, les sería concedido transitar esas altas esferas.

Extrañas ideas, como digo, las que se filtran en esta exposición propias de otro tiempos y no de éste que se ufana en haber liberado los cuerpos de sus cadenas, de no ver nada malo en lo que es natural, y de permitir que todo sea representado.

No es que crea personalmente que todo es bello en el mundo de las relaciones amorosas/sexuales. Basta darse un paseo por sitios como youporn para descubir cuan pronto la crueldad se une a la práctica del sexo, y como acaba por ser su único aliciente, como bien sabía Sade. De hecho, la propia existencia de ese nodo web hace innecesaria esta exposición. Tampoco es porque el la expresión del erotismo en la cultura occidental se haya limitado a la celebración, de hecho, lo contrario es la norma, y la mayoría de la gran poesía amorosa se reduce a dos temas, la imposibilidad de alcanzar el objeto amado y la certeza de haberlo perdido para siempre, desgracias para las cuales la única salida es la muerte, y que ciertas épocas, como el renacimiento cultivaron hasta la perfección. Ni es tampoco que los antiguos no fueran tan sofisticados como nosotros y no conocieran de los vasos comunicantes que unen las pasiones.

No, lo que pasa es que la exposición se convierte una negación de lo que pretende. Como sabían muy bien los inquisidores da igual el mensaje con que se revista un cuerpo desnudo o el abrazo de dos amantes. Aunque se vista de lección moral, lo que se ve no se puede dejar de ver, a menos que se tape, se esconda o se destruya, y así, esta exposición se convierte en una celebración de la gloria de los cuerpos, de la necesidad de amar, a pesar de la muerte, o mejor dicho precisamente por que ese es nuestro destino, para que en ese instante podamos proclamar, si es que hay alguien que pueda escucharnos, que hemos vivido.

¿Y que queda entonces de esta exposición? Los magníficos cuadros de Delvaux cuyo significado, cuya fuerza, siguen siendo inagotables.


O los vídeos de Bill Viola, como el Amantes donde la catástrofe se convierte en el elemento que los reune, o el Encarnación, que no tiene nada que ver con la exposición, pero que por ello no deja de ser menos bello, donde dos personajes surgen de la nada, nos descubren y huyen aterrorizados, para desvanecerse de nuevo en la obscuridad.

Al igual que nosotros seres nacidos del olvido y destinados al olvido

2 comentarios:

David dijo...

Me encantó esa exposición. Estuve un finde en Madrid y sólo pude ver la parte de CajaMadrid, y es genial.

Saudo

David Flórez dijo...

La exposición es magnífica, el pretexto y la justificación no tanto.