sábado, 8 de agosto de 2015

Testosterona

























Cuando se esteno en 2013 Kill La Kill, del estudio Trigger, quedo más que claro a donde se habían marchado los talentos de Gainax tras la crisis que la dejado reducida a la mínima expresión. Esta conclusión se debía a que Kill la Kill era demasiado parecida, en el mejor de los sentidos, a uno de los mayores éxitos de aquella otra compañía, Tengen Toppa Gurren Lagan (2007) que he estado revisando estas últimas semanas.

Lo que hermanaba/igualaba a ambas series, mejor dicho, convertía a la más reciente en un sentido homenaje de la anterior, era su aguda consciencia de la historia del anime, que les llevaba a revisarla de manera doble, al mismo tiempo nostálgica y crítica, como ocurría, en cierta medida, con otra obra maestra reciente, Casshern Sins (2008). Nos guste o no, la inmensa mayoría del anime mítico de la época en que empezó su invasión de occidente, los años 70, se basaba en tramas esterotipadas que no iban más allá de la victoria semanal del héroe contra las fuerzas del mal... sin contar con que la animación televisiva de esos tiempos solía ser pobre y torpe, como era habitual en una de las peores épocas de su historia, de manera que verlas hoy en día se  hace auténticamente doloroso , se tenga el recuerdo que se tenga de ellas.

Para empeorar aún más el asunto, aquellas series muchas veces pretendían dar lecciones morales, realizar un canto a la justicia y al espíritu de superación, que debía servir borrar sus muchos defectos, pero que no por más pretendido, dejaba de ser menos artificioso. Cuatro décadas después, el punto de partida de Kill La Kill y de Tengen Toppa Gurren Lagan es completamente opuesto. Las pretensiones de seriedad y de transcendencia han quedado a un lado - o al menos no son el objetivo principal - mientras que lo que se busca y se pretende, directamente, es el más puro espectáculo circencese, donde cada número y su resolución con éxito, son meros punto de partida para buscar un más difícil todavía, aumentando la apuesta, complicando y exagerando planteamiento y resolución, hasta que parece que el tejido narrativo va a rasgarse irremediablemente.

Ése es precisamente el mayor riesgo y peligro de Kill la Kill y Tengen Toppa Gurren Lagan: que al final el castillo de naipes se desmorone o que el continuo aumento de la apuesta convierta la partida en aburrida y rutinaria. Algo hay de ello, porque ambas series pierden gran parte de su fuerza y atractivo original en su segundo tramo, especialmente al final de su recorrido. Sin embargo, si no ocurre completamente así, es por una parte porque ambas series nunca pierden de vista el sentido del humor, nunca dejan de ser conscientes que en el fondo no son otra cosa que un divertimento, un juego en el que no pueden permitirse perder la complicidad del espectado,quien no espera obtener otra cosa que pasar un buen rato. Así, sin pretender ser más de lo que son, se produce la paradoja de que ambas series llegan a transcenderse a sí mismas, de que el acúmulo de despropósitos, de completos absurdos reiterados que las forman, llega a adquirir consistencia interna, unidad y solidez,  permitiéndoles incluso adoptar y presentar esa moraleja a la que voluntariamente habían renunciado.

El otro aspecto, no menos importante y esencial es la calidad de la animación. En un mundo en que los avances del ordenador permiten alcanzar auténticos milagros en el campo de la animación, no es menos milagroso que una serie de hace casi ya una década presente una animación irreprochable, por encima de muchos (sub)productos de hoy en día. El secreto está en que Tengen Toppa Gurren Lagan fue realizada por profesionales que aún conocían los secretos de la animación por acetatos y a los que el ordenador les ha permitido, literalmente, hacer realidad sus sueños.  La animación de esta serie es así de una fluidez y de una riqueza de detalles realmente apabullante, tanto, que algunos de sus logros y aciertos son directamente casi imperceptibles, visibles únicamente cuando se pasa fotograma a fotograma, pero que si no estuviera presentes, si no se hubiera realizado ese esfuerzo por alcanzar una perfección absurda, convertiría la animación de Tengen Toppa Gurren Lagan en banal, plana y rutinaria.

Una auténtica manía perfeccionista, de las que sólo se pueden realizar una vez en la vida, cuando el talento y los medios acompañan, en perfecta consonancia con el tema central de la serie, autentica y completa descripción animada de un chute de testosterona: alcanzar y hacer realidad lo imposible, cueste lo que cueste, sabiendo que al final habrá de hacerse realidad, sólo por mera fuerza de voluntad.

Lástima que el mundo real no sea así, pero para eso nos quedan series como estas.

Para soñar.

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