lunes, 4 de enero de 2010
The Threshold
Los cortos en color de Mickey de la segunda mitad de los 30, algunos de ellos auténticas obras maestras de la animación, son interesantísimos por más de una razón, algunas de ellas inesperadas, no siendo la menor el hecho de que estos cortos se producen en un momento de transición, entre la anarquía desenfrenada de finales de los 20 y comienzos de los 30, donde todo estaba permitido, incluso el desarreglo formal, y la perfección técnica que se convertiría en la marca de Disney durante los 40, en virtud de la cual, incluso los animales fantásticos de la compañía tenían que comportarse como si fueran personas reales, siguiendo ellos y sus peripecias las leyes de la realidad.
Aún así, como puede verse en los cortos arriba ilustrados, en medio de esa transición hacia cierta respetabilidad fílmica, aún podían verse rasgos de la locura anterior, de ese mostrar a cada instante que lo que se estaba viendo no eran más que dibujos, con lo que era posible, es más se debían romper los supuestos que esperamos en el mundo real, un juego en el que pocos han conseguido superar a los Fleischer. De esa forma en Mickey's Fire Brigade (1935), el ratón protagonista no tenía empacho en utilizar unas tijeras para cortar la propagación de un fuego, mientras que en The Boat Builders (1938), cuando Donald intentaba pintar el timón del buque, su pincel caía en el aire pero trazaba una línea, puesto que se encontraba con el mismo papel en el que estaba dibujado.
Es más, en otro corto como Mickey's Circus (1936), los minutos finales consisten exclusivamente en una horda de huérfanos empeñados en poner todo tipo de trampas a nuestros protagonistas, atrapados en la cuerda floja, hasta conseguir que se precipiten al vacío. Una situación que sería imposible unos años más tarde, cuando Disney se hubiera convertido en la reserva de la esencias morales de América, y mucho menos ahora, en un tiempo en que cualquier producto aparentemente dedicado a los niños debe haber sido desinfectado de todo lo que pueda corroer sus mentes, llevando a censurar retroactivamente los dibujos animados de antaño, que, como es bien sabido estaban dedicados a los mayores.
Por supuesto, esta alianza de contrarios, perfección formal con anarquía, violencia insertada en la comedia, se debe precisamente a ese tiempo de transición en la Disney, del que hablaba, mucho más tarde, en los cuarenta, sería casi imposible de encontrar, excepto en los cortos de Goofy, coincidiendo además con el desinterés de Walt por los cortos producidos en el estudio, que los haría caer en la rutina más absoluta, excepto, nuevamente en la serie que tenía como protagonista a Goofy.
Una rutina que empezaba ya a apuntar en estos cortos, anunciando su agotamiento en la década siguiente. Mickey, que en manos de sus creadores, Disney e Iwerks, había sido la estrella del estudio y les había permitido situarse por delante de sus competidores los Fleischer, había sido desinfectado tras la marcha de Iwerks, quitándole todos los rasgos peligrosos u originales que tenía en origen, y convirtiéndolo en una estrella sin personalidad, alguien aburrido y sin agallas. De esa manera los cortos de Mickey dejaron de ser cada vez más de Mickey, y en los que aparece en solitario está claro que podrían haber sido interpretados por "personaje genérico" y sólo merecen destacarse por su animación o por lo que ocurre al resto de personajes que no son él.
Así ocurrió que al final los cortos de Mickey se terminaron convirtiendo en el lugar donde se daban cita el resto de estrellas del estudio, llegando al extremo que los mejores eran aquellos en los que aparecía el trío, Donald, Goofy y Mickey, de forma que las personalidades extremas de los dos primeros y las oportunidades cómicas que ofrecían sus manías, servían para ocultar como digo, la mediocridad del ratón, permitiendo que éste se luciera un poco, al servir de contrapeso racional a las locuras de los otros dos.
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