Como todos los domingos, continúo mi con revisión de la lista de cortos animados realizada por el misterioso profesor Beltesassar. Esta vez ha llegado el turno a Zbrodnia i Kara (Crimen y Castigo), corto realizado en 1998 por el animador polaco Piotr Dumala.
Si siguen estas notas, o simplemente son aficionados a la animación que gustan de ir más allá de Pixar y Disney, sabrán que desde finales de la década de los cincuenta del siglo XX hasta ahora mismo, la animación de los países del este se elevó a unos niveles estéticos pocas veces alcanzados . A pesar de las múltiples dificultades y peligros que entrañaba crear en el contexto de un régimen totalitario, los animadores del este de Europa (Polonia, Checoeslovaquia, Hungría, Yugoeslavia, la extinta URSS) se las arreglaron para construir una serie de cortos que no pueden ser calificados de otra manera que como auténtico arte. Mejor dicho, la translación justa y apropiada al medio visual de los hallazgos de las vanguardias plástica del siglo XX .
Dumala es uno de esos creadores, aunque él ya pertenece a una generación que podría llamarse de transición. Un grupo de animadores que iniciaron su carrera durante el comunismo pero luego tuvieron que continuar su carrera tras él, en un entorno no menos hostil a la verdad estética que el anterior, ya que en este nuevo mundo lo único que interesa es lo que produzca beneficios al instante. Rápidamente, el estilo de Dumala evolucionó hacia una técnica muy específica, la de la pintura sobre cristal, en la que el animador construye/destruye la acción pintando sobre el propio espacio fílmico, añadiendo unos elementos, tapando otros. En el caso de Dumala, esta técnica antigua de la animación sufrió un proceso de depuración y destilación, donde la paleta quedó reducida a los pardos, con alguna nota esporádica de color por ello mismo más llamativa y significativa, mientras que el mundo representado se recluía en una penumbra perpetua, en la que alterna la iluminación cegadora con las obscuridad insondable.
Este modo de Dumala, existencial y pesimista, de laberinto vital en el que no existen salidas y, por tanto, estar perdido, desorientado, es la normalidad, mientras que la anormalidad es intentar escapar de él, se ajusta perfectamente al tema elegido en Zbrodnia i Kara. Se trata, como deben haber supuesto, de una adaptación de la novela homónima de Fiodor Dostoievski, pero una traducción a imágenes que no busca ser cartesiana o narrativa, sino atmosférica y alusiva, intentando reproducir el frenesí espiritual que es característico de las novelas del escritor ruso, pero que resulta casi imposible de reproducir en una adaptación fílmica tradicional (con perdón de Hakuchi de Kurosawa Akira).
Dumala nos propone así vivir en el mundo alucinado de Dostoievski, un mundo en continua obscuridad, de calles desiertas, de habitaciones sórdidas, propio de una sociedad en la que la miseria, la abyección, la humillación y el crimen son constantes y naturales. En ese camino, la novela de Dostievski sufre un doble desmontaje: ser reducida a unas referencias esenciales que no se engarzan de manera cronológica sino expresionista, mientras se adopta el punto de vista de un espectador que no ha sido invitado a la acción, sino que la observa a la mitad de recorrido, sin haber sido puesto en antecedentes.
El resultado, inesperadamente (¿o quizás no?) es una potenciación del elemento alucinatorio de las novelas de Dostoievski, de su torbellino mental donde la razón acaba por naufragar irremediablemente, no sólo la de sus protagonistas, sino la de los lectores y, en este caso, los espectadores. Un clima de pesadilla en el que brillan cegadores los complejos e ineludibles dilemas morales del escritor ruso: como terminar con la locura de este mundo, sus miserias e injusticias, sin causar otras peores antes de culminar la labor... o perder el sentido y el objetivo de esa acción redentora/salvadora por completo.
No les entretengo más. Aquí les dejo el corto. Ejemplo de las alturas a las que puede elevarse la animación, de los abismos que es capaz de sondear
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