domingo, 4 de enero de 2009
Old and new
Una de las muchas paradojas en la vida de Lotte Reiniger, empezando por la de ser una directora de renombre en un tiempo, principios del siglo XX, en que eso era impensable, es la de ser al mismo tiempo vanguardista y conservadora, clásica y moderna, actual y antigua.
Reiniger fue, es sabido por todos, una de las pioneras del arte de la animación, allá en los años 20, y tiene en su haber la creación del primer largometraje de animación, Die Abenteuer des Prinzes Achmed (Las aventuras del príncipe Achmed). Una creadora, por tanto, cuya vida es inseparable de una forma nueva y revolucionaria como era el cine y que fue instrumental a la hora de conformar su léxico y su gramática, aquello que esperamos ver, y que se relacionó laboral y privadamente, con la vanguardia alemana visual de su tiempo, como Hans Richter o Oskar Fischinger, en aquella efervescente república de Weimar y que Hitler asesinó sin piedad.
Moderna hasta la médula, por haber contribuido a construir un arte nuevo, algo que muchos en este principio de siglo le envidian, ya que en su tiempo todos los caminos estaban abiertos, toda las direcciones permitidas, pero, como decía antes, también profundamente antigua. Su ámbito narrativo no es el mundo urbano, dado a luz por la técnica y el progreso, sino que su material de partida no es otro que el cuento de hadas, la narración mítica e intemporal anclada en un pasado idealizado e inexistente. No sólo eso, sino que la forma que utiliza para contar esas historias pretéritas es una adaptación moderna de otra tradición antiquísima, el teatro de siluetas, las marionetas cuya sombra se proyecta en una pantalla.
Una forma teatral aparentemente menor, como el teatro de títeres, y que se realiza con recursos mínimos, pero que ha fascinado a muchos miembros de la vanguardia del siglo XX, como Bartok, Lorca o Svankmajer, al ofrecerles la oportunidad de quebrar las reglas del teatro, es más al forzarles a quebrar esas reglas, para poder realizar la traducción de la vanguardia más elevada a esa forma aparentemente infantil. Infantil y simple, pero que en otros ámbitos culturales, como el Indonesio, es considerado como high art, y la dedicación y complejidad que a ellos se dedica y alcanza es la mejor demostración de esa calificación.
Un ejemplo magnífico de como ser ultramoderno siendo al mismo tiempo antiguo,en contradicción flagrante de los mitos y tabúes de nuestro momento cultural.
Pero todas estas paradojas y contradicciones no harían de Reiniger otra cosa que una curiosidad histórica, esas notas al pie de la historia del cine, como la primera película sonora, la primera película en cinemascope, etc,etc... conocidas por todos, pero vistas por ninguno. Sin embargo, el arte, esa dedicación y complejidad de las que hablaba antes, son visibles en cada plano de su obra, como el ilustrado arriba, proveniente de Der Goldene Gans (El Ganso dorado), realizado en 1944 durante en Alemania durante la guerra, en condiciones de penuria espantosas (todo tenía que ser destinado al bien de la causa y no había tiempo para divertimentos) pero donde Reiniger se las arregla para traducir la penumbra y la humedad del bosque alemán, iluminado aquí y allá por rayos de luz que se filtran entre las ramas.
O este otro de The Caliph Stork (El califa cigüeña) realizado en 1954 en Inglaterra y donde se siente la luz del amanecer, incluso las diferencias de coloración en el cielo, a pesar de ser en blanco y negro.
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