domingo, 24 de agosto de 2008

Give me a thousand kisses... and then a thousand more (y I)

Vivamos, querida Lesbia, y amémonos
y las habladurías de los viejos puritanos
nos importen todas un bledo.
Los soles pueden salir y ponerse;
nosotros, tan pronto como acabe nuestra efímera vida
tendremos que dormir una noche sin fin.
Dame mil besos, después cien,
luego otros mil, luego otros cien
después hasta dos mil, después otra vez cien
luego, cuando lleguemos a muchos miles
perderemos la cuenta para ignorarla
y para que ningún malvado pueda dañarnos
cuando se entere del total de nuestros besos.

Cátulo, Poesías.

Hace unos días, un anónimo lector de este blog recibió en su correo este enlace, enviado por otro anónimo lector (asústense de lo que puede llegar a descubrir un simplón controlador del tráfico de una página web).

Había olvidado completamente esa entrada, escrita en el otono del 2006 hace casi dos años y sin saber porqué (miento, sabiendo exactamente porqué) recordé los versos de Cátulo con que abría estas anotaciones. Unos versos que cuando los leí, por primera vez, a principios de los 90, tenían un sabor muy conocido, a algo que siempre había estado dando vueltas por la cultura europea, el goce simple y sencillo del amor, o el sexo, como quieran llamarlo ahora, el dejarse arrastrar, hundir y abismar por él, dulce y lentamente, hasta perder la conciencia, hasta quedarse dormido, satisfecho, olvidado de uno mismo y de todo lo que le rodea.

Una concepción completamente opuesta a las visiones, extrañamente parecidas a pesar de ser enemigas mortales, que tienen los "viejos puritanos"y los practicantes del sexo vacío y descarnado, apresurado y gimnástico de ahora mismo... es decir que esa actividad, tan natural y tan normal, es violenta, destructora, humillante y humilladora, un juego de destrucción y poder, donde los papeles se intercambian con frecuencia.

Cosa que no tiene porqué no ser verdad, sólo que es extraño y curioso, que libertinos y puritanos, tan enemigos ellos, coincidan en su apreciaciones.

Pero volviendo a Cátulo, y al goce evidente con que se representa el amor, lo que hoy llamamos sexo, resultaba extraño encontrar ese mismo espíritu, o al menos algo parecido, en una serie como Simoun, una de las grandes series de la temporada del 2006, completamente dejada de lado por los aficionados, pero que para mí resuena a muchos niveles, hasta el extremo de impedirme juzgarla con objetividad... y como será así, que me ha hecho retrasar el hablar de un Gonzo inesperado por su calidad, como fue a principios de este año Druaga no To/Uruk no Aegis, o de las espléndidas Soul Eater y Xam'd con las que Bones está celebrando su aniversario, todo lo contrario de la caída en picado de IG Production con Toshokan Sensou o Real Drive.

Pero volviendo a Simoun, ya desde la primera imagen



podía comprobarse que el estudio Deen, irregular como él solo, pero con varias grandes obras en su haber, estaba intentando algo distinto. Simplemente porque todos los fondos tenian un aspecto de acuarela, de esos colores aguados y desvaídos tan propios de ellas y que tanto me gustan. Más aún, muchos de ellos estaban inacabados, sin pasar apenas del boceto, algo que a muchos les pareció signo de dejadez, pero que estaba hecho a proposito, y que, en el mundo habitado por los protagonistas, un mundo decadente y a punto de desaparecer por muchos esfuerzos que se hicieran, resultaba especialmente apropiado y correcto.

Una historia que buscaba apartarse de los caminos trillados, puesto que en la narración de una guerra sin victoria posible, no se seguía el curso de las operaciones militares, excepto cuando se cruzaban con los caminos vitales de los protagonistas, de las cuales el foco, el punto de vista no se apartaba ni un solo instante.

Unas peripecias existenciales en las que se encerraba otro de las líneas argumentales centrales de la serie, el hecho de que en el mundo creado para esta historia, todos los seres humanos nacían mujeres y llegado los 17 años debían escoger su sexo, dirigiéndose para este rito de paso, a un lugar imponente, de tanta importancia como el paso que se disponían a dar...



...para participar en un rito no menos sagrado que señalase la importancia de esa ocasión...


..algo que en nuestras sociedad arreligiosas, donde todo se deja al capricho del individuo se ha olvidado completamente, y esos momentos determinantes en la vida, los que marcan el paso del niñez a la juventud, de esta a la madurez, ante el individuo y ante la sociedad han desaparecido por completo, para dejarnos un poco más perdidos, un poco más solitarios.

