En mi revisión semanal de la lista de cortos animados realizada por el misterioso profesor Beltesassar, ha llegado el turno de Huset på Kampen (Un hombre compró una casa), realizado en 1998 por el animador ruso Piotr Sapegin.
Todo aficionado a la animación de cierta edad, como es mi caso, recuerda que al lado de las producciones occidentales televisivas siempre iguales a sí misma, en técnica y temática, se colaban en la programación obras otras escuelas de animación, auténticas puertas a mundos insospechados, cuyo significado final podía escapársenos, quedar oculto en los recovecos de historias sin conclusión, pero que no por ello eran menos fascinantes. Esos producto excéntricos para lo que se estilaba en países de occidente, solían provenir de los países del este, entonces aún bloque comunista, y se caracterizaban por utilizar soluciones técnicas poco corrientes para un espectador occidental, como la stop-motion, la animación por plastilina y otras muchas. Unas soluciones que sólo tenían en común su carácter artesanal, pero no por ello eran pobres o torpes en su resultado, sino imaginativas y sorprendentes.
Hace ya mucho que cayo la URSS - lo que hay ahora en activo es un nacionalismo decimonónico de ambiciones imperiales - pero la huella dejada por las escuelas de animación del antiguo bloque del este sigue siendo visible en la actualidad, cuando ya vamos por la segunda generación de artistas postsoviéticos. Casi podría decirse que las rupturas políticas no han producido una cisura similar en los aspectos artísticos, excepto por el pequeño problema de quién paga ahora la animación, de manera que estéticamente sólo puede hablarse de continuidad, mejor dicho, de continua investigación y avance en el legado de los maestros de antaño.
Piotr Sapegin, nacido en 1955, pertenece a la primera generación de artistas postoviéticos, los que fueron formada en tiempos de la URSS, pero cuya obra de madurez se ha desarrollado una vez desaparecido ese estado. Como muchos artistas en esas mismas circunstancias, comparte su cariño por las técnicas clásicas, en este caso la stop-motion en su variante de plastilina, a lo que se une una inclinación no menos fuerte por historias no usuales, llenas de símbolos y de conclusiones no convencionales, aunque no exentas de moralejas a contrapelo.
Huset på Kampen, corto realizado en Noruega, muestra esas características antes señaladas, al narrar la extraña historia de amor entre una rata gigantesca y el nuevo inquilino de la casa que ésta habita. Al principio aparenta ser un corto de humor, al centrarse en describir los intentos del propietario de la finca para deshacerse de tan incómodo habitante, pero el ritmo reposado, la falta de excesos visuales y la narración sentenciosa de un narrador desconocido, poco a poco van modificando el ambiente del corto, hasta confluir en la conclusión final que resuelve de forma no ortodoxa el conflicto.
En esta obra, Sapegin se muestra como digno heredero de la tradición animada ruso-soviética, tanto por esa expresividad especial de sus personajes, que sólo puede conseguirse con el uso de la stop-motion, como por su hábil uso de montaje y encuadre para subrayar y puntuar los diferentes gags que van construyendo la peripecia del corto. Este montaje, como ya he indicado, no puede estar más lejos del apresuramiento y frenesí de la animación occidental, sino que busca medir los tiempos, construir una atmósfera de soledad y abandono, apoyándose así mismo en la gris belleza, en el detallismo a ultranza de unos decorados que consiguen construir un auténtico espacio real donde la historia de los personajes cobre vida.
No les entretengo más, disfruten del corto y de otras vías animadas. Las que hay que reivindicar y salvaguardar.
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