domingo, 13 de diciembre de 2009

Des Interieurs Holandais



Debido a su larga duración, he tenido que repartir entre dos domingos la visión de Jeanne Dielman, 23, Quai du Commerce, 1080 Bruxelles de Chantal Akerman. Uno de los aspectos más llamativos de esta película, como ilustran las capturas de arriba, es que si encuadres, la forma en que se ordena la figura humana y los objetos es calcada a la de los pintores de género holandeses del XVII, cuyo mejor exponente fuera Vermeer.

Esos pintores se caracterizaban por intentar conseguir un efecto de realismo extremo, pero entre ellos, fue únicamente Vermeer quien lo consiguió, con una serie de trampas técnicas que pasan desapercibidas al ojo no avisado, pero que demuestran un perfecto conocimiento del arte de la pintura. En efecto, el peor enemigo del realismo en la pintura es el hecho de que, en cuanto se incluyen seres vivos en el lienzo, esperamos que se muevan, por lo que la ilusión de realidad se rompe en unos instantes, en cuanto nos percatamos que las posturas, las expresiones no cambian. Vermeer, para conseguir evitar esa quiebra de la ilusión, elegía momentos en los que sus modelos estaban completamente concentrados, como al leer una carta, pesar unos objetos en la balanza, posar frente a un pintor, verter la leche en una jarra. Unos instantes en los que suponemos inmovilidad y no esperamos movimiento, por lo que la imagen se nos aparece real, sin ruptura, y podemos observarla durante largo rato sin cansarnos.

En el cine, por el contrario, lo que no se tolera es la inmovilidad. Al ser su efecto de realidad tan grande, esperamos que todo cambie en un instante, que mute continuamente sin encontrar reposos, de manera que en cuanto un plano se alarga varias decenas de segundos, sin que nada suceda, la incomodidad del espectador empieza a ser patente. Dielman, en este filme intenta retratar la nada, la rutina absurda y sin sentido de una mujer anónima en la Bruselas de los años 70. Alguien cuya vida se reduce a preparar la comida, hacer las camas, lavar los platos, ir a comprar, sin que nada le aporte variedad, le permita huir de ese círculo infernal en el que ha caído. Una descripción que la directora realiza con todo lujo de detalles, obligándonos a acompañar a la protagonista durante tres días prácticamente iguales, haciéndonos sentir su desesperación y hastío, que nunca se expresa en palabras.

Dielman, por supuesto hace trampas, al igual que lo hacía Vermeer. Obviamente tres días no son tres horas y media, y cualquiera podrá comprobar como las tareas que realiza esta mujer no tienen una duración real, sino que han sido reducidos a bosquejos, entre las cuales vamos transitando rápidamente. Una velocidad y variedad que la directora combate, inmovilizando la cámara y montando plano fijo tras plano fijo, donde la figura humana resulta cortada cuando se mueve o desplaza, una serie de cárceles fílmicas conseguidas con el encuadre, que nos atrapan tanto a nosotros como la protagonista.

Un intento por representar la inmovilidad, el imposible en el cine, que sirve para provocar el espectador un desasosiego, al comprobar como la película avanza y ni él ni la protagonista pueden, como digo, escapara. Peor aún, porque llegados a la mitad del segundo día, nos hemos hecho a la rutina, pero esta empieza a romperse, impidiendo que podamos predecir lo que ocurrirá a continuación, y aumentando ese desasosiego que sentimos, espectador y protagonista, al descubrir que ya no podemos volver al círculo protector en el que vivíamos, y que culminará con mayor frecuencia, en la absoluta inactividad, cada vez que un elemento interrumpa la rutina, hasta que esta desaparezca por completo, y la incertidumbre se haga dueña absoluta.

4 comentarios:

Tomás dijo...

Diestro análisis. Para inmóvil, la vida. Es el desasosiego de cuando te conceden la palabra de improviso, como la inacción en determinadas propuestas. Me muero de ganas de ver Toute une nuit.

Tomás dijo...

El eterno retorno. ¡Todo vuelve y retorna eternamente, cosa a la que nadie escapa!.

Borlaff dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
David Flórez dijo...

@Ramon:

Me he quedado con muchas ganas de hablar más de la película. Parece mentira que una película con tan poca anécdota pueda dar tanto de sí. Algunos planos son increíbles, por el valor que se necesita para dejar la cámara en esa posición y no moverla.

@Volkov

Será un placer y gracias por los elogios...