¿y antes del rito? Puesto que en el universo de la serie, el paso a la madurez se producía a una edad tan tardía, nada podía evitar que entre los protagonistas naciesen las relaciones que luego ocuparían su vida de adultos, especialmente si se considera que, en su caso, por las necesidades de la guerra, son mantenidos en ese limbo más allá del tiempo estipulado.

Es ahí, en la descripción de esas relaciones donde la serie alcanza otra de sus cumbres, puesto sentidas como especialmente profundas por su participantes, como algo que nunca volverá a repetirse en ese grado en lo que les quede de vida, como algo que se desvanecerá para siempre en cuanto atraviesen el umbral inevitable que les espera en el futuro, y del que sólo la guerra que está derribando a su país y a su cultura les ha librado por el momento.

Con lo que volvemos finalmente a Cátulo, y a su miles de besos, ya que, en nuestro mundo voyeurístico que hemos acabado por aceptar, la representación del amor, o del sexo, sea como queramos llamarlo, sólo es aceptable si se ve perfectamente todo en su absoluta completitud, independientemente del deseo, las necesidades, los temores o las dudas de los protagonistas, mientras que en Simoun, los besos que se muestran pueden ser de los más hermosos que uno haya visto en mucho tiempo, puesto que esa componente voyeurística, ése sabemos que nos estás viendo y actuamos en consecuencia, han desaparecido por completo, y sólo queda la necesidad, imparable y implacable, de las personas implicadas.

De ahí que se llegue a besos, tan abstractos y tan malvados como éste, tan deseados y tan inesperados al mismo tiempo...



...donde una de los personas, la mayor y más experimentados, sabe como detenerse, poner el motor al ralentí, para conseguir el máximo efecto...





...hasta que es finalmente aceptada...


...para culminar con una mirada de intimidad...


...y realizar una dejada absolutamente diabólica...



esperando que la otra, cuando salga de su estupor, corra tras ella...

4 comentarios:

Unknown dijo...

Hola David! que sepas que se hechan de menos tus comentarios en el Cinexilio (aunque siempre nos queda tu Blog).

Saludos desde Sydney

dirtytrack

www.imaginajack.blogspot.com

David Flórez dijo...

s'agradece, s'agradece... Además queda bien que en el mapa de visitas aparezca alguna de las regiones australes... de esas regiones australes por las que vive ud. ahora,, digo

Anónimo dijo...

Sin duda Simoun es una de las grandes. Acostumbrado a toparme con series de desenlace previsible y acorde con los gustos mayoritarios de la audiencia, esta serie merecería recordarse simplemente por su final escalonado y elegante, uno de los mejores de la historia del anime.
Creo que, además de todo lo que comentas, Simoun es también una historia de tintes homéricos, en la que el deber y la gloria dejan la victoria o la derrota en un plano secundario. Las chiquillas protagonistas tendrán que luchar su última batalla contra el olvido, conscientes de que no volverán a vivir nada igual y de que un mundo más turbio y vulgar se les viene encima.
Y aunque no tenga que ver y corresponda a una entrada pasada, no me resisto a apoyarte en la crítica a “Saving private Ryan”, añadiendo a lo que dices la pátina de autenticidad y rigor histórico con que la vendieron, cuando está cuajada de incorrecciones históricas a conveniencia (la más clamorosa, la escena inicial en la que los rangers salen de Omaha Beach un cuarto de hora después del desembarco) y repite los tópicos propios de las películas bélicas filmadas durante la guerra. Lo único que me gustó fue que muestra de forma más realista los efectos del armamento moderno sobre los cuerpos humanos.

David Flórez dijo...

Es cierto lo que de dices del carácter épico, en el mejor de los sentidos, en esa conciencia íntima del deber que se impone uno a sí mismo, ya que ellas acaban por actuar por propio convencimiento y no por lo que les mandan.

En ese sentido, una de las escenas más logtadas, por su sencillez y su fuerza, es cuando Yun y Aeru son dejadas en tierra, y sin mirarse, ni apenas decirse una palabra, toman la misma decisión y corren a cumplirla...

Una serie sorprendente, dado que parecía ser un saco de clichés, y que me fascinó por la cantidad de detalles cuasi verdaderos que incluye, entre ellos ese final personal para cada uno de los protagonistas

Con respecto a Saving Private Ryan, pues sí, los errores son casi de juzgado de guardia, como que a unos señores que están en Omaha se les mandé a buscar a otro que está en Utah... con los alemanes en medio. O que se luche por un puente sobre un canal que da la impresión de poderse cruzar con cuatro tablas.

Pero lo peor es que desde entonces todas las películas de guerra han adoptado ese aspecto de cielo permanentemente encapotado, cuando los documentales en color rodados in situ son de una luminosidad cegadora...