jueves, 25 de agosto de 2016

Leyendo a Camus (IV): Le Malentendu

MARTHA, après un silence, avec une passion croissante:Tout ce que la vie peut donner à un homme lui a été donné. Il a quitté ce pays. Il a connu d'autres espaces, la mer, des êtres libres. Moi, je suis restée ici. Je suis restée, petite et sombre, dans l'ennui, enfoncée au coeur du continent et j'ai grandi dans l'épaisseur des terres. Personne n'a embrassé ma bouche et même vous, n'avez vu mon corps sans vête-ments. Mère, je vous le jure, cela doit se payer. Et sous le vain prétexte qu'un homme est mort, vous ne pouvez vous dérober au moment où j'allais recevoir ce qui m'est dû. Com. prenez donc que, pour un homme qui a vécu, la mort est une petite affaire. Nous pouvons oublier mon frère et votre fils. Ce qui lui est arrivé est sans importance : il n'avait plus rien à connaître. Mais moi, vous me frustrez de tout et vous m'ôtez ce dont il a joui. Faut-il donc qu'il m'enlève encore l'amour de ma mère et qu'il vous emmène pour toujours dans sa rivière glacée ?

Albert Camus, El malentendido

Marta: (tras un silencio, con creciente apasionamiento) Todo lo que la vide puede dar a un hombre se le ha dado. Abandonó este país, conoció otros lugares, el mar, seres libres. Yo quedé aquí. Yo me quede, pequeña y sombría, en el hastío, hundida en el corazón del continente y crecí en el espesor de la tierra. Nadie ha besado mi noca y ni siquiera ud, madre, ha visto mi cuerpo desnudo. Madre, se lo juro ¡eso debe pagarse! Y con el vano pretexto de que un hombre ha muerto, no puede ud, abandonarse en el momento que iba a recibir lo que se me debe. Podemos olvidarnos de mi hermano y su hijo. Lo que le ha sucedido es irrelevante: no había nada más que debíamos saber. Pero a mi, ud me hunde por completo y me hurta lo que el ha disfrutado. ¿Era preciso que también me arrebate el amor de mi madre y que os arrastre para siempre a su río helado?

Le Malentendu marca una cierre en la producción literaria de Camus. Publicada originalmente junto con Caligula - de hecho el volumen que las contiene se llama El malentendido seguido de Calígula - se suele considerar que la primera obra es posterior a la segunda. Lo cierto es que conceptualmente con El malentendido se alcanza el límite, mejor dicho, el fondo, del estudio del hombre absurdo realizado por Camus. En El Extranjero se producía el descubrimiento del absurdo y la indiferencia del mundo, en El Mito de Sísifo se buscaba el medio de vivir en ese mundo al que habíamos sido arrojados y al que no pertenecíamos, mientras que en Calígula se ilustraban los riesgos que ese modo de vida tenía cuando se conjugaba con el poder absoluto. Sin embargo, El Malentendido va un paso más allá, ya que esta vez el horror surge cuando la frustración, la impotencia, el desaliento y la desesperación obscurecen aún más este mundo en que vivimos.

Sin embargo, a mi entender hay un defecto insalvable que lastra por completo esta última obra dedicada al absurdo. Se trata de que utiliza un recurso manido, el del reencuentro, la anagnórosis que decían los griegos, entre familiares que se habían separado hacía largos años y habían devenido completos extraños, incapaces ya de reconocerse. Es cierto que Camus da la vuelta a ese tópico teatral tan antiguo como el mismo teatro, puesto que ese reencuentro no confluye en reconciliación, sino en catástrofe. Las vidas de los protagonistas han divergido tanto que el mero hecho inocente de que sus trayectorias se crucen lleva a un malentendido, el del título, sin resolución posible, fuera de la catástrofe y la muerte. 

Y para los supervivientes que queden, la desesperación sin término.


Dicho esto, hay que señalar también que lo mejor de la obra es la descripción de esa negrura insondable que imposibilitará el final feliz, ése mismo que creíamos obligado dados los precedentes.  Allí, en medio de ella, habitan dos de los personajes, Marta y su madre, propietarias de la posada donde se alojará el hijo y hermano al que no reconocen. Su existencia se desarrolla, por tanto, al borde de un abismo sin fondo que posee dos características principales, inesperadas para nuestras concepciones habituales, pero no menos lógicas y racionales.

La primera es que esa obscuridad no es agresiva. No sume a los personajes en periodos de convulsión, ni en dudas existenciales sobre la existencia. Su poder consiste simplemente en estar, en ocultar cualquier otra posibilidad de existencia, cualquier camino que llevase a un lugar distinto a ella. Es esa falta de perspectivas, de opciones, tanto en el tiempo como en el espacio, la que oprime y asfixia a los personajes, impidiéndoles concebir otros mundos, mejor dicho, que ellos pudieran existir en otra parte, infundiéndoles así la misma obscuridad, la misma frialdad que les rodea. Hasta que son uno y lo mismo con ella, prisión y prisioneros. Víctimas y torturadores de sí mismos.

Si todo fuera obscuridad, desconocimiento, ignorancia, frialdad, ese destino aún sería tolerable, podría uno aconstumbrarse a ello, a falta de ejemplos con que comparar su desgracia. Sin embargo, como bien sabían en el medievo, el peor castigo del infierno no son las torturas que allí se infligen, sino la visión de la gloria, junto con la seguridad de que es inalcanzable. Así, para completar su martirio, estas dos prisioneras, Marta y su madre, sueñan en todo momento con el mar, el sol, el calor y los cielos azules, los espacios abiertos, las gentes hospitalarias y despreocupadas. Visiones que poco tienen que ver con el páramo que llaman su hogar, a falta de otro, reflejo asímismo de una Europa devastada por la guerra, encerrada en sí misma, enemiga de sí, hostil a todo lo exterior, desconfiada, fracasada y amargada.

Ese sueño inextinguible de perfección, esa felicidad inalcanzable, esa condena a la que han sido sometidas, sin que exista juez o responsable al que echar las culpas o sobre quien ejercer venganza, las lleva a buscar un camino de salida. Cualquiera, porque todos valen, sin importar que sean crueles, despiadados, inhumanos, o se basen en arrebatar la felicidad, la vida, a otros. Basta con que permitan ir acumulando poco a poco los recursos, los medios con los que emprender la huida definitiva, hacia esos sueños que no se sabe si existen en alguna parte. Cuya realidad es, en el fondo, indiferente, porque lo único que se necesita es estar en otro lugar que no sea ese páramo, esa obscuridad, esa desolación. Huir del infierno aunque se arribe a otro, porque ese nuevo, al menos, será elegido y deseado.

Se llega así a una paradoja, inherente a nuestro mundo moderno, latente en el modo en que hemos estructurado nuestra sociedad, evidente en el modo en que orientamos y ordenamos nuestros actos. Simplemente, que la búsqueda de nuestra felicidad personal, objetivo único e irrenunciable, se construye demasiadas veces sobre la desgracia de otros, como si sólo existiera una cantidad ínfima disponible, de manera que acumularla implica condenar al resto al hambre y la miseria.

Injusticia fundamental de la existencia que iguala a tirano y súbdito, a potentado y mendigo. A justos e injustos.A víctimas y verdugos.

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