lunes, 26 de septiembre de 2011

The TDS Files (XVI): Cuadros de una exposición, Tezuka Osamu


Como todos los lunes, toca recuperar un artículo de Tren de Sombras, en este caso uno de los inaugurales de la sección parpadeos, dedicado a Osamu Tezuka y uno de sus largos experimentales, el llamado Cuadros de una exposición.

Como podrán apreciar se trata de otro de esos artículos que escribí poseído por algún extraño tipo de furor divino, nada objetivo, poco orientador sobre el contenido de la obra, defectos que tratan de ser equilibrados convirtiendo el escrito en una carta de amor.

Pero eso sí, que premonitorias resultan estas líneas dado el Brave New World en el que nos ha tocado vivir.



Cuadros de una exposición, Osamu Tezuka, 1966

Producción: Osaku Tezuma Productions, Japón, 1966
Dirección, Guión y Producción: Osamu Tezuka
Animación: Nobuo Onuki
Dirección Artística: Tatsuya Nahagara
Música de: Modest Mussorgski, arreglos de Isao Tomita .
Fotografía: Eiji Yamaura


¿Qué cabezas son coronadas con laureles? ¿A quiénes se recibe con aplausos? ¿Sobre quiénes se posan todas las miradas?¿De quiénes son los nombres que todo el mundo pronuncia, las caras que todos reconocen, las vidas que todos quisieran vivir?

Generales cuyas victorias se construyen sobre pilas de muertos, políticos que desconocen otro bien común que no sea el suyo, industriales ocupados en acumular millón tras millón, artistas borrachos con su orgullo e importancia, escritores e intelectuales que nunca se han asomado al mundo, deportistas, celebridades y famosuelos que nunca han hecho nada de provecho.

Parásitos. Vampiros. Muertos en vida.

Pigmeos que se hacen pasar por son gigantes.



¿Quiénes son los auténticos héroes? ¿Quiénes soportan el peso de este mundo?

La multitud anónima. Los que tienen que ir a trabajar cada día, sin saber si llegarán a fin de mes con el sueldo, si tendrán trabajo al día siguiente, si podrán disfrutar de una vejez tranquila.

Los que han visto sus vidas destruidas, sus sueños aniquilados, su juventud malgastada, sus fuerzas consumidas, su inteligencia embotada.

Los que nada no han logrado, ni nunca lo lograrán. Los que sólo conocen el sufrimiento



¿Por quién realizan estos sacrificios? ¿Por quién han renunciado a tener una vida plena? ¿Por quién han perdido todo, incluso la esperanza?

Por las personas que aman, por aquellos que dependen de ellos, por los que no tienen otro lugar ni otra persona a quien acudir en busca de protección y cariño.

Por otros olvidados, por otros desprotegidos, por otros débiles. Por otros iguales a ellos.


Sin que su lucha sea reconocida, sin que nadie cante su heroísmo, sin que nadie escriba su tragedia.

Obligados a ver pasar la interminable procesión de los triunfadores ante sus ojos. Destinados a ser de los que aplauden, de los que miran con la boca abierta, de los que se inclinan y prosternan. Forzados a contemplar, impotentes, como las puertas del paraíso se cierran sin esperarles.

Porque no han sido invitados, porque no pertenecen a los elegidos. Porque no lo merecen, como así lo anuncian a los cuatro vientos los triunfadores autoproclamados.


¿Por qué no abandonar la lucha, entonces? ¿Por qué no correr a reclamar lo que se merece por justicia?

¿Por qué no arrebatar a los ladrones lo que es de uno, lo que siempre ha sido de uno?

¿Porque no levantarse y rebelarse, sin que importen las consecuencias, caiga quien caiga, ocurra lo que ocurra?

¿Qué impide pertenecer al grupo de los triunfadores, de los elegidos? Nada. Excepto el propio convencimiento de no ser como ellos.


¿Aguantaría el mundo si los colosos que lo sostienen abandonasen sus puestos?

¿Se mantendría sobre sus cimientos por si sólo?

No. Puesto que no existen otros milagros que aquellos provocados con nuestro sudor y esfuerzo.

Y si se hundiera el mundo, porque no quedara quien lo sostenga... ¿Quiénes serían los que más sufriesen?

¿Acaso no serían los de siempre? ¿Los débiles, los desheredados, los humillados y ofendidos? ¿Y quiénes saldrían a flote? ¿Acaso no serían también los de siempre? ¿Los parásitos, los aprovechados, los marrulleros y mentirosos?


¿Dónde está entonces el auténtico heroísmo? ¿Cuál es la piedra de toque para distinguir a los auténticos hombres de los que no son? ¿Cómo se distingue a los egoístas, a los aprovechados, a los parásitos?

Los verdaderos hombres, los únicos que merecen ese nombre, los auténticos colosos, son los que saben reconocer la mentira, el humo, la tramoya que hay en todo lo que llamamos fama, ambición y gloria humana. Los que saben rechazarla y tienen el coraje de darse la vuelta y volver, para proteger y mantener aquello que realmente importa  Figura 7, aquello que es necesario, aquello que es imprescindible.

Sin que necesiten alabanzas, ni cantos, ni recompensas, para cumplir con su cometido.



Porque... ¿Qué hay tras las puertas del cielo? ¿Qué se ha reservado a los dioses en las cumbres del Olimpo? ¿Qué disfrutan los elegidos que gozan del Elíseo? ¿Qué se oculta en las cumbres del Parnaso?

¿Hay allí jardines, arroyos y prados? ¿Amaneceres y atardeceres? ¿Noches silenciosas, mediodías completos?

No.

Sólo hay confusión, caos y podredumbre, muerte y destrucción. La misma que los poderosos y triunfadores trajeron a este mundo. La misma que se llevarán cuando desaparezcan.




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