A most important obstacle in civilised countries to an increase in the number of a superior class has been strongly insisted on by Mr Gregg and Mr Galton, namely, the fact that the very poor and reckless, who are often degraded by vice, almost inevitably marry early, whilst the careful and frugal, who are generally otherwise virtuous, marry late in life, so that they may be able to support themselves and their children in comfort. Those who marry early produce within a given period not only a greater number of generations, but, as shewn by Dr Duncan, they produce many more children. The children, moreover, that are born by mothers during the prime of life are heavier and larger, and therefore more vigorous, than those born at other periods. Thus, the reckless, degraded, and often vicious members of society, tend to increase at a quicker rate than the provident and generally virtuous members.
The Descent of Man, Charles Darwin, Chapter V, Civilised Nations.
Si hubiera escrito esta entrada como la primera de la serie que estoy dedicando a Darwin, muy a mi pesar seguramente me habría visto citado por los medios creacionistas, que habrían visto en mi relato una base para atacar la teoría de la evolución. Sin embargo, como podrán haberse dado cuenta los lectores, para mí, como persona de ciencias no se puede dudar de la teoría de la evolución, al igual que no se puede dudar de la tectónica de placas o de la mecánica cuántica. Mejor dicho, en ausencia de nuevas pruebas, esas teorías nos ofrecen un marco experimental que permite explicar una gran cantidad de fenómenos que sin ellos no tendrían sentido, con lo cual son válidas mientras, como digo, no aparezcan nuevos datos que ellas no puedan cubrir, al igual que ocurrió en la transición de la mecánica Newtoniana a la física relativista.
Pero tal es el mundo en el que nos ha tocado vivir, donde no es posible hablar directamente de lo que se quiere contar, sino que hay que gastar tiempo y energía en introducciones, no sea que le tomen a uno como lo que no es. No obstante, y a pesar de estas preacuciones, siempre hay que tener en cuenta que la historia de la ciencia no es hagiografía y que por mucha admiración que se tenga por un personaje, este era humano y pertenecía a un tiempo concreto, muchos de cuyos vicios compartía. Es más, es precisamente el estudio de esos vicios y esos errores contemporáneos, el que nos permite valorar en su justa medida la aportación de los científicos del pasado, que fueron capaz de dar un paso más allá de lo que era moneda corriente en su época.
Por otra parte, en las ciencias, cuanto más cercano es su objeto al ser humano, más probable es que las ideas y los prejucios del científico se filtren en las teorías que propone. Si es difícil adscribir una etiqueta política a la física teórica, diciendo por ejemplo que las ecuaciones de Maxwell son comunistas o fascistas, una teoría biológica como la de evolución si entra de lleno temas teológicos, y, cuando se aborda el tema del origen del hombre y de su cultura, se trata directamente con temas sociales y políticos, donde es, como digo, inevitable que se fitren los ideales del científico sobre cuál es la sociedad mejor, más perfecta, o más deseable.
En este caso preciso, al estudiar como afecta la evolución a las sociedades humanas y a su cultura, Darwin no puede evitar ser un hombre de su tiempo, y asumir muchos de los prejuicios de la sociedad en la que vive, que es, no lo olvidemos, la de tiempos de la reína Victoria, en el que el impacto de la revolución industrial había creado la clase de los proletarios, hacinados en los suburbios de las ciudades en condiciones sanitarias y laborales impensables, y que además se había lanzado a la conquista del orbe, imbuida por una misión civilizadora que le imponía educar al resto de las razas, como si fueran niños que necesitasen la tutela de occidente para desarrollarse.
Así por ejemplo, hablando de las diferencias entre sexos, Darwin utiliza el mecanismo de la selección natural para demostrar que las mujeres son menos brillantes que los hombres, ya que ellas habrán preferido siempre a los hombres más inteligentes frente a los menos despiertos, provocando así un incremento de esa cualidad en los varones. Una hipótesis que ve demostrada, por el hecho de que los ámbitos de la política, la ciencia, las artes y la filosofía son patrimonio exclusivo de los hombres, mientras que las mujeres son excepciones. Un estado de cosas que nosotros tenderíamos a explicar hoy por razones educativas y de oportunidades, pues las mujeres de las clases que podían optar a la educación eran educadas para permanecer en casa y no salir al mundo, mientras que sus oportunidades de salir de estado de cosas eran nulas.
No menos importante, y chocante, es que Darwin, de ideología antiesclavista y que ha utilizado su propia teoría para desmontar los argumentos a favor de la esclavitud, negando que haya habido una creación especial de las diferentes razas o que éstas constituyan especies diferentes, postule con todo género de ejemplos que hay una gradación entre las diferentes sociedades, de manera que los seres humanos que habitan en lo que ahora llamamos sociedades cazadores/recolectoras estén menos evolucionados que los habitantes de las sociedades estatales. Un argumento qué claramente justifica la misión civilizadora imperial de la Europa de su época, justificando así la adquisición de colonias. (Para ser justos, esa misión civilizadora de Inglaterra y Francia produjo que estas potencias coloniales se ocupasen del bienestar de sus súbditos, mientras que otra potencia económica como Bélgica, interesada únicamente en el beneficio económico, convirtio el Congo Belga en una de las vergüenzas de la humanidad)
Asímismo, como ilustra el párrafo arriba indicado, ese concepto de evolución le lleva a justificar la situación provocada por la revolución industrial, la ruptura de la sociedad británica entre unas clases acomodadas y un proletariado explotado y empobrecido, por el medio de señalar que la evolución ha llevado a que los pobres sean precisamente pobres y que ellos mismo perpetúan su situación, hasta el extremo de poder llevar a una involución en el desarrollo de una sociedad al reproducirse con mayor facilidad que las clases superiores, más avanzadas cultural y moralmente, pero que son menos prolíficas, mientras que ahora se explicaría como el resultado de una sociedad como la británica de entonces, aún rígidamente estructurada y con nulas probabilidades de movimiento y promoción social, de forma que para un individuo era casi imposible abandonar el status marcado por su nacimiento, independientemente de sus capacidades y aptitudes personales.
Un concepto, el de que la diferenciación social es producto de la evolución y tiende a perpetuarse por medios biológicos, que si bien no llega a ser el Darwinismo Social de finales del XIX y del XX, entre otras cosas porque el propio Darwin, en párrafos posteriores, señala contrapesos y realimentaciones que compensan esos efectos postulados, sí puede contruirse como tal por los auténticos proponentes de esa teoría, o mejor dicho, por los proponentes de una estructuración rígida de la sociedad que encontraron en el Darwinismo la confirmación de sus prejuicios.
Y es que no hay que olvidar que muchas veces los hechos ciéntificos tienden a ser neutros (en sí la energía nuclear no es buena ni mala) pero es la aplicación de esos hechos ciéntificos a la vida cotidinia partiendo de unos principios preexistentes las que hace que esa realización de la teoría se torne deseeable o rechazable.
